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20/04/2025

Murió Hugo Orlando Gatti, ídolo de Boca y uno de los mejores arqueros de la historia del fútbol argentino

Fuente: telam

“El Loco” falleció este domingo a los 80 años y dejó un legado imborrable en el deporte

>Hugo Orlando Gatti, ex arquero emblemático del fútbol argentino, murió a los 80 años y dejó un legado imborrable en la historia del deporte mundial. La triste noticia fue confirmada desde el hospital Pirovano, donde el ex futbolista permanecía internado en terapia intensiva desde hace más de dos meses.

Con su partida, las tardecitas de Buenos Aires perdieron ese que se yo. ¿Viste? La balada de Piazzolla y Ferrer, estuvo inspirada en otro loco, pero calzó a la medida perfecta de Hugo Orlando Gatti. Y ahora, que voló alto, justo él que decía que los buenos arqueros no necesitaban hacerlo, se hace más fuerte su impronta. El que supo darle felicidad al puesto más ingrato. El que sintió que cada partido debía ser una fiesta. El de la vincha y los buzos coloridos. El que logró ser ídolo incluso de aquellos pibes que no eran del cuadro donde él atajaba.

Siempre se sintió un artista. Su timidez le impedía el contacto fluido, incluso con sus compañeros, pero eso se transformaba cuando pisaba el vestuario, preparándose para la función de cada domingo, como el actor en su camarín. Allí se ponía el traje de luces, se ajustaba la vincha y como un inspirado acróbata saltaba a la cancha para hacer reír al público que, muchas veces, iba a verlo a él. El Loco mostraba todo su repertorio sobre el verde césped, como aquella icónica tapada que supo patentar, “la de Dios”, para proteger su arco en los mano a mano.

Desde el primer momento mostró el loco berretín de salir de debajo de los tres palos, que eran como una cárcel para su inventiva. Fueron apenas dos años en la valla de los Bohemios. A comienzos del ‘64 le llegó, quizás en forma prematura, la posibilidad de actuar en un grande cuando River lo contrató. Allí fue el Loco, con sus excentricidades y sus primeras declaraciones altisonantes, donde sentenciaba que él era mejor que Amadeo Carrizo, quien no solo era el titular indiscutido desde hacía 15 años, sino un intocable para los hinchas.

Fueron cinco años donde nunca pudo hacerse querer por los Millonarios. Disputó lealmente el puesto con el legendario Amadeo, a quien con los años reconoció como su espejo, pero su forma de ser y de atajar, no eran del gusto de los simpatizantes. La gota que rebasó ese vaso fue el día que el Loco bajó de la concentración, por entonces ubicada en el mismo estadio Monumental, a la confitería un sábado por la tarde, vestido con una camiseta de rugby, pero con los colores azul y amarillo…

Un Gatti joven, sin vincha, colocaba la pelota en el vértice del área chica, para ejecutar un saque de arco. En ese momento se acercaba un mozo uniformado, que le servía una medida de ginebra con hielo. El Loco le agregaba un chorrito de soda y bebía un sorbo. El locutor Leopoldo Costa decía: “Con smowing todo es posible. Tome ginebra Bols, estirándola o para empalmarla con un grito de gol”, ya que Gatti convertía de arco a arco, con una no tan cuidada edición. Detalles técnicos al margen, el aviso se pasó durante muchos años y fue una revolución.

El Lobo le abrió las puertas del bosque y allí el Loco fue feliz. Se reencontró con su esencia y tuvo jornadas memorables. Estaba al natural, sin ataduras, enloqueciendo su corazón de libertad para dar lo mejor en cada partido a lo largo de seis años.

En el ‘75 armó las valijas y se marchó a Santa Fe. El recién ascendido Unión estaba pergeñando una pequeña revolución, desde la contratación de Juan Carlos Lorenzo como director técnico. Además de Gatti también llegaron otras figuras como el Heber Mastrángelo, Rubén Suñé, Victorio Cocco y Víctor Marchetti. Hicieron una enorme campaña, peleando mano a mano, casi hasta el final, el título del Metropolitano con el River de Ángel Labruna.

Y entonces Boca y Gatti se encontraron. Esa unión que se dio desde el primer instante. La comunión con la gente, que potenció al Loco para hacer cosas imposibles. Si uno cerraba los ojos, lo podía ver atajando la luna que rodaba por Callao en la balada de Piazzolla y Ferrer.

Pero eso no había sido todo. Se ubicó definitivamente en el Olimpo del pueblo Xeneize el 14 de septiembre del ‘77. En un estadio Centenario imposible por el barro, atajó el penal decisivo en la definición ante Cruzeiro, ejecutado por Vanderlei, en la tercera final, dándole a Boca la primera Copa Libertadores de su historia.

Fue el mismo año de su renuncia a la selección por un problema en los meniscos, que lo dejó fuera del Mundial ‘78, donde hubiese llenado el álbum de la gloria, porque en esa temporada también se consagró en la Copa Intercontinental ante el Borussia Monchengladbach.

Sufrió la ida de Lorenzo y la floja campaña de Boca en el ‘80, bajo la dirección técnica de Antonio Rattín. “Cuanto más conozco a la gente, más quiero a Lorenzo”, dijo con su sello inconfundible, ante la partida del Toto a Racing. Su ego desbordante se vio tocado en febrero del año siguiente con la imponente llegada de Diego Armando Maradona, con quien había tenido un incidente pocos meses antes, cuando lo tildó de “gordito” y el crack le respondió marcándole cuatro goles en el triunfo de Argentinos Juniors por 5 a 3. Pero juntos fueron campeones, en el Metropolitano 1981, en el que sería el último título del Loco en el arco boquense.

Luego llegaron los años difíciles, de un Boca proletario, luchador, de escasos recursos, donde aparecían apellidos de escasa trayectoria, como para lucir esa camiseta. Gatti seguía firme. Era como una luz de esperanza, en medio de un oscuro túnel para los hinchas. En medio de aquella crisis casi terminal del ‘84, en medio de una gira en busca de dólares por buena parte del planeta, el Loco se dio el gusto de jugar un rato como centrodelantero, en un amistoso en los Estados Unidos.

La increíble liguilla ganada en cancha de Newell´s, revirtiendo un global de 0-3 en la final y la llegada del Flaco Menotti en el ‘87, fueron los últimos destellos de su carrera. A mediados de ese año, sumó su presencia en un spot de la Unión Cívica Radical, que estaba en el gobierno, para la campaña electoral, que terminó con una dura derrota para el partido de Raúl Alfonsín. La hinchada, que lo tenía en un pedestal, no se lo perdonó. Siempre quedó flotando que hubo algo más, un trasfondo que nunca vio la luz, pero la idílica relación se rompió.

Meses más tarde y de manera un tanto desprolija, al hacer una declaración a la prensa, Pastoriza dijo que no lo tendría más en cuenta. Quedó flotando la sensación que la relación Gatti-Boca merecía otro final.

Durante muchos años se lo pudo ver cada mañana jugando un picado en los bosques de Palermo, aunando dos de sus grandes pasiones: el fútbol y el sol. Luego llegó el tiempo de ser un analista super polémico, actitud que se potenció en sus años de residencia en España, con duras críticas a Lionel Messi.

Fuente: telam

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