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SOCIEDAD

23 de enero de 2024

A 35 años del sangriento ataque a La Tablada

Más de 40 muertos, cuatro desaparecidos y decenas de preguntas sin respuestas.

Muchos años después, el periodista Juan Salinas, coautor con Julio Villalonga de “Gorriarán. La Tablada y las ‘guerras de inteligencia’ en América Latina”, le preguntó al ex presidente Raúl Alfonsín:

-¿Qué fue lo de La Tablada?

El líder radical se tomó unos segundos antes de responder.

-Mire, yo todavía no entiendo qué es lo que quisieron hacer – contestó.

Se referían a la operación guerrillera más insólita, improvisada y extemporánea de la historia argentina. También una de las más sangrientamente trágicas.

Comenzaba el último año del gobierno de Alfonsín cuando, wl 23 de enero de 1989, un numeroso grupo de militantes del Movimiento Todos por La Patria (MTP), conducido por Enrique Gorriarán Merlo, intentó tomar el Regimiento de Infantería Mecanizada 3, en La Tablada, en la Zona Oeste del Conurbano Bonaerense.

Si bien los atacantes lograron entrar y quebrar la defensa de la guardia, no pudieron lograr su objetivo y muchos de ellos quedaron encerrados en el cuartel. Resultaron muertos 32 guerrilleros, 9 militares y dos policías.

Cuatro de los integrantes del grupo del MTP –José Díaz, Iván Ruiz, Francisco Provenzano y Carlos Samojedny - fueron detenidos-desaparecidos por fuerzas del Ejército durante la represión al ataque sin que el Estado argentino haya dado hasta ahora explicaciones. En 1997, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos dio por probado que el Ejército secuestró y torturó a varios de los detenidos, calificando a los hechos como delitos de lesa humanidad.

La acción sorprendió a todo el país, a excepción posiblemente de algunos pocos avisados, porque esos primeros cinco años de la democracia recuperada después de la última dictadura no habían dado el más mínimo indicio de que podía producirse una acción de un grupo guerrillero y mucho menos de esa magnitud.

Además, el Movimiento Todos por la Patria no se había manifestado hasta entonces como una organización políticamente militar, aunque en sus filas hubiese algunos antiguos militantes del PRT-ERP y su líder, Enrique Gorriarán Merlo, fuera un antiguo dirigente de la fuerza guerrillera creada por Mario Roberto Santucho.

En cambio, el gobierno de Alfonsín había soportado ya tres rebeliones de los llamados “carapintadas”, un sector de las fuerzas armadas -principalmente el Ejército- que había buscado y arrancado al Ejecutivo y al Congreso dos leyes que garantizaban la impunidad para la enorme mayoría de los militares que habían cometido crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura.

Para el común de los argentinos, una nueva rebelión carapintada se presentaba como un hecho posible, pero a nadie se le ocurría que una nueva fuerza “irregular” pudiera entrar en acción y mucho menos con el intento de copamiento de una de las unidades militares más grandes del país.

A 35 años de los hechos, sigue habiendo muchas preguntas que, si bien han recibido respuestas parciales y en ocasiones contradictorias, distan mucho de haber obtenido una explicación que despeje las dudas.

Algunas y no todas son: ¿El MTP pretendió con ese copamiento generar una insurrección popular o intentó frenar un supuesto golpe de Estado en marcha? ¿El Ejército sabía o no con anterioridad que se iba a producir un ataque? ¿La jefatura del MTP decidió la acción por una lectura equivocada del contexto político o fue manipulada por algún servicio de inteligencia para que lanzara un ataque de esas características? ¿Por qué los atacantes entraron gritando “¡Viva Rico!” y lanzando volantes que los hacían parecer carapintadas?

Qué era el MTP

El Movimiento Todos por la Patria era una organización política relativamente nueva, con una tendencia de izquierda “movimientista”, integrada por antiguos militantes del PRT-ERP, militantes socialcristianos, peronistas de izquierda, radicales, intransigentes, socialistas y comunistas.

Su objetivo era constituirse en una corriente política que, en el marco de la democracia, recuperara las banderas sesentistas y setentistas de la liberación nacional y a la vez contribuyera a evitar un nuevo golpe de Estado, como los que se venían repitiendo cíclicamente en el país desde 1930.

Su dirigente más notorio -y quien realmente lideraba el MTP- era Enrique Gorriaran Merlo, que partía de la premisa que para profundizar la democracia y evitar una nueva asonada militar, era necesario crear un espacio que incluyera a los sectores más progresistas de los partidos tradicionales con los sectores ligados a la Teología de la Liberación -de ahí la presencia del sacerdote Antonio Puigjané- y fuera capaz de convocar a los sectores juveniles que actuaban en la política argentina.

