El suicidio de Millaray Cattani revolucionó a la ciudad santacruceña de Puerto Deseado. Aunque la adolescente de 15 años se quitó la vida a mediados del mes de abril no fue sino hasta dos días después que su familia se enteró, revisando viejas agendas y papeles que la joven tenía en su habitación, del motivo que la llevó a tomar la drástica decisión.

En 2019, cuando “Milla” tenía solo 13 años, había sido víctima de una violación. La chica había dado señales de ello en un manuscrito que encontraron demasiado tarde y su grupo de amigos, que sabía del abuso y el hostigamiento al que un joven mayor de edad la sometía, pero nunca se animaron a romper su confianza.

“Días antes de la muerte de mi hermana, este tipo había aparecido de nuevo en su vida. Le decía que estaba todo bien y podían ser novios”, relató días atrás Ayelén Cattani, hermana de la víctima, durante una conferencia de prensa en la que denunció además la falta de avance de la causa.

La repercusión que tuvo la denuncia fue tal, que también empezó a escucharse cada vez más fuerte el nombre del acusado por las calles y algunos vecinos lo buscaron en las redes sociales y empezaron a viralizar sus perfiles para escracharlo.

La exposición hizo efecto, pero solo en parte. El acusado cerró sus cuentas pero, según mostró el grupo Manada Sorora con una captura de pantalla a través de la misma red, dejó solo una publicación sin eliminar que interpretaron como una provocación.

“No conforme con haber provocado tanto sufrimiento a Millaray ahora se regocija del dolor de su familia dándonos a entender a todos con un ‘jajaja’ que ni siquiera le importa la indignación de la sociedad”, denunciaron.

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