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ESPECTACULOS

3 de abril de 2022

Las múltiples formas de los discursos de la violencia

Aunque no sepamos quiénes ganaron los Oscar el domingo pasado seguro sabemos lo que pasó entre Chris Rock y Will Smith. Imposible abstraerse de lo que el mundo del espectáculo, especialmente el del entretenimiento de la industria cinematográfica estadounidence, tiene para contarnos. Y en estos tiempos alterados donde la necesidad de opinar aún sin tener idea de qué decir parece urgir a nuestros dedos para que aparezca nuestra “voz” on line en alguna de las redes sociales, escuchamos y vimos de todo. Hubo muchas ideas e interpretaciones distintas sobre el mismo episodio. Acá analizamos algunas.

Repasemos lo sucedido: el humorista Chris Rock hizo un “chiste” sobre la falta de pelo de Jada Pinkett, ella hizo una mueca de desagrado, su pareja Will Smith subió al escenario a pegarle una trompada a Rock y luego volvió a su asiento mientras le gritaba que dejara de nombrar a Jada. Rock sonrió y se quedó en el molde y el público rió como primera reacción, luego aparecieron las preguntas o dudas sobre lo que había pasado.

Luego nos encontramos en las redes sociales distintas interpretaciones. “En un momento se intentó mitigar el impacto del hecho diciendo que se trataba de algo guionado. Lo que aquí cabe preguntarse es si realmente el hecho sería menos grave si hubiese sido acordado previamente en un guión. Considero que hay estructuras e imaginarios sociales difíciles de cuestionar, por ejemplo esta idea de que Will Smith reaccionó como reaccionó por "amor" a Jada Pinkett y que lo hizo "para cuidarla" o "defenderla"”, dijo Milagros Martín Varela, licenciada en Comunicación Social, maestranda en Estudios Feministas en diálogo con Página/12.

Por otro lado, hubo muchos repudios. ¿Estos cuestionamientos generalizados podrían haberse dado años atrás? Pensemos que hasta no hace mucho era gracioso para la gran mayoría que se cortaran polleras femeninas en el prime time. En el último mundial de fútbol un hombre fue expulsado por grabar a una chica rusa haciéndole decir guarangadas en castellano, idioma que ella desconocía. El video se hizo viral, casi tanto como los repudios. Hablábamos entonces de que los tiempos habían cambiado, que reírnos de los chistes de Tinelli en los 90 habíamos pasado a cuestionar ciertas actitudes machistas que ya no hacen gracia. Sin embargo, los avances no son homogéneos. Sin ir más lejos, por estos días se vieron todo tipo de comentarios en redes sociales sobre la posibilidad de “adoptar” u "hospedar" a ucranianas por parte de señores, incluso funcionarios, como el caso del presidente del Tribunal Superior de Justicia de Ushuaia. “Creo que los cuestionamientos a lo que pasó no se habrían dado en otra época y esto es un enorme logro de los feminismos. Dichos cuestionamientos también salieron de figuras que son parte de la industria del entretenimiento norteamericano y ojalá esto sirva para que la Academia se dé cuenta de que hay cosas que ya no pueden suceder”, dijo Martín Varela.

¿Qué es lo que ya no puede suceder? ¿Lo de Smith, lo de Rock, lo de los dos? ¿Y qué hay con la actitud de Jada? ¿Qué es lo que pone en evidencia esta escena? ¿Nos muestra algo que no sepamos, que no veamos todos los días en otros contextos?

Matías De Stefano Barbero, doctor en Antropología y experto en masculinidades, dijo a este diario que lo que muestra este episodio es que “la violencia no es algo que tenga un solo sentido. Sin embargo, parece que tenemos la necesidad de apresurarnos a ver cómo podemos ajustar lo que pasó a nuestras ideas preconcebidas, y eso nos lleva a reproducir estereotipos y prejuicios, pero nos ayuda poco a reflexionar sobre la complejidad del asunto, que está plagado de matices y contradicciones. Por mencionar sólo un ejemplo, rápidamente empezó a hablarse de la “masculinidad tóxica” de Will Smith, cuando hasta ese momento, por muchos de los papeles que eligió, y la sensibilidad con la que los interpretó, entre otras cosas, se lo consideraba un referente positivo para construir otras formas de masculinidad. Parece que insistimos en reducir los hechos (y las personas) a las categorías de “bueno” y “malo”, buscando una pureza que nos tranquilice, pero sabemos que no existe en la realidad”.