Con la misma concepción del PRT sobre la propaganda, Gorriarán consideraba que la prensa era un instrumento político alrededor del cual se podía organizar el movimiento y, para eso, en noviembre de 1984 había creado la revista Entre Todos, dirigida por Carlos Alberto “Quito” Burgos y su esposa Martha Fernández, en la que escribían representantes de los más diversos sectores progresistas. El lema de la revista era “Entre Todos los que queremos la liberación”, aclarando que abarcaba a “peronistas, radicales, intransigentes, cristianos, socialistas, comunistas, independientes”.

El espacio obró también como punto de reencuentro para antiguos militantes del PRT-ERP: algunos habían estado en la cárcel, como Francisco Provenzano, Roberto Felicetti y Carlos Samojedny; otros se habían incorporado al Partido Intransigente, o provenían del PC.

El MTP, creado oficialmente en 1986, se presentó en las elecciones legislativas del 6 de septiembre de 1987 en las provincias de Córdoba, Jujuy, Neuquén, Salta y Santiago del Estero, con magros resultados y sin lograr la elección de ningún representante.

Esta postura inicialmente movimientista fue cambiando paulatinamente hacia otra más de “vanguardia” -en el sentido de la concepción del partido de vanguardia del marxismo leninismo-, surgida luego del primer levantamiento carapintada y la idea de un posible golpe de Estado por parte del Ejército.

La ruptura comenzó en diciembre de 1987, cuando se incorporó a la Mesa Nacional Gorriarán Merlo y varios dirigentes importantes abandonaron el MTP, como Rubén Dri, Manuel Gaggero, Pablo Díaz y Pepe Serra, disconformes con el rumbo abiertamente vanguardista y el cariz conspirativo que tomaba el MTP. La nueva Mesa Nacional quedó integrada por Gorriarán, Francisco “Pancho” Provenzano, Jorge Baños, el sacerdote Antonio Puigjané y Roberto Felicetti.

El tercer levantamiento carapintada, concretado el 1 de diciembre de 1988 en Villa Martelli, convenció al MTP de que había un golpe en marcha contra Alfonsín antes de las elecciones de 1989.

En los meses siguientes, tanto Gorriarán como Quito Burgos y al abogado Jorge Baños comenzaron a denunciar la posibilidad de un golpe, a la vez que la cúpula del MTP empezaba a pensar secretamente en la realización de una acción militar que contribuyera a frenarlo.

¿Un pacto militar-sindical?

La versión que tenía la cúpula del MTP apuntaba a la existencia de un pacto militar-sindical para derrocar a Alfonsín, casi una repetición del que el propio presidente había denunciado seis años antes durante la campaña electoral de 1983.

“Era como una suerte de pacto militar-sindical aggiornado, con la diferencia que aquel que había denunciado Alfonsín durante la campaña presidencial de 1983 era cierto, estaba en el aire, porque había sectores importantes del peronismo que estaban de acuerdo con la impunidad de los militares por los delitos cometidos durante la dictadura, pero el MTP -y esto lo reconoció el propio Baños poco antes de La Tablada- no tenían realmente datos, estaba todo traído de los pelos”, dice ahora Juan Salinas ante una consulta de este cronista.

Lo cierto es que la versión circulaba, como también la del golpe de Estado. El propio Salinas recuerda que a principios de enero de 1989 una fuente cercana a los servicios de inteligencia se lo anunció como cierto, aunque él no creyó la versión.

“Un día de enero el tipo, que se presentaba como Ricardo D’Amico pero que en realidad su apellido era Di Cortese y al que después denuncié en el juicio de La Tablada, me cita en el Café La Victoria, frente a Plaza de Mayo, y me dice que se viene una ‘Noche de San Bartolomé’, que va a haber un golpe de los Carapintadas y que tienen una lista de tipos a los que van a fusilar, entre los que estoy yo. Entonces le pregunté: ‘¿Y a quién van a poner de presidente?’ y el me contestó que no estaba definido, que podía ser Víctor Martínez, el vice de Alfonsín, o Arturo Frondizi. Me acuerdo que le contesté que era falso, que ese golpe no iba a existir”, dice Salinas.

La misma versión, la de la “Noche de San Bartolomé” le llegó también a Gorriarán. Lo que estaban buscando es que le llegara al gobierno desde varias fuentes, para que Alfonsín le hiciera nuevas concesiones al Ejército.

“En ningún momento se les ocurrió que, al enterarse de esa posibilidad, que era falsa, el MTP se iba a lanzar a tomar un cuartel”, concluye.

El disfraz “carapintada”

Una de las cuestiones más controvertidas del intento de copamiento de La Tablada fue que el grupo que inició el ataque pretendió que se lo confundiera con una fuerza carapintada.

