Domingo
19 de Enero de 2025
EFEMÉRIDES
19 de enero de 2025
El Ángel Rubio marcó una época en la historia de la criminalidad argentina.
El domingo 27 de febrero de 1972, los lectores de La Opinión se encontraron, en el suplemento cultural, con una crónica que no hablaba de libros, cine o música. Su autor hurgaba en una trayectoria de alguien que muy lejos estaba de ser de un artista, y que era noticia desde hacía tres semanas. Mejor dicho: era la única noticia de la que hablaba el país y La Opinión no había cubierto el caso. Osvaldo Soriano reseñó las andanzas criminales de Carlos Robledo Puch, de veinte años, detenido el 4 de febrero con un historial escalofriante de once asesinatos. Tal era la magnitud del caso que el diario de Jacobo Timerman decidió reseñar los pormenores en una crónica publicada en el suplemento de Cultura y que se volvería histórica. Si no se puede pensar el fusilamiento de Severino Di Giovanni sin el relato de Roberto Arlt, la historia del principal asesino múltiple de la historia criminal argentina iba a ser inseparable de El caso Robledo Puch.
JUVENTUD
Carlos Eduardo Robledo Puch nació el 19 de enero de 1952, hijo de Víctor Elías Robledo Puch y Aída Habedank. Por la rama paterna de su padre, hay una figura de la historia argentina: Martín Miguel de Güemes, casado con Carmen Puch. La descendencia que llega al asesino serial es por el lado de un cuñado de Güemes, Dionisio Puch, que llegó a ser gobernador de Salta antes y después de la caída de Juan Manuel de Rosas.
Víctor Robledo Puch trabajó en Industrias Kaiser Argentina y en el IAPI, el Instituto Argentino de Promoción e Intercambio, el ente que centralizó las rentas de las exportaciones en la primera presidencia de Juan Domingo Perón. Aída era alemana y llegó a la Argentina justo después de la Segunda Guerra. Cuando se casó con Víctor fueron a vivir al partido de Florida, en Vicente López. Allí vio la luz su único hijo.
PRIMER ROBO
Los padres lo anotaron en el Instituto Cervantes de Vicente López, donde conoció a su primer cómplice, Jorge Ibáñez, un chico con tan mala conducta como él. Ambos formaron una sociedad delictiva.
En septiembre de 1970 entraron de noche a una joyería de la avenida Maipú. A las dos semanas, también por la noche, robaron un taller de motos. Se fueron en una Gilera y la policía los sorprendió cuando la moto se les quedó. Mostraron documentos falsos. A Robledo lo dejaron ir a cambio de que volviera con los papeles de la moto. No regresó. Ibáñez pasó 18 días en el calabozo y se resintió el vínculo con su socio de robos.
Robledo aprovechó para irse a Mar del Plata y allí entabló amistad con un vecino de Vicente López con el que se cruzaba por el barrio y que lo reconoció en la ciudad balnearia. Se llamaba Héctor Somoza. A su regreso se lo presentó a Ibáñez. La idea era sumarlo a los robos. Antes que eso sucediera ocurrió el hecho que dio inicio a la serie de asesinatos.
SEIS ASESINATOS
El 15 de marzo de 1971, Robledo e Ibáñez entraron a Enamour, un boliche de La Lucila. Mientras se llevaban dinero, Ibáñez le señaló a su socio a dos personas que dormían en dos camas contiguas. Eran el gerente Félix Mastronardi, y el barman Manuel Godoy, de nacionalidad paraguaya, que había pedido quedarse a dormir. Robledo Puch les apuntó y les disparó a la cabeza mientras dormían.
La crónica policial se superpuso con la política. Ese mismo día estalló el Viborazo en Córdoba, una revuelta popular no tan grande como el Cordobazo de dos años antes, pero sí lo suficiente como para terminar con el gobierno de facto de Roberto Levingston, reemplazado por Alejandro Agustín Lanusse. Comenzaba la fascinante partida de ajedrez entre Lanusse y Juan Domingo Perón, exiliado en Madrid. El gobierno militar inició diálogos con Perón en la capital española.
