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18 de Octubre de 2025
ACTUALIDAD
18 de octubre de 2025
Ocurrió en Estados Unidos.
Dan Johnson se hacía llamar El Papa, aunque vivía lejos del Vaticano. Era obispo de una iglesia evangélica y había sido elegido legislador en Kentucky, su estado.
Había sido un héroe post 11 de septiembre de 2001, capellán de varios presidentes en la Casa Blanca y hasta había resucitado, al menos, a un hombre, entre otros milagros. Un hombre excepcional, con poderes. O al menos eso decía él.
Pero el 13 de diciembre de 2017, abrió su Facebook y escribió un mensaje que terminaba con la frase: El cielo es mi casa. Nadie sabía, en ese momento, que serían sus últimas palabras; un epitafio apenas prematuro y virtual.
Luego subió a su auto y manejó hasta las afueras de la ciudad. Se detuvo en el puente de Mount Washington, un lugar apartado, poco transitado. Abrió la guantera, sacó su arma, y con un cd de gospel de fondo, se pegó un tiro en la sien. Lo encontraron muerto dentro del auto unas pocas horas después.
INVESTIGACIÓN
Todo había cambiado para él, dos días antes. Un grupo de periodistas independientes con financiación de los medios públicos del estado de Kentucky subieron los primeros capítulos de un podcast titulado La larga estafa del Papa: estaba dedicado a Johnson. Una investigación exhaustiva que buceaba en el pasado de Johnson y que develaba varias de sus imposturas y mentiras. Además, recordaba un caso que los medios y sus seguidores habían decidido olvidar: la acusación por abuso sexual a una adolescente de unos años antes. La investigación, además de los podcasts, estaba acompañada por un artículo de más de diez mil palabras que reconstruía la vida, obra y fraudes del pastor devenido legislador.
Danny Ray Johnson nació el 18 de octubre de 1960 en Louisiana. Según contaba, un accidente lo dejó ciego en su infancia. Pero a los siete años, mediante un milagro, recuperó la vista de un momento a otro. Esto lo volcó a la vida religiosa. A los 23 ya tenía un hijo, estaba divorciado y había tenido algunos problemas con la ley y la policía. De pronto, después de un par de años en el que se le perdió el rastro, se convirtió en pastor de su propia iglesia evangelista. La llamó Heart of Fire. Como organización religiosa, la iglesia le permitió estar exento de pagar impuestos. Así que la capilla se convirtió en la sede de los más variados negocios que se beneficiaban de las exenciones impositivas.
Procuró que se acercaran la mayor cantidad de seguidores. Para ello, Johnson, que ya se había autodenominado Papa, atrajo a una enorme legión de motoqueros que se convirtieron en sus primeros fieles. Luego adoptó una estrategia inteligente. Flexibilizó las costumbres asociadas a lo religioso y marcaba las diferencias con el rígido y solemne rito católico.
En su iglesia se podía fumar, tomar alcohol (también los menores de edad) y hasta incentivaba el topless: las fieles que concurrían a las ceremonias con los pechos al aire estaban, según su prédica, más cerca de Dios. Desde el púlpito el Papa instaba al racismo, la islamofobia y dedicaba sermones completos a apoyar a Donald Trump (lo cual ponía en riesgo su negocio porque las exenciones impositivas se mantienen siempre y cuando los pastores no se involucren en opiniones políticas o partidarias).
En el templo funcionaba una especie de bar y también una casa de tatuajes en la que los fieles podían tatuarse lo que quisieran no solo imágenes religiosas o citas de la Biblia (de hecho casi nadie hacía eso: la mayoría de los tatuajes versaban sobre motivos seculares, mucho más terrenales y hasta impíos).
En 1985, Johnson estuvo detenido unos días por la denuncia de su compañía de seguros. Sospecharon que él mandó a incendiar su Cadillac para poder cobrar la plata del seguro y saldar viejas deudas. El fraude no pudo ser probado y la causa fue cerrada.
Unos años después, otro incendio. Las llamas cubrieron su iglesia. El incendio intencional tipificado como delito tiene un nombre en inglés: arson. El seguro una vez más desconfió del Papa de Heart of Fire. Él alegó que el KKK lo tenía como objetivo y que sus hombres encapuchados y blandiendo antorchas habían sido los causantes del siniestro. Lo cierto es que la iglesia estaba en quiebra y con la plata del seguro pudo reconstruirse y salir adelante.
Varias veces las autoridades municipales multaron y clausuraron el lugar por vender bebidas alcohólicas sin autorización. Cuando fue citado por el juez, Johnson opuso una defensa muy enfática. Dijo que se trataba de una intromisión inadmisible porque el alcohol -no importaba que fuera destilado, bebidas blancas de buena calidad- era parte del rito de la comunión. El juez no fue convencido por los argumentos litúrgicos y le impuso una multa de varios cientos de dólares.
En 2016, Dan Johnson se presentó a elecciones como candidato a la legislatura de Kentucky aprovechando la fama que había ganado como pastor poco convencional. La política, los políticos y sus discursos ya habían cambiado. Logró ingresar con holgura pese a sus posteos en las redes sociales abiertamente racistas. Un ejemplo: comparó al matrimonio de Michelle y Barack Obama con una pareja de monos.
