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EDUCACIÒN

23 de diciembre de 2021

Jorge Angelini: “Es una estafa darle al chico un título secundario para que después rebote en el CBC o en el trabajo”

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“En la escuela se hace caridad educativa: el alumno siempre es la pobre víctima del docente que lo desaprobó”, dice este profesor secundario de Lengua y Literatura, de larga trayectoria en colegios bonaerenses

Jorge Angelini es profesor de Castellano, Literatura y Latín. Ejerce la docencia desde hace 35 años, en Merlo, provincia de Buenos Aires, en colegios secundarios y en Institutos de Formación Docente.

Está feliz de poder al fin expresar lo que siente frente a “una política de facilismo, agravada por la pandemia, pero que ya venía desde antes”. Cuando leyó la nota que se publicó en Infobae sobre la última resolución de la Dirección General de Educación (DGCyE) de la provincia de Buenos Aires, se sintió al fin expresado.

Esa resolución debería haber sido la gota que rebalsara el vaso, por el modo en que flexibilizó los criterios de promoción de materias, casi una burla. Una burla al esfuerzo de profesores y alumnos. Angelini imaginó que habría una reacción de la sociedad.

Baste decir que en virtud de esa resolución, con aprobar el último semestre de 2021 el alumno aprueba el año completo y también el anterior (2020) y, si le quedó previa esa materia de 2019, también se la dan por sabida. Hasta tres años por un semestre. También estableció que se evalúa por “áreas” y no por materia y que un alumno puede pasar de año llevándose hasta dos áreas previas, lo que implica que puede promocionar con mucho más que 2 materias sin aprobar. La evaluación por áreas es casi un “curro”: aprobando una o dos materias se aprueba toda el área... Como si historia y geografía fuesen lo mismo. O física y química.

Cuando llegó la comunicación de la DGCyE, Angelini escribió por ejemplo a Padres Organizados -los que lucharon por la vuelta a la presencialidad- y a la Academia de Educación, pero no tuvo respuesta. Esperaba que se pronunciaran sobre lo que considera “una estafa” y una “injusticia”, porque se equipara al alumno que se esforzó, que asistió a clase, que cumplió con los requisitos pedagógicos, con el que no lo hizo. Y así lo viven los propios estudiantes. Pero ni los padres, ni los directivos de los establecimientos ni mucho menos los gremios se muestran preocupados por el tremendo deterioro de la educación a través de un sistema que sólo apunta a dibujar una estadística, denuncia este profesor, sin importarle verdaderamente la formación.

— ¿Usted diría que hay una política deliberada de la Dirección de Educación para que los alumnos aprueben con la excusa de la pandemia? ¿Hay presión sobre los profesores para que aprueben a los alumnos aun sin que hayan adquirido los conocimientos necesarios?

— Hay una política de facilismo que se vio agravada con la pandemia pero que venía de antes. Esto no es una novedad. La pandemia vino bien para justificar las directivas a los profesores para que repita el menor número posible. Y sí, hay medidas, como el régimen de acreditación para los alumnos que no aprobaron o el fundir en áreas cuando nosotros trabajamos por materia. Ahora nos venimos a enterar de que tenemos que evaluar por área. En mi caso yo comparto área con inglés y alumnos que quizás hablen muy bien en inglés pero en literatura no leen un libro, ¿por qué vamos a convalidarles un aprobado? Esto demuestra que lo que se busca es que el alumno apruebe a toda costa sin tener los conocimientos mínimos que ya de por sí tuvimos que priorizar. Y aun esos contenidos se integran en un área donde se van a diluir inexorablemente.

— O sea, que por un lado se evaluó un bienio (2020 y 2021) a partir del desempeño del último semestre. Después, agruparon las materias por áreas y hacen que los profesores hablen entre ellos para ver si el chico como aprobó historia por ahí puede zafar en geografía. ¿Sería algo así?

— Exacto. Exacto.

— Y previamente habían reducido los contenidos a lo mínimo.

