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27/08/2024

Mariano Saborido y vivir el teatro como un juego: “Las obras terminan siendo para mí como canciones”

Fuente: telam

El talentoso actor argentino actúa en tres piezas que se siguen representando: “Paraguay”, “Lo que el río hace” y el unipersonal “Viento blanco”. En esta charla, cuenta su singular vínculo con la actuación

>Sobre el escenario se convierte en un ángel o en un demonio, aunque también puede ser todo eso al mismo tiempo. Su voz a veces suena tímida pero puede, también, convertirse en segundos en un vozarrón atronador, así como su modo de enunciar los textos de los otros nunca despierta indiferencia. Mariano Saborido es un actor de la escuela de los matices, un desborde de gracia y de talento que brilla en la escena porteña.

No paró, pero cuando terminó la secundaria llegó a vivir a Buenos Aires con un objetivo: ir a la universidad. Primero creyó que lo suyo era Psicología, después optó por Ciencias de la Comunicación y en el medio se puso a ver y a estudiar teatro. Y es que desde que era muy chico había señales -”llamados”, dirá él- de todo tipo que le indicaban: “Es por acá”, pero no las advirtió enseguida.

Hace varios años que Mariano Saborido forma parte del elenco de la original comedia musical Paraguay, escrita y dirigida por Paula Grinszpan y Lucía Maciel (las de En La última obra estrenada por Saborido es Viento blanco, un unipersonal escrito por Santiago Loza especialmente para él. En esa obra se transforma en Marito, un chico joven y muy solo que vive en un pueblo ventoso del sur y sigue cuidando una hostería que ya no recibe a nadie. Marito cuenta su historia al público mientras habla con dos seres presentes y ausentes a la vez, su madre y José, su amigo íntimo, ahora transformado en sacerdote.

Días atrás, Mariano Saborido pasó por el estudio de Infobae. Lo que sigue es la reproducción de nuestra charla.

— No, puede haber algo de eso. Creo que en el teatro encuentro más posibilidad de jugar, si bien también en lo audiovisual fui entendiendo que podía tener ese permiso. Puede sonar contradictorio para algunas personas que me preguntan: ¿no te cansás de repetir todas las noches lo mismo? Pero para mí nunca es lo mismo por más que el texto es el mismo y yo sé que la obra es la misma, pero hay algo del juego en el teatro que es como inacabable. Sobre todo cuando uno se divierte con lo que está haciendo. Y siento que en lo audiovisual sabés que tiene un inicio y un fin bastante más claro que el teatro. Hay algo del teatro, o por lo menos por mi experiencia hasta ahora del teatro, que se queda en uno por mucho tiempo y algo del audiovisual un poco termina en un momento. Siento que, por ahí, en el teatro me encuentro más.

— Tal vez pensando en las obras que hacés actualmente, como Paraguay, Lo que el río hace y Viento blanco, se trata de obras que se fueron haciendo con vos adentro. Y, entonces, tal vez lo que hay es que, aunque uno dice el mismo texto tampoco es el mismo porque hay añadidos, o el famoso morcilleo que van agregando, o cambios ante la reacción del público y, a lo mejor, esa obra que arrancó de una manera termina siendo muy diferente con los años.

— Recuerdo el documental que hicieron cuando no pudieron estrenar, algo hermoso de ver durante la pandemia. Y, por lo que recuerdo, si bien el personaje es el mismo, no es exactamente lo mismo en escena.

— No, no es exactamente lo mismo. Algo de esto que vos decís del morcilleo por ahí no sucede tanto pero sí uno por ahí sigue pensándo la obra. Con mis compañeros de Lo que el río hace seguimos pensando la obra. Bueno, Viento blanco también la seguimos pensando con Vale (Lois) y Juanse (Rauch) que son mis directores. Paraguay, también. Son como obras que uno las piensa, como que seguís pensando y es más bien un pensamiento sobre el trabajo, sobre el juego. Es como decir: “A ver cómo podemos hacer, fui sintiendo que este texto que antes lo decía de una manera, se me perdió esa manera. ¿Y ahora qué hago, cómo lo digo?”. Yo les pregunto a veces eso a Pau y a María Marull, por ejemplo. Bueno, en Viento blanco, de Loza, que es la última obra que estrené, la consulta con los directores es constante. Es algo que me divierte mucho. A mí me fascina el decir, entonces me encuentro preguntando o cambiando algo de eso con el correr del tiempo porque por ahí se pierde algo del registro y hay que recuperarlo. O uno encuentra una manera nueva de decirlo, un canto nuevo, una sonoridad nueva. Después, las obras terminan siendo para mí como canciones, viste, hay algo con el ritmo. Canciones de dos horas, de una hora, lo que sea.

— En dos de las obras, además, cantás.

— Leí que cuando las autoras y directoras Paula Grinszpan y Lucía Maciel te preguntaron qué querías hacer en Paraguay dijiste que querías algo así como una Mercedes Sosa mágica, un hada, ¿no?

— Y hay algo de eso en ese personaje, tiene algo de hada maligna, también.

— Sí. Paraguay es eso, es como un cúmulo de deseos de cuatro actores y dos directoras que dijeron en su momento: ¿qué les gustaría hacer? Nosotros éramos alumnos de ellas. Veníamos de sus talleres y de la escuela de Nora Moseinco. Y fue eso, un capricho. Y me parece buenísima esa premisa. Pero no por esa