Los siguientes dos asesinatos hoy se encuadrarían como femicidios. Virginia Rodríguez tenía 16 años, y vivía en Olivos. Tras haber perdido su trabajo, había comenzado a prostituirse. Ibáñez y Robledo Puch la subieron a su auto el 13 de junio al verla en la Avenida del Libertador. Pararon en un descampado. Robledo bajó del auto. Al rato, descendió Rodríguez. Comenzó a caminar y Robledo la siguió. A los pocos metros la mató de cinco balazos y se llevó su cartera.
El 24 de junio fue el turno de Ana María Dinardo, de 22 años. Se despidió de su novio y fue a tomar el colectivo en Avenida del Libertador y Laprida cuando se cruzó con el Chevy blanco de Robledo Puch e Ibáñez. La encañonaron y la llevaron al mismo descampado donde encontrara la muerte Virginia Rodríguez. Ibáñez no pudo consumar la violación y la hizo bajar. Apenas había comenzado a caminar cuando Robledo Puch le disparó a quemarropa. Le robaron la cartera. La policía sospechó del novio de Dinardo.
NUEVO CÓMPLICE
Pasaron casi cinco meses hasta el siguiente crimen. En el medio, Robledo Puch perdió a su cómplice. El 5 de agosto de 1971, el séxtuple asesino chocó de frente la camioneta de su padre contra un taxi en el barrio de Núñez. Ibáñez iba en el asiento del acompañante. Su compinche se llevó sus documentos. Aunque se caratuló como accidente, cuando Robledo Puch cayó preso comenzaron las sospechas de si no había fraguado el accidente para matar a Ibáñez. La consecuencia fue que debió buscar un nuevo compañero de andanzas, y allí entró en escena Héctor Somoza.
El 15 de noviembre, con su flamante socio, ingresaron a un supermercado de Boulogne, donde Robledo mató a sangre fría a otro sereno que dormía. Su séptima víctima se llamaba Raúl Delbene. No había nada para robar y lo único que se llevaron fue un teléfono, que Somoza le regaló a la madre.
Dos días después entraron a una agencia de autos de Vicente López y el asesino de 19 años sumó a su octava víctima: el sereno Juan Carlos Rozas, al que le descerrajó dos balazos. Se fueron con menos dinero del que pensaban encontrar, 90 mil pesos. El 25 de noviembre entraron a una agencia de autos Dodge en Acassuso, donde Robledo Puch le metió tres balazos a Bienvenido Serapio Ferrini, que se había estrenado como sereno del lugar una semana antes. El robo fue un éxito, con un botín de un millón y medio de pesos.
Después de tres robos con tres serenos asesinados en el lapso de diez días, el dúo se tomó vacaciones. La vuelta a la acción significó la caída en desgracia de Robledo, con dos muertes más en un solo día.
En la mañana del 8 se difundió la noticia de la fuga. La abuela de Robledo aseguró que él la había llamado. Todo indicaba que había vuelto a su barrio. Así fue. 17 meses después de su detención, volvió a pisar las calles de Olivos, donde en la calle Gaspar Campos moraba Juan Domingo Perón. Había tomado un micro desde La Plata, después de juntar monedas como mendigo. Bajó en Plaza Miserere y de ahí se fue en colectivo a Puente Saavedra. Se escondió en una obra en construcción y unos vecinos, al ver al joven vestido como un harapiento, al que no reconocieron, le dieron dos panes, su única comida fuera del penal. Habría querido ir a la casa de la familia de Jorge Ibáñez, su primer cómplice, para pedir dinero.
Cayó a las nueve de la noche del 10 de julio, cuando entró a la confitería Múnich, sobre Libertador y pidió el teléfono. Llamó a su madre. Los parroquianos ya lo habían reconocido y escuchado decir “Mamá, estoy destrozado. No doy más…me duele la cabeza, tengo sueño…estoy enfermo”. Al salir, lo esperaba un patrullero. Había estado prófugo casi 72 horas.