— Si, tuvimos que definir los contenidos prioritarios, las habilidades mínimas requeridas para que el alumno pueda promover un espacio curricular. Y agrego que si el alumno tiene por ejemplo literatura de 4° año previa pero aprobó literatura de 5° con contenidos completamente distintos, ahí también se le da por aprobada la previa. Es decir, tenemos un redoble de apuesta. Podríamos decir entonces que al alumno se le aprueba la previa por aprobar la cursada de este año. Es ilógico desde donde se lo mire. Si esto no es presión...

— ¿Esto está pasando en públicos y en privados?

— Esto es para todos y están los inspectores atrás que lo hacen cumplir a rajatabla. No hay forma de correrse un poquito de la directiva. La normativa es ésta y se aplica así.

— ¿El director de un establecimiento no tiene margen de maniobra frente a eso?

— Ninguno, en absoluto. Está atado de pies y manos a lo que el Ministerio manda y a lo que el inspector hace cumplir. Pero sí podrían quejarse. Denunciar lo que está pasando. En cambio, con su resignación frente a los embates de la Dirección de Escuelas también son responsables de la incoherencia. ¡Qué distinto habría sido todo si todos los directivos de la región se hubieran pronunciado masivamente en contra de la resolución!

— ¿Por qué pasa esto? ¿Por qué esta obsesión por aprobar al alumno y darle un título aunque no esté verificado que aprendió?

— Hay terror a la estadística. Sin todos estos parches que se le están poniendo el sistema, la estadística arrojaría un alto índice de repitencia. Cosa que la Dirección General de Escuelas no podría sostener. Así como se le escapa a los índices del INDEC o como dijo el gobernador (Axel Kicillof) que dar los índices de pobreza era estigmatizante, ahora decir que hubo tanta repitencia en la secundaria no lo podrían sostener. Entonces salen estas políticas en las que no importa el conocimiento, importa que se diga que un 70% de los chicos, a pesar de las de las dificultades, a pesar de que no se abrieron los colegios el año pasado, logra aprobar los contenidos mínimos, pero esto es cartón pintado. No hay realmente un conocimiento. El chico queda a la deriva y lo veremos más adelante. Así como vimos los resultados vergonzosos del polimodal, cuando uno miraba el diario y decía, por ejemplo, que se solicitaban repositores para un supermercado y entre paréntesis el aviso clasificado ponía “Polimodal abstenerse”. Yo decía ¿qué estamos haciendo? Estamos largando chicos que no sirven ni para repositor de un supermercado. Es gravísimo. Y esto es parche sobre parche. No hay realmente medidas de fondo para que el chico egrese con los conocimientos que después se requieren en la universidad o donde se desempeñe, en el trabajo. No lo hay.

— Que esté preparado para la vida. Para lo que vaya a hacer en el futuro.

— Yo siento que en parte es una estafa. Es una estafa porque se lo engaña, se le da un título después de seis años de trayectoria y uno lo va viendo cuando se encuentra con egresados que intentan hacer el CBC u otra carrera y bueno, rebotan en gran número.

— ¿Cuál es la estadística de repitencia hoy y cuál cree intuitivamente que podría ser si no existieran estos mecanismos de facilitación?

— El dato de hoy no lo tengo. Pero un 40% de repitencia podría llegar a haber, si nos guiamos por como estábamos evaluando sin todos estos parches, con mesa de examen, con la forma tradicional. Que igual ya venía bastante light, porque con la resolución 587 del año 2011 que impulsó (Daniel) Scioli y que sostuvo (su ministro de Educación) Mario Oporto empezó una de las debacles..

— ¿Qué dice esa resolución?

— Básicamente lo que hace es posicionar al alumno como un sujeto de derecho pero nunca de obligaciones. Por ejemplo, si una mesa de examen empezaba a las 7:30 y el alumno llegaba a las 11, igual había que examinarlo. Otro condimento de esta resolución: antes los alumnos que tenían aplazo en la suma de los tres trimestres iban directamente a rendir en marzo. Era el famoso directo a marzo. Bueno, acá no. Por más que tuviera un uno de promedio en las materias se sentaba al lado del alumno que a lo mejor se la había llevado con un 6.