Incluso, agregó: “hubo quienes se preguntaron por lo que Will Smith era capaz de hacer en privado si hacía eso en público. Esto reproduce, creo yo, una idea simplificada y equivocada de la violencia, como si un acto violento en una situación particular (que tiene sus precedentes y su contexto) supusiera irremediablemente que la violencia caracteriza a esa persona. Esto construye una idea del “violento” como un ser monstruoso, cuyo reverso es la construcción de un “nosotros” pacífico, que es igualmente falso. Creo que nos debemos el tiempo y el espacio para hacer algo más que reaccionar frente a todo lo que pasa, y especialmente sobre la cuestión de la violencia, reflexionar sobre sus causas y consecuencias, pero también sobre qué discursos estamos construyendo alrededor de ella”.

Para Martín Varela, “el principal problema aquí no es la masculinidad tóxica de Will Smith sino la doble violencia ejercida contra Jada Pinkett: la violencia estética por parte de Chris Rock al hacer un supuesto chiste sobre su calvicie (generada por un problema de salud) y también la violencia simbólica por parte de Smith. Will Smith reprodujo no sólo la idea del machismo que sostiene que entre varones las cosas se resuelven con violencia física para demostrar quién es "el más fuerte" y, por lo tanto, "el más hombre"; sino que reproduce otra idea patriarcal y es aquello que las feministas cuestionamos del "amor romántico": esto que hizo de justificar su comportamiento como un "exabrupto" supuestamente causado por el "amor" que tiene hacia Jada Pinkett. Todo esto sin mencionar que Smith se adjudicó la potestad de responder por ella, ya que ella fue la persona violentada y no él. Es decir, Smith actuó como si hubieran violentado a alguien de su propiedad”.

 

Claramente, Jada (la “hembra” en disputa) quedó desdibujada en todo esto. Durante la escena que la tuvo como pivote, estaba fuera de cuadro, la cámara la enfocó cuando el conductor la nombró, vimos su gesto de molestia y luego ya no la vimos más, el espectáculo fue el del macho herido que salió a defenderla.

En el texto Modernidad y espacios de la feminidad, Griselda Pollock (2015), historiadora del arte, analiza justamente el lugar de las mujeres, de lo femenino en los cuadros de artistas plásticos varones y mujeres. Plantea que la división tajante entre los espacios de lo femenino y de lo masculino, entre lo privado y lo público, respectivamente, sobrevive al día de hoy, en que las mujeres "se ven cada vez más vulnerables a la agresión violenta cuando están en público". La posición femenina, dirá, siempre es como objeto de mirada; de una mirada que se presume masculina, aunque no esté dicho. Sobre ella entonces se puede decir lo que sea, cuestionar su pelo, su color, su peso o su vestir y hacer chistes sobre ello. El pelo, o mejor dicho, la falta de él en este caso, no es ingenuo para las feminidades, como hemos contado en otra nota. Para las mujeres la exigencia del pelo largo, sedoso y prolijo ha sido parte del canon a cumplir para encajar en el estereotipo de lo femenino. El pelo largo de las mujeres fue símbolo de seducción y por lo tanto cubierto para no tentar a los hombres y a Dios en distintas tradiciones (en algunas sigue vigente). Por eso rapar a las mujeres fue usado como forma de castigo en largos períodos de la historia. A Juana de Arco, en 1431 le raparon la cabeza, y la llevaron a la plaza del mercado para leerle la sentencia. Quitándole el pelo a la mujer pecadora se le quitaba su femineidad y se la humillaba públicamente, como pasó en 1945 con las francesas acusadas de colaborar con los nazis: fueron obligadas a desfilar por las calles totalmente calvas y en ropa interior.

Volviendo a la pregunta sobre qué nos muestra esta escena, podemos pensar que así como Rita Segato dice que los femicidios son actos que los femicidas hacen para otros, para mostrar a otros hombres lo que son capaces de hacer y fortalecerse como "machos", podemos pensar que esta escena también fue montada para otros hombres, para demostrar la virilidad del macho que salvó el honor de su hembra mancillada (No es menor que no le haya preguntado a ella si algo como eso la haría sentirse mejor). "La mujer es solo un signo, una ficción, una creación de significados y fantasías. La feminidad no es una condición natural de los individuos de sexo femenino. Es una construcción ideológica y variable de significados para el signo MUJER (sic), producida por y para otro", dirá Pollock.

Vale una aclaración importante, no importa quiénes son esos hombres y esa mujer, ni siquiera importa la escena (“no importa cuando leas esto” se podría leer en Twitter). La feminidad y la masculinidad son estructuras históricas y finalmente quienes personificaron el domingo estas dos expresiones también están representando una época. Este tiempo de gran avance de los feminismos es también el tiempo en que todavía la masculinidad hegemónica, la de hombres blancos (o negros de clase dominante como en este caso), hetorosexuales, tiene mucho vigor. Y en que las feminidades --con las grandes diferencias que nos atraviesan-- seguimos siendo los cuerpos de los que se habla, se opina; los cuerpos que se violentan.

 

 

 

 


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