En ese par de años de juventud en los que no se sabe dónde estuvo, tiempo después dijo que los había pasado predicando en Sudamérica. Allí habría hecho algunas curas milagrosas, casi una devolución de favores a lo que había sucedido con sus ojos en la infancia. Sostenía que le había devuelto la audición a una mujer venezolana y que había revivido a un colombiano que llevaba varias horas muerto. La prueba que blandía para demostrar estos milagros era una carta de otro religioso que misionó esos años con él. El hombre, al ser contactado por los periodistas que encararon la investigación, dijo que él nunca lo había visto hacer nada de eso.
En la página web de su iglesia, él se presentaba como una especie de Zelig o Forrest Gump de la vida real. Sostenía que había intervenido, con una menor o mayor influencia, en varios de los sucesos más importantes de la vida norteamericana de los últimos años.
Afirmó haber sido capellán en la Casa Blanca durante las presidencias de ambos Bush, padre e hijo, y de Bill Clinton. La desmentida de la sede gubernamental fue contundente. Según los registros oficiales, nunca había ingresado a la Casa Blanca ni había ocupado cargo alguno en el staff gubernamental.
También, Johnson se atribuía el haber sido el primer pacificador en los conflictos callejeros, en la pueblada, que se originó en Los Ángeles tras la sentencia por el caso Rodney King. Los riots habían incendiado la ciudad provocando muertos y destrozos. Johnson dijo que salió a las calles convulsionadas y con su prédica logró que retornara la calma y el orden.
En su relato se reservó otro papel preponderante en los días siguientes al 11 de septiembre de 2001. Dijo que ese día estaba alojado en un hotel de Nueva York y que desde allí observó cómo el avión impactó en la segunda torre. A partir de ese momento, se acercó al Ground Zero y se dedicó durante dos semanas, casi sin descanso, a asistir espiritual y materialmente a las víctimas. Se atribuía ser el que organizó la morgue improvisada en el lugar. Decía que eso había generado un daño en su psiquis.
No hay ningún registro de que Johnson haya estado en Nueva York en septiembre de 2001. No hay fotos, filmaciones ni testimonios que avalen su relato. Lo que se pudo determinar es que desde el hotel en el que dijo estar, las torres no se veían.
A su foja de inexactitudes se pueden agregar varios títulos universitarios como Doctor en Divinidad, que nunca existieron o que de existir nunca fueron cursados por él.
DE LAS MENTIRAS A LAS DENUNCIAS DE ABUSO
Más allá de estas mentiras, de este pasado acomodado para construir una imagen heroica, lo más grave que señalaron los investigadores periodísticos ocurrió la noche de Año Nuevo de 2012. Maranda Richmond era una chica de 17 años que estaba junto a otras personas en la casa en la que Johnson festejaba. Maranda y otras chicas de su edad se fueron a acostar antes que los mayores. Dormían en unos sillones en el piso de abajo de donde sucedía la fiesta. Maranda se despertó sobresaltada en medio de la noche. El pastor Johnson, con un fuerte aliento a alcohol, estaba sobre ella. Le masajeaba los pechos, le desprendió el corpiño y los besó ya sin la molestia de la tela en el medio. Luego metió la mano dentro de su bombacha, la acarició repetidamente hasta que la penetró con sus dedos. La chica estaba paralizada bajo el peso del cuerpo del hombre y de sus propios temores.
Un tiempo después, Maranda realizó la denuncia, pero no avanzó en la justicia. Para la campaña proselitista de 2016, algunos opositores volvieron a sacar el tema, pero al electorado no pareció importarle demasiado, tampoco a los periodistas que se hicieron poco eco del tema.
Poco más de un año después, cuando se difundió la investigación periodística y sin ninguna banca en juego, la denuncia obtuvo más difusión. Se viralizó a través de las redes sociales. El día después de la aparición del podcast y de la investigación periodística, Johnson eligió defenderse desde su púlpito. Habló de persecución política, de fake news y otros lugares comunes. Dijo que las alegaciones eran totalmente falsas y se comparó con otros casos de políticos que habían recibido denuncias en medios de campañas electorales. Atribuyó todo al desmesurado efecto del Me Too. Dijo que ahora caían los hombres justos por mujeres mentirosas. Quiso mostrar que era una jugada sucia y habitual de sus rivales, los del partido Demócrata.
Al día siguiente, por la tarde, escribió el mensaje en Facebook en el que agradecía a su familia y en el que sostenía que desde el ataque a las Torres Gemelas y sus dos semanas allí sufría estrés postraumático: “... una enfermedad que se llevará mi vida. Ha tomado mi vida, pero el cielo es mi casa”.
Tras el hallazgo del cadáver de Dan Johnson, la esposa hizo responsables del suicidio a los periodistas que encabezaron la investigación. Ella intentó reemplazar a su marido en la banca como legisladora. Pero fracasó en su intento de ser elegida.