— Es que el motivo de ir a marzo era que si un alumno tiene un 1, o un 2, es que no incorporó los conocimientos de ese año. Necesita tiempo. No puede en diez días en diciembre dar la materia como puede hacerlo uno que está flojo en algunos aspectos. Tenía una lógica.

— Claro. Con un alumno que anduvo en el 5 uno desarrolla otra estrategia que con aquel que se sacó un 2. Pero bueno, acá igualamos hacia abajo. Otra facilidad para los alumnos es que después de dar tres veces mal una materia con el profesor, podían pedir cambiar la mesa, dar con otro profesor. Y esto rige incluso si el alumno no se presentaba, si corrían tres turnos con el alumno ausente, automáticamente lo pasaban a otro profesor. Esta resolución está suspendida por la pandemia, vaya a saber si no la resucitan. No se le cambió un punto ni una coma tampoco en la gestión de (María Eugenia) Vidal. Yo esperaba que esta resolución cayera porque el alumno tiene todos los derechos pero ninguna obligación. La meritocracia ya sabemos por boca del Presidente cómo es estimada o inestimada. Esto el chico lo maneja, lo sabe. Hay chicos que se aprovechan y hay otros que ven la injusticia. Me dicen “profe, mire, yo desaprobé con usted el año pasado, pero vine a todos los encuentros, ahora apruebo la materia y me encuentro con que mi compañero no vino nunca a rendirla y ahora se la aprueban porque aprueba el área, es injusto. Yo le digo “bueno, pero vos corrés con ventaja, con más competencias porque te preparaste, leíste los libros, hiciste las lecturas obligatorias”. Pero eso lo razono yo con 56 años, para un chico de 15 es completamente injusto que el sistema favorezca a aquel que no hizo nada.

— Usted recién rozaba el otro aspecto que se combina con el facilismo pedagógico que es la indisciplina. El alumno ya casi ni está obligado a asistir a la escuela. No queda libre por faltas, puede llegar tarde…

— Con esto de la pandemia no se quedaban libres. Tomábamos asistencia por zoom a los chicos que se vinculaban. Pero cuando volvió la presencialidad era un mero formalismo que el preceptor tomara lista porque no estaba el peso de las 28 inasistencias para quedar libre.

— ¿Cómo es el ambiente en un aula hoy? ¿Es posible enseñar? Porque sin un mínimo orden y una mínima disciplina es difícil imaginar que uno pueda trabajar en torno al conocimiento.

— Sí, hay que posicionarse en mostrar que el conocimiento sirve. Como yo les digo a mis alumnos del profesorado, hay que estar convencido de que lo que uno enseña es lo mejor que les puede pasar a los alumnos. Cuántas veces a mí me dicen “profe, por qué da sintaxis, si yo el día de mañana no voy a analizar sujeto y predicado”. “Mirá, vos con este ejercicio estás ejercitando el razonamiento y eso el día de mañana andá a saber, te va a salvar quizás de alguna situación límite el poder razonar y ser rápido en una respuesta”. A los alumnos que formo en el profesorado les digo que si se paran en la postura de “ah, lo enseño porque está en el programa”, perdieron, porque no podrán convencer al chico de la importancia de la disciplina que están enseñando.

— Eso se vincula con algo que dijo el ministro de Educación, Jaime Perczyk: que hay que consultar a los chicos, preguntarles qué les interesa, qué quieren estudiar. Pero un chico de 12, 13 ó 14 años no puede saber qué le sirve estudiar. El chico piensa que estudiar castellano, leer el Cid campeador, no le sirve para nada, porque no tiene la perspectiva que dan los años para entender que, aunque no se dedique a la literatura, ayuda a razonar, a tener herramientas. No es el chico el que está en condiciones de decidir lo que tiene que estudiar o no. Decir eso es lo más anti pedagógico que escuché.

