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CIENCIA

22 de noviembre de 2020

Cómo se vive en zonas de guerra la espera de la vacuna contra el COVID-19

Míriam Alía, experta en vacunas de Médicos Sin Fronteras, explicó en diálogo con Infobae lo difícil que resulta vacunar en las condiciones más complicadas: conflictos bélicos, hambrunas y campos de refugiados. A su vez, manifestó que sin lugar a dudas, una vez aprobada, se vacunaría contra el COVID-19

Mientras el mundo científico desanda los últimos tramos de una carrera que parece ser interminable para la obtención y posterior aprobación de un fármaco para comenzar con la vacunación, el segundo desafío, sin lugar a dudas, será el de su distribución. Claro que la situación de los diversos países es un factor a tener en cuenta al momento de desplegar la logística. Así lo afirma la enfermera española Míriam Alía (46), experta en vacunas de Médicos sin Fronteras (MSF). Un claro ejemplo de ello es el trabajo que realizan muchas ONGs. Su trabajo como el del resto de sus colegas no es para nada sencillo. Zonas de conflicto bélico, refugiados, y territorios devastados, por el motivo que sea, son el campo de acción de todas las campañas que realizan desde la organización. Infobae la entrevistó para conocer más sobre su experiencia en esta logística y distribución en contextos tan delicados.

—¿Cómo se vive el COVID-19 en zonas de guerra?

—Tenemos varios países que han tenido picos grandes en los primeros meses de la epidemia y luego bastantes países que no han tenido muchos casos, pero sí mucha dificultad para acceder a las medidas de tratamiento más esenciales como son el oxígeno y el tratamiento de síntomas. Las personas que viven en crisis humanitarias o atrapadas en conflicto, es muy difícil que tengan acceso a servicios de salud, tanto de atención primaria como de atención especializada y de cuidados intensivos.

—¿Cuál es el principal obstáculo con el que se encuentran para poder llegar a esos territorios?

—El principal obstáculo es la seguridad, porque hay que negociar el acceso con actores armados o en frentes de guerra. En algunos países ha habido acuerdos de paz provisionales para poder permitir que se atendiera a las personas enfermas de COVID-19. Luego hay un problema de acceso de recursos humanos cualificados, porque en las zonas de guerra es muy difícil encontrar médicos o enfermeros ya que las escuelas son muy limitadas. Entonces es la dificultad de la seguridad y el problema estructural de los servicios de salud en estos países.


—En los sitios en los que la problemática es muy compleja, ¿se agrava aún más con la pandemia?

—Claro. Lo que estamos viendo es que en algunos de los sitios donde nosotros trabajamos, independientemente de que a lo mejor no hay muchos casos, como los recursos son muy limitados, se dedican exclusivamente a tratar pacientes de COVID-19, o por ejemplo, los laboratorios solo a analizar pruebas diagnósticas. Lo que estamos viendo es, sobre todo en vacunación, es que se han paralizado muchas campañas para el tratamiento de otras enfermedades, como así también la distribuciones de comida, además de tener problemas para encontrar tests diagnósticos de malaria. En una situación de recursos limitados, si todos se dedican a COVID-19, al final, la mortalidad indirecta es mucho más alta.

—¿La logística será el segundo problema?

—La logística de las campañas de vacunación siempre es muy complicada, porque son medicamentos muy sensibles que tienen que conservarse en general, entre 2 y 8 grados. Esto en países que no tienen electricidad, o que son zonas muy remotas, hay que llegar en piragua o en moto, y esto es muy complicado. Si a esto le añades que algunas de estas vacunas tienen requerimientos de cadena de frío aún más complicados, esto va a suponer muchísimo gasto y complicación logística para vacunar en algunos países.

—¿Cuál es su mensaje para quienes están en un momento crítico al ver las cifras de contagiados y fallecidos?

—Hay una cosa que es común en todas las epidemias, y en este caso, es incluso mas importante al ser un problema global, que es la participación de la comunidad y de la sociedad. Hay una fatiga epidémica. Todo el mundo está muy cansado de las normas, de las medidas restrictivas. Son muchos casos y muchas muertes, pero hay que seguir. Porque hasta que no estemos todos protegidos, no lo estará nadie.

—Antes necesidades urgentes en estas zonas, ¿la atención por COVID-19 quedaría relegada?

— Claro. Esto lo hemos visto por ejemplo, con el ébola, en el Congo, en las que se dejaba de vacunar para evitar que hubieran muchas personas juntas esperando para vacunarse. Allí, finalmente, hubo más mortalidad por sarampión que por ébola. Los países en donde nosotros trabajamos, la malaria, nutrición, vacunación y la maternidad, son causas que tendrán un alto porcentaje de mortalidad indirecta si solo se atiende por COVID-19.

—Puede afrontarse la higiene personal también en ese contexto?

— Cuando hablamos de campos de refugiados, la distancia física o la higiene de manos es prácticamente imposible. Es decir, cuando el lema era “quédate en casa”, esto deja afuera a la gente que no tiene una casa. El problema de las condiciones de vida de los campos de refugiados ya venía de antes y esta pandemia lo que hace es ponerlo en evidencia. Las condiciones de vida de los desplazados son inaceptables. Y si hay un caso en estos campos, la capacidad de explosión y de un brote es muy alta.

—¿Cómo cree que será la post pandemia en todos estos lugares?

—En algunos sitios ya han bajado mucho los casos y en este momento estamos empezando a recuperar actividades que se paralizaron o que no hemos podido mantener durante el primer pico. Estamos preparados para una segunda ola, y por supuesto preparados para cuando exista una vacunación disponible en los sitios donde no pueda llegar el ministerio de salud, nosotros podríamos llegar.

—Apenas se apruebe la primera vacuna contra el COVID-19, ¿usted se la colocaría?

—Yo me vacuné de ébola en cuanto tuve ocasión. Esto es una decisión personal que la gente tiene que hacer con una información transparente y clara. Es normal que la gente tenga miedo y dudas. Teniendo en cuenta el grado de exposición, cuando haya una vacuna validada y si tengo acceso y no hay una restricción de vacunas solo para las personas mayores. Sí, me vacuno.
fuente: infobae.

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