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ENTREVISTAS
12 de abril de 2023
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Los periodistas deben evitar cuatro pecados, la desinformación, la calumnia, la difamación y la coprofilia. Es imposible, un recuento de la década cumplida por Jorge Bergoglio como Sumo Pontífice, sin hacer un repaso, así sea breve, de las tensiones y ofensivas que, en su contra, han desplegado los monopolios mediáticos.
No será éste un recuento documental exhaustivo, pero sí será una reflexión semiótica sobre las cargas de odio endemoniadas que destilan los comerciantes de la información contra una persona y un personaje social de trascendencia y respeto mundial, ante el que algunos feligreses se sienten defraudados y decepcionados.
En una entrevista concedida a Bernarda Llorente, presidenta de la Agencia Nacional de Noticias de Argentina, Francisco sintetizó, a su manera, las perversiones ideológicas de esos sectores que lo atacan usando, también, armas de guerra ideológica disfrazadas como “medios de comunicación” a contrapelo de lo que él piensa: “La comunicación es algo sagrado, es de las cosas más lindas que tiene la persona humana y los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad didáctica”. El Papa, por eso tipifica “los cuatro pecados capitales del periodismo”.
1. “Decir lo que me conviene y callarme lo otro, no podés desinformar; tenés que informar todo”, explicó; 2. “Se inventan cosas, a veces destruyen a una persona con una comunicación”; 3. Se trata de cuando se divulga una postura del pasado de una persona “que quizás ahora cambió”. “Es como si a vos adulto te trajeran los pañales sucios de cuando eras chiquito”; 4. “Es el amor a la caca, a la porquería, o sea buscar ensuciar, buscar el escándalo por el escándalo”. Así de contundente. Parece que algunos tienen una metralla en mano para destruir falsificando la verdad, con calumnias y difamaciones. Ensuciarlo todo para impedir el derecho que los pueblos tienen a crecer.
Francisco aboga por una “sana objetividad, que no quiere decir que sea agua destilada, es decir ‘el hecho es este y yo pienso así’ y que quede claro la diferencia” y agrega: “Esto crea una cultura de la indiferencia, del conformismo, del relativismo que nos daña a todos… “Comunicar es involucrarnos y tenemos que ser muy conscientes de involucrarnos bien”. En la práctica los sectores más conservadores, endógenos y exógenos, se han empeñado en obturar la influencia del Papa en las bases que lo ven como líder de un movimiento mundial que no se agota en los confesionarios y que lucha por la reivindicación de los pobres, pero no sólo con oraciones sino con justicia terrena, justicia social. Tierra, techo y trabajo se hicieron demandas en la prédica de Francisco que, además, rehúye a juicios simplistas mientras toca y denuncia intereses mafiosos añejos, como los del Opus Dei y la pedófila; en medio de una crisis económica, política y moral que intoxica a la especie humana por entero.
En ese escenario donde reina la industria bélica, donde la corrupción empresarial y política ha hecho estragos a mansalva; donde la concentración monopólica de medios es una amenaza contra las democracias, convirtiéndose en armas de guerra ideológica… en un mundo, pues, que tiene ribetes de “infierno”, Francisco alza una voz que lo legitima como una de las pocas autoridades morales del planeta y desde ahí tipifica un orden de pecado inédito, audaz y provocativo. Nunca antes visto.
En el escenario de la Guerra Mediática mundial y de la disputa asimétrica por el sentido, Francisco aporta una visión que, sin tocar el fondo de la concentración monopólica imperial y capitalista, se mete al debate fijando base y límites. Exige ética humanista contra la desinformación, la calumnia y la difamación como “pecados” y eso adquiere una relevancia sustancial en el campo de los debates que hoy revisan el papel de todas las instituciones y sus relaciones con los “medios”. Tal postura de Francisco no ha sido bienvenida por parte de algunas feligresías cómplices del, ahora ya, pecaminoso mercado de las “fake news”, el “big data” y las mesas de redacción vinculadas con la Sociedad Interamericana de Prensa y todos sus patrones en el mercado las canalladas informativas hegemónicas. A 10 años de pontificado, quizá para salir de esos pecados e infiernos también sea útil un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación. Un solo Mundo Voces Múltiples como reclama el Informe MacBride.
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