— Claro. Y una bomba que tiró el ex ministro (Nicolás) Trotta fue en julio del año pasado cuando dijo “este año no repite nadie”. Usted no sabe la baja en la presentación de trabajos prácticos que yo tuve por ese comentario tan desafortunado. ¿El que llega a ministro conoce el aula? ¿Conoce la tarea de hormiga que tenemos que hacer todos los días para que de un plumazo nos borre el trabajo? Veníamos piloteándola con la pantalla, que no bajen los brazos, que se conecten, que entreguen los trabajos en tiempo y forma. Y este bombazo a mitad de año nos destruyó, nos dejó sin argumentos. Las medidas del Ministerio son piedras que nos van poniendo en el camino que nos hacen muy difícil la tarea.

— Usted dice que más que calidad educativa es caridad educativa lo que se les da a los chicos hoy.

— Sí, sí. Yo lo siento así. Toda la documentación que mandan es en función de la calidad educativa. Ese es el caballito de batalla. Pero en realidad esconde la caridad. Al chico se lo victimiza en todo sentido. Siempre el chico es la pobre víctima del profesor que lo desaprobó, de las amonestaciones que se le pusieron por faltar el respeto. Entonces, si lo victimizamos, él siempre tiene derechos pero nunca una obligación. Le damos la migaja de lo mínimo de lo mínimo. Ahí hacemos caridad, y bueno, sí, pobrecito. Y… vino. Qué sé yo, trajo el trabajito. Se lo aprueba. Y se le está haciendo un mal enorme. La mirada va a cambiar el día que los docentes que tenemos un 30, un 40% de chicos recuperando no seamos mal vistos como ahora. La mirada nunca está puesta en el docente que a esta altura del año de 35 alumnos aprobó a 35. Siempre la mirada está del otro lado de la balanza, de los que tenemos chicos para recuperar o para dar examen.

— Como usted enseña también en institutos de formación docente, hablemos del otro drama que se desarrolla sin que la gente tome conciencia. En esos institutos se ingresa sin examen. Y son los que mañana van a ser maestros.

— Sí. Volvemos al 2010, otra vez a la gestión de Scioli y Oporto. Hasta ese momento había examen de ingreso y mal que mal uno partía siempre de un piso y ponía un límite de estudiantes por aula. Las aulas son para 35, 40 alumnos. Ahora entran todos porque el examen de ingreso no es progre, está mal visto, es antediluviano. En una cátedra de lingüística en el 2018 tuve 102 alumnos. ¿Dónde está la calidad ahí? Los alumnos escuchaban la clase en el pasillo mirando por la ventana. Tuve que dividir las 3 horas de clase en dos, y dar de a 50. Es decir, esos estudiantes estaban adentro del sistema, pero dígame con qué calidad de aprendizaje. Ya que no hay examen de ingreso, pongamos un examen de egreso, un examen de capacidades mínimas para el que egresa. Bueno, tampoco, obviamente, ni hablar. Hubo un atisbo de esto en la gestión de Vidal, de evaluar a los ya recibidos y los gremios obviamente se opusieron.

— Es increíble que se sostenga que es injusto o ilógico pedir que un futuro docente, como mínimo, de partida, sepa leer, escribir corrientemente y pueda expresar una idea con claridad. ¿Cómo va a enseñar si no?

— Sí, además se los habilita a dar prácticas con materias pendientes de 1° y 2° año. Yo soy profesor de prácticas en 3° y pueden ingresar debiendo hasta diez materias de años anteriores. Yo ahí les hago tomar conciencia de que les faltan contenidos y no pueden enseñar. Pero el sistema no lo impide. Tendría que haber un marco normativo claro. Pero que no lo va a haber con estas políticas facilistas, jamás lo va a haber. Y esto va en picada.

— Usted dice que algunos alumnos se quejan de esta situación. ¿Qué pasa con los padres? ¿Son conscientes de lo que les están haciendo a sus hijos?

