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25 de marzo de 2025

¿Poliamorosos o gorreados?: uno de cada dos argentinos “experimenta” por fuera de la pareja

Según una reciente encuesta, la monogamia dejó de ser la única opción, incluso para mayores de 50.

Según un estudio reciente realizado por la app de citas Gleeden, en la Argentina un creciente número de personas exploran relaciones más allá de la monogamia. Pero, ¿qué es lo que viene después? Y, si la definición de pareja está cambiando, ¿qué pasa entonces con la de infidelidad?

Por empezar, el estudio realizado por Dive Marketing en México, Colombia, Argentina y Brasil (sobre 1773 participantes, 60% fueron mujeres), destaca que en la Argentina el 52% de los encuestados ha explorado vínculos por fuera de la monogamia con la infidelidad (27%) y las relaciones abiertas (26%) como las formas más comunes.

Estas cifras se acoplan a un fenómeno de apertura que se viene observando en los últimos años, conforme la discusión sobre modelos relacionales se da cada vez más abiertamente y con nuevas formas de vinculación que se han popularizado: desde las parejas abiertas como lo más “mainstream”, pero también con parejas y familias “poli” (de poliamor), LAT (living apart together) o parejas que están juntas pero viven separadas, entre otras variantes.

La novedad tal vez sea que estas ideas y debates también trascienden edades, y mientras antes era la gente joven la que se animaba a experimentar con estos nuevos modelos, hoy la situación es diferente. En este sentido, el informe asegura que los mayores de 50 años están desafiando los estereotipos y abriéndose a nuevas maneras de vincularse.

“Nos encontramos ante un cambio de paradigma. La monogamia dejó de ser la única opción después de los 50. Las parejas evolucionan y pueden replantearse qué tipos de vínculos quieren tener. Lo más importante es escucharse con ganas de entenderse y, si no se conoce el tema, informarse para no caer en prejuicios”, explica la sexóloga Florencia Pollicita.

“Siendo terapeuta de parejas veo estos casos en el consultorio muy frecuentemente – dice por su parte la licenciada Giselle Bordon, especialista en terapia vincular–. Parejas que deciden comenzar su vínculo como ‘abierto’ o que desean transformarlo sobre la marcha. En mi experiencia, las parejas consultan cuando ya lo han intentado y se enfrentan a diferentes obstáculos que no han previsto. Muchas de ellas incluso han probado y de común acuerdo han vuelto a la configuración monogámica, pero permitiéndose explorar con confianza y amor”.

Gustavo, de 53 años, y Laura, de 48, son una pareja de profesionales con hijos y...poliamorosos. “Para nosotros se trata de una identidad y una filosofía de vida. Como dice Brigitte Vasallo en su libro Terror poliamoroso, es un desafío a la centralidad y exclusividad de la pareja y familia nuclear. Nosotros no sabíamos que existía esta posibilidad de vincularse, pero a partir de una crisis de pareja, hace unos cuatro años, empezamos a charlarlo y a leer sobre el tema y hace dos años decidimos practicarlo”, cuentan sobre su búsqueda que, según dicen, es la de generar vínculos con compromiso afectivo y posibilidad para la sexualidad, pero no como precondición excluyente. “Es difícil de lograr porque la mayoría de las personas creen que las no monogamias suponen no compromiso, cuando en realidad es lo todo contrario”, reflexiona Laura.

Según la pareja, el poliamor se puede entender como una más de las formas del amor libre, y que como indican sus protagonistas, no tiene que ver solamente con la liberación sexual, sino también emocional y psicológica.

Los arreglos LAT, por su parte, también vienen con sus acuerdos y desafíos vinculados a la construcción de solidez a la distancia, la gestión de la autonomía y los tiempos propios en una pareja, el deseo y la organización de la vida familiar compartida, cuando hay hijos. “Tengo 47 años y recién ahora puedo asumir que mis relaciones de pareja no han seguido nunca el camino más tradicional. A los 38 me vine a vivir a Uruguay, donde conocí al padre de mi hija. Fui madre a los 41 años, nos separamos al año de que naciera nuestra hija y ese mismo año conocí a alguien que es hoy mi pareja. El formato que fuimos construyendo y seguimos eligiendo cada día es el de compartir gran parte del día y comidas y la mayoría de las noches, pero cada uno en su casa. Vivimos a 600 metros. Anoche me fui en bici a dormir a su casa, pero antenoche decidí que quería dormir sola porque él se levantaba a las seis para salir a buscar olas para surfear con su hijo (ya adolescente) y yo también disfruto cada tanto dormir y amanecer sola, algo que como madre separada me sucede seguido”, relata Tamara, instructora de Kundalini Yoga. “Es algo que cada día vamos decidiendo sobre la marcha y se da de modo muy natural: ¿dónde dormimos, ¿dónde almorzamos, ¿dónde cenamos? Si bien para algunos puede parecer un lujo que tengamos dos casas, así nos conocimos, y mi casa es algo que construí con todo mi esfuerzo y años de ahorros, por eso la resguardo tanto también. El deseo de compartir más siempre está ahí, pero es un arte aprender a dominarlo y quedarse con eso palpitando, que es lo que hace posible extrañarse y disfrutar del reencuentro. Es algo que tiene que ver con el romance y que los dos lo necesitamos”, sigue Tamara, quien también admite que la elección está vinculada al hecho de que ambos ya venían con hijos de parejas anteriores (ella tiene una nena de 6 años) y que no era tan sencillo entrar en la dinámica de compartir hogar y crianza. “Lo hacemos igualmente y organizamos fines de semana, vacaciones y demás en función de los tres; él participa de la crianza de mi hija en su medida”.

 

Panorama diverso

El estudio de Gleeden también proyecta un panorama relacional disruptivo: el 35% de los encuestados cree que el futuro traerá una mayor diversidad de modelos de pareja, mientras que solo el 16% piensa que la monogamia tradicional seguirá siendo la norma. Además, un 26% prevé un auge de la soltería y de los vínculos mediados por inteligencia artificial.

Sin embargo, la libertad amorosa aún tiene barreras: el 86% de quienes intentaron una relación no monogámica enfrentaron obstáculos, siendo la presión social el mayor enemigo. También habría que hacer una salvedad, ya que no es lo mismo lo que sucede en zonas urbanas o rurales: en el interior, las sociedades son más tradicionales y con modelos mas rígidos de pareja, por lo que no suelen ser bien vistos estos intentos de relaciones “alternativas”.

En definitiva, si el amor y el deseo están en constante transformación, y aunque la monogamia sigue siendo una institución que lejos está de desaparecer (sobre todo con la vuelta que está teniendo en las nuevas generaciones, culturalmente más conservadoras), lo que sí podría pensarse es que el futuro está más cerca de una multiplicidad relacional.

Algo así como un abanico de posibilidades en el que convivan distintas alternativas –de acuerdo a la forma del deseo y necesidades amorosas de cada uno– antes que una única opción absoluta.



 

Fuente: La Nación.

 

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