PERICIA Y CONDENA
El juicio por los crímenes llegaría recién en 1980. Robledo Puch tenía 28 años cuando comenzaron las audiencias de un proceso que duró cuatro meses, con 92 testigos, entre los que no estuvo Dora de Bianchi, la única sobreviviente, que se excusó de declarar por problemas de salud. Para llegar al debate hizo falta un perfil psicológico de Robledo Puch. Ahí entró en escena Osvaldo Raffo.
Médico legista y forense, Raffo fue convocado por la fiscalía con la misión de establecer que el asesino estaba en sus cabales, que no se trataba de alguien con alteraciones mentales que lo podrían llevar de la cárcel a un psiquiátrico. Se encontraron 25 veces a lo largo de dos meses, en sesiones de hasta cinco horas. El aporte de Raffo resultó decisivo para la condena: consideró que el reo era un psicópata, que todavía era capaz de salir a matar y que por lo tanto constituía un peligro para la sociedad.
En El ángel negro, que recrea la vida del asesino, Rodolfo Palacios recogió la palabra de Robledo Puch: “Raffo mintió y se hizo famoso a costas mías. Se hacía el sabio sólo por citar frases de psiquiatras famosos. Me sentenció. Dijo que era un psicópata maldito, pero el psicópata es él”.
En esos años, los del terrorismo de Estado, Raffo trabajó para la Policía de la provincia de Buenos Aires. Osvaldo Papaleo, secuestrado y torturado, diría, años después de los hechos, que Raffo estaba vinculado directamente a Ramón Camps, el jefe de la fuerza y que al revisar a Jacobo Timerman, víctima de tormentos, había asegurado que no mostraba “signos de violencia externa”.
Raffo se convirtió en una eminencia consultada por los medios a partir de la pericia a Robledo Puch, y tuvo presencia en otros casos famosos, como los de Nora Dalmasso, Candela Rodríguez, Ángeles Rawson y Alberto Nisman. Se suicidó a los 88 años en su casa de San Andrés, en marzo de 2019.
La pericia a Robledo Puch fue determinante para que, el 27 de noviembre de 1980, la Sala I de la Cámara de Apelaciones en lo Penal de San Isidro le impusiera al homicida la pena de reclusión perpetua con accesoria por tiempo indeterminado.
Robledo Puch permanece en el penal de Sierra Chica. Aída su madre sobrevivió a dos intentos de suicidio y terminó internada en un neuropsiquiátrico, donde murió en 1993. Víctor Robledo Puch falleció el último día de 2005.
En la cárcel ha mostrado un comportamiento aceptable, sin intentos de fuga. De hecho, ya estaba en Sierra Chica cuando se produjo el motín de 1996, que derivó en la toma del penal, y nunca quedó relacionado con el sangriento episodio.
BARREDA
"Yo debería tener la libertad que tuvo Barreda", sostuvo en una entrevista en 2020, en alusión al odontólogo que mató a su esposa, su suegra y sus dos hijas. Cuatro años antes, en carta a María Eugenia Vidal, reclamó su libertad a la entonces gobernadora: “Robledo Puch está solicitando un indulto extraordinario inmediato”. Así, hablando de sí mismo en tercera persona. “Ni los nazis condenados a prisión en el juicio de Nüremberg, ni Nelson Mandela en Sudáfrica sufrieron la cárcel a que fui sometido con apenas 20 años recién cumplidos”, añadió.
Se ignora si alguna vez tuvo noticias de la nota periodística más famosa que tuvo su caso, en plena conmoción por su arresto. "Sea como fuere, Robledo Puch desnuda la apetencia arribista de algunos jóvenes cuyos únicos valores son los símbolos del éxito: ‘Un joven de 20 años no puede vivir sin plata y sin coche’, ha dicho el acusado. Él tuvo lo que buscaba: dinero, autos, vértigo; para ello tuvo que matar una y otra vez, entrar en un torbellino que lo envolvió hasta devorarlo. Cuando mató al primer hombre, Robledo Puch ya se había aniquilado a sí mismo”. Así se cierra la crónica de Soriano, cuando el asesino cumplía los primeros días tras las rejas, que ahora llegan al medio siglo.