— Los padres se quejan, pero es la queja de cola de banco digo yo, uno se queja de lo caros que están los impuestos pero va y paga. Es una queja sin acción. Cuando leí su nota, y yo ya venía un poquito motivado, le mandé a Padres Organizados la misma inquietud. Les dije que me parecía bárbaro que se hubieran preocupado por abrir las escuelas pero que se fijaran un poquito en lo que se hacía adentro. No tuve respuesta. Y le mandé a la Academia Nacional de Educación la copia de la resolución de evaluación para que por favor también hiciera alguna declaración sobre cómo se va a promover a los alumnos de la provincia y no tuve eco. Los chicos sí se quejan y a mí me da esperanza. Por ejemplo yo tengo tres 6° año, y me eligen muchísimo para dar los diplomas y soy uno de los profesores que más alumnos manda a rendir. Pero mientras el alumno vea que la exigencia no es sinónimo de que te odio, todo lo contrario: estoy apostando a mejorarte... Si me tuviera que guiar por directivos, por inspectores, por el propio Ministerio, esperar que alienten y motiven el trabajo diario, yo hubiera dejado hace tiempo porque ya tengo la edad y los años de servicio para jubilarme. Es realmente por los alumnos que sostengo este trabajo.

— Esto me recuerda una frase que leí de un maestro francés: que el chico sólo se acuerda del profesor que fue exigente. El que le enseñó algo...

— Si uno se remonta a su experiencia como estudiante secundario se acuerda de los profesores que apretaban el zapato. Y mis modelos en la docencia son esos. No justamente el del profesor demagogo, el que no hacía nada, el que nos aprobaba fácil. No. A esos realmente no los tengo como modelos para imitar.

— A los sindicatos docentes nunca se los ve preocupados por estos temas. Siempre es la cuestión salarial, las condiciones del edificio. Nunca el eje de su profesión que es la educación.

— Sí, sí. Jamás en 35 años noté que haya habido un gremio que fuera contra alguna medida de este tipo. Lo pedagógico a ellos no los atañe, no los implica. Lo salarial, lo edilicio. Lo político. Van de la mano con lo político. Lo educativo no. Queda relegado. Por ejemplo, esta medida del gobierno de Vidal de evaluar a los docentes ya en funciones fue trabada por el gremio justamente. Cuando intervienen en lo educativo es más para desacreditar que para sumarse y ver si se puede sacar algo positivo.

— Hay una politización de la educación. Por ejemplo un documento de la Dirección de Educación dice que la evaluación “es un hecho ético y político”. Es decir, no es un hecho pedagógico. ¿De qué están hablando? De que hay que incluir a como dé lugar. Incluir para ellos es tener el chico en la escuela aunque no aprenda nada. Si usted tuviera la posibilidad de hacer algo para que cambie este sistema, ¿por dónde empezaría?

— Yo empezaría dándoles mayor autonomía a los colegios. Lo que dicen las circulares que se cumpla realmente, que den autonomía a cada escuela, a cada institución. Es decir, el Ministerio tendría que dar tres o cuatro lineamientos marco, pero que después dar autonomía. Si queremos cuatrimestre, si queremos trimestre, si queremos bimestre, con cuánto aprobar, tomar examen, tomar integradora, no tomar. Porque si no vamos a seguir atados a un Ministerio que está en La Plata y que da normativas para toda la provincia y que son tan cuestionadas. Ese sería uno de los puntos que me parece clave, mayor autonomía a cada institución. Y el segundo es revalorizar a los chicos, a los alumnos de 6to. ¿Qué es revalorizar? Hacerlos acercar más a la universidad que al ciclo básico. Nosotros estamos evaluando a un alumno de 6to que ya está por entrar a la facultad igual que a un alumno de 1er año. Cuando fui director en polimodal habíamos implementado en el colegio Elvira Sullivan de Merlo un sistema que se llamó el semi presencial donde el chico hacía como una cursada pre universitaria, y los profesores tomábamos lista por materia, el alumno cuando no quería estar en una materia se podía levantar y se iba. Se definían materias troncales y las demás eran optativas. Les tomábamos parciales. Y eso también solucionaba la disciplina. Eso lo pudimos sostener porque lo apoyó una inspectora, que trabajó mancomunadamente con nosotros y a la que quisiera nombrar, Rosa Miño. En 35 años, puedo rescatar una supervisora. Imagínese lo que es el resto. Después esta persona se fue, a la inspectora nueva no le gustó el proyecto y se archivó. Era algo que funcionaba y como acá lo que funciona no sirve, lo sacaron.

