Entre 2016 y 2024, la capacidad de compra de los argentinos se redujo en promedio un 30%, según un estudio realizado por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA). El informe, elaborado por los investigadores Eduardo Chávez Molina, Mariana Sosa y José Rodríguez de la Fuente, destaca que los jubilados fueron los más afectados, con una pérdida de poder adquisitivo del 46% en ese período. 

El trabajo académico, desarrollado por el Grupo de Estudios sobre Desigualdad y Movilidad Social, utiliza un indicador basado en la cantidad de Canastas Básicas Totales (CBT) que pueden adquirirse con los ingresos corrientes —salarios, jubilaciones u otros ingresos— de los hogares y personas. La evolución del indicador muestra un deterioro constante y especialmente pronunciado durante 2024, primer año del gobierno de Javier Milei. 

“El dato es alarmante: implica que, en términos reales, los hogares hoy pueden comprar casi un cuarto menos de bienes y servicios esenciales que hace ocho años, profundizando las desigualdades y la vulnerabilidad social”, advierten los autores del informe. 

Según los datos presentados, los hogares argentinos pasaron de poder comprar 2,01 CBT en 2016 a apenas 1,52 en 2024, una reducción del 24%. Incluso en los sectores no pobres, la caída fue del 13%, al pasar de 2,62 a 2,29 CBT en el mismo lapso. 

En términos individuales, el poder adquisitivo de los asalariados también sufrió un fuerte impacto. En 2016 podían adquirir en promedio 2,9 canastas; en 2024, esa capacidad descendió a 2,1. El retroceso es más grave entre quienes tienen empleos de menor calidad: los trabajadores informales pasaron de 1,66 a solo 1,17 canastas básicas (-30%) y los asalariados formales, de 3,84 a 2,81 (-27%). 

Pero el colapso más profundo se observa entre los adultos mayores: los jubilados podían adquirir 2,8 canastas en 2017 y hoy solo alcanzan a cubrir 1,5. El informe remarca su “doble vulnerabilidad”: por edad y por depender de ingresos fijos no indexados a la inflación. 

Pese a la desaceleración inflacionaria observada en los últimos meses, los investigadores sostienen que la mejora aún no se traduce en un aumento del bienestar. “El reciente descenso de la pobreza no se ha visto acompañado por un crecimiento en la capacidad de compra”, señalaron. Además, advierten que el repunte de ingresos laborales fue “leve, desigual e insuficiente”, en un contexto marcado por la pérdida de empleo formal y el crecimiento del cuentapropismo informal. 

La investigación concluye que, si bien la inflación comienza a ceder, los efectos sociales de años de crisis acumuladas y políticas de ingresos poco efectivas siguen presentes en la vida cotidiana de millones de argentinos. 

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