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16 de noviembre de 2024

La abuela argentina que causa furor en OnlyFans: “Elegí ser libre sin dañar a nadie”

Silvia Garcilazo tiene 63 años, es entrerriana, abogada y tiene un nieto que le dice “Baba”. Cuando se separó después de 28 años, estudió psicología, descubrió OnlyFans por sus compañeras de curso y abrió su cuenta para un proyecto de la facultad. Asegura que es monógama, nada promiscua, y que el algoritmo le devuelve que sus seguidores tienen entre 25 y 35 años: “Soy la madre deseada”

Silvia Garcilazo tiene 53 años, es entrerriana, abogada y tiene un nieto que le dice “Baba”. Cuando se separó después de 28 años, estudió psicología, descubrió OnlyFans por sus compañeras de curso y abrió su cuenta para un proyecto de la facultad. Asegura que es monógama, nada promiscua, y que el algoritmo le devuelve que sus seguidores tienen entre 25 y 35 años: “Soy la madre deseada”

Silvia nació en Paraná, Entre Ríos, donde vivió hasta hace ocho años, cuando se mudó 116 kilómetros al norte, hacia la localidad de Victoria. Su mamá era contadora y su papá empleado de la AFIP. “Los dos trabajaban, y eso marcó mi infancia”, cuenta. Estudió en el Instituto Cristo Redentor, un colegio católico en el que nunca se sintió parte. “Siempre fui rebelde. Me negaba a aceptar la religión porque nunca la entendí. Cuestionaba todo, y eso me hizo diferente”, confiesa. Para relajar, se metía en un gimnasio: “Hacía fierros, a los 19 años estaba toda marcada”.

Silvia, a pesar de su decisión de exponer el cuerpo, es tajante: “Nunca me registré como una mujer hermosa, como me dicen ahora. Me vi siempre como una mina común y corriente. Sin grandes complejos, pero sin creerme nada especial. Sí, de más grande, me volví a preocupar por mi cuerpo, pero por necesitar tener movilidad, estructura, para atarme los cordones (ríe). Hice pilates, yoga, y ahora calistenia. Y el cuerpo tiene memoria, como la piel, porque adelgacé unos kilos y me saltó el lomo”.

Lo que despuntó como una curiosidad académica desembocó en lo impensado: “Les dije a las chicas: ‘Vamos a hacer algo, pero bien. Y lo voy a hacer yo’. No tenía nada que perder. Ya tengo una carrera, soy abuela, pensé. Todo lo que llegara luego era ganancia”, afirma convencida

Así preparada, se lanzó con el paracaídas de un grupo de amigas que la sostuvieron. “Éramos cinco: había psicólogas, artistas, y armamos un proyecto de cine porno. Nos matábamos de risa al principio, pero lo tomamos en serio. Hicimos más de 100 videos, y cada uno fue diferente”, relata. La decisión de estar ella frente a la cámara fue un paso audaz. “Tenía que ser yo, para hacer un experimento completo. Mis amigas me apoyaron y lo hicimos en mi casa”, cuenta. Pero además, se lo tomó con un profesionalismo total. “Yo les decía, ¿hasta dónde puedo mostrar? ¿Qué hacés para esto perdure y de ganas de ver más? Porque yo me podía masturbar en cámara, pero ¿de cuántas maneras diferentes? Y ahí estaba el arte. Les propuse hacer arte erótico, porno”.

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