— Y examen de ingreso a los institutos docentes...

— Sí. O, si no podemos poner un examen de ingreso, que el alumno que quiera entrar, tenga un promedio de su secundaria de 9 puntos. Pero que haya alguna forma de decir necesitamos este piso para que vos entres a la carrera docente. Si no, no se mejora.

— El cambio de ministro de Educación en la provincia (entra Alberto Sileoni en reemplazo de Agustina Vila), ¿cómo lo ve?

— En mi época de polimodal, Sileoni era asesor y no puedo decir “qué buena medida que impulsó”. Así que realmente no me da esperanzas. Los ministros... Puedo reconocer de la gestión ministerial a (Daniel) Filmus cuando con la Ley General de Educación sacaron la EGB, el tercer ciclo, y secundarizó. Eso me pareció una medida que se tardó en tomar pero se tomó. Y en los años 90, cuando Antonio Salonia, ministro de Educación de Menem, dio marcha atrás con una medida de Alfonsín, que había sacado las notas y puesto tres valoraciones: alcanzó los objetivos, no alcanzó o superó los objetivos. Es decir, desterró las notas. Y este ministro vino y volvió a poner la escala de calificaciones. Son los únicos dos ministros que hicieron algo. El resto... miro para atrás y en 35 años no me puedo quedar con uno.

— Recapitulando, ¿puede hoy un docente reprobar a un alumno?

— Mire, yo estoy cerrando ya la tercera semana de la intensificación que es esta nueva forma de recuperar y me están quedando más alumnos para febrero que los aprobados en estos días. Sí, podemos. Pero uno está parado en un tembladeral. Uno no sabe de dónde va a venir el boomerang. Y tengo ejemplos en 35 años muchos, muchos. De directivos, de supervisores, de...

— ¿De qué?, ¿que vienen y le dicen tome examen de nuevo, por qué reprobó...?

— Preguntan “qué estrategia utilizó para no tener esta cantidad”. Uno hace malabarismos. Pero detrás de eso está la voluntad del chico. Y parece que de eso las autoridades no se dan cuenta. Hace unos años una directora me mandó a llamar y tenía la planilla mía de calificaciones con más rojo que azul. Y me dijo “Jorge, qué hiciste, qué estrategia desarrollaste para no tener estos resultados”. Yo le dije “si vos en vez de estar en la dirección tomando café y mirando el libro de Avon hubieras venido a ver mis clases podrías dar cuenta de las estrategias que usé; ahora ya es tarde, ahora no me pidas estrategias porque ya las usé y vos no las viste”. Es esta cosa de querer cuidarse por si viene un inspector y dice qué hizo este profesor. Si esa planilla con tanto desaprobado llega a la jefatura de Haedo, el jefe de Haedo le dirá al supervisor del colegio y vos qué hiciste... Es una cadena donde todos cuidan su pequeño feudo y su pequeño mundo y que nadie los moleste. Y si hay un profesor que molesta y bueno, hay que arrojarle toda la normativa ministerial para que se pueda arrepentir.

— Le agradezco su tiempo. Espero que esto sirva para que algo cambie o al menos para que la gente se entere de lo que está pasando en las escuelas. Incluso los políticos que se dicen preocupados por la educación no tienen idea de lo que sucede; a lo sumo creen que es un problema nada más que de presupuesto.

— Tal cual.

— Lo que yo sé del tema lo sé por docentes que, como usted, están preocupados, alarmados por lo que está pasando, y porque sigo los debates pedagógicos que se dan en otros países, en Argentina lamentablemente no. Y aquí pocos profesores se animan a hablar y es entendible porque hay temor a represalias....

— Yo realmente no les temo. Desde el momento que doy la cara, no. Hace años que estoy buscando a alguien que mire, que recoja un poquito lo que sentí en 35 años. Es muy triste no poder decir que algo me gustó en todo este tiempo. Lo único que me alienta son los pibes, esta cosa de “profe no baje los brazos, profe, gracias”...

 

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