“Lo de entrar al cuartel gritando “Viva Rico” y tirando volantes que parecían identificarnos como carapintadas contribuyó a la confusión. Eso fue para desorientar a los militares que estaban adentro, parte de la sorpresa en la irrupción era que ellos pensaran que éramos carapintadas. De hecho, creo que eso funcionó al principio. La idea era desconcertar, hacía muy poco que había ocurrido el levantamiento carapintada de Villa Martelli”, les explicó hace unos años a Eduardo Anguita y este cronista, Sergio Paz, uno de los militantes del MTP que participó de la acción y fue detenido.

Una vez tomado el cuartel, gracias en parte a esa confusión, los militantes del MTP pretendían apoderarse de los tanques -para lo cual había miembros del grupo que habían recibido entrenamiento cuando hicieron el servicio militar obligatorio- y marcharían a Plaza de Mayo levantado al pueblo en una insurrección.

“Creyeron que era inminente un nuevo levantamiento carapintada y quisieron anticiparse tomando el cuartel más grande de la Argentina. Pensaron que si hacían esa movida tendría aliados en el Partido Comunista y en sectores del radicalismo, una idea muy loca. Pensaron: ‘Bueno, nosotros tomamos el cuartel y salimos con los tanques y con camiones, juntamos gente y nos vamos todos en una pueblada a Plaza de Mayo a defender a Alfonsín’. Era un plan totalmente loco y descabellado. Si lo lograban, también podrían ponerle condiciones al gobierno, buscando que se radicalizara”, dice Salinas.

En “La Tablada. El último acto de la guerrilla setentista”, la investigadora Claudia Hilb vuelve sobre los dos hechos – provocar la confusión con los carapintadas y las intenciones de la movida – y escribió: “Gorriarán se atuvo, en lo esencial, a la ‘versión oficial’ de los hechos; aun así, el diálogo prolongado permitió que en los pliegues de esa versión oficial se ratificara una certeza, que a mí me resultaba fuertemente perturbadora de aquella versión oficial: las fuerzas atacantes habían buscado disimular su carácter de ‘civiles’, arrojando volantes de un ficticio agrupamiento denominado Nuevo Ejército Argentino. Y había sido, en palabras de Gorriarán Merlo, ‘en el momento en que se empezó a decir que el grupo atacante no era un grupo carapintada sino un grupo de civiles’ que la operación naufragó definitivamente”.

¿Sabían o no?

Otro punto controvertido es si el Ejército sabía con anticipación que una de sus unidades iba a ser atacada o fue tomado por sorpresa.

Según Salinas, “la operación estaba cantada, pero no de mucho antes porque la que se entera es la policía de la provincia, la DIPPBA (N del A.: la dirección de inteligencia de la bonaerense) y entonces operan de una manera muy inteligente, montando un operativo de control cerca y mandando a tres policías para avisar al cuartel y participan desde adentro en la defensa”.

En cambio, para el coronel Julio Ruarte, autor de “La Tablada. Un ataque para recordar”, no existió ningún aviso: “Se suele preguntar mucho si en el cuartel sabían del ataque o no. Hay un detalle que deja en claro que no. El mayor Fernández Cutiellos defiende el cuartel en alpargatas, porque no logra terminar de vestirse. Se levanta con los tiros, los ve por la ventana de la habitación donde estaba. Ve que es un ataque y ni siquiera se pone los borceguíes. Hay una foto que sale en los diarios de la época donde se lo ve tendido sobre un vehículo, y está en alpargatas”, explicó en una entrevista que le hizo Joaquín Sánchez Mariño en 2021 para Infobae.

Rendición, muertes, desapariciones

Los enfrentamientos entre los atacantes y los defensores del cuartel se prolongaron durante casi 27 horas, entre las 6 de la mañana del 23 de enero y aproximadamente las 9 del día siguiente.

Desarrollar en detalle las escaramuzas ocurridas dentro de la unidad militar excede largamente las posibilidades de espacio de esta nota. El saldo, como se dijo al principio fue de 43 muertos -32 guerrilleros, 9 militares y dos policías– y cuatro militantes del MTP que hoy continúan desaparecidos: José Díaz, Iván Ruiz, Francisco Provenzano y Carlos Samojedny.

En una de las causas judiciales que tuvieron a los militares que participaron de la represión en el banquillo se dio por probado que entre las 9 y las 10 de la mañana del 24, asfixiaron intencionalmente a Berta Calvo -que se había rendido- colocándole una bolsa en la cabeza. A su vez, separaron a los militantes que hoy siguen desaparecidos del grupo de detenidos y nunca se los volvió a ver. Sus cadáveres siguen sin ser encontrados.

Años después, cuando fue entrevistado para el documental “Tablada: el final de los ‘70″, el ex presidente Raúl Alfonsín – que inspeccionó el cuartel después de la rendición de los atacantes – dijo que a los detenidos “se les hizo un camino para golpearlos un poco”.

Cuando le preguntaron por los desaparecidos, simplemente respondió:

“Hay dos que no puedo decir qué pasó”.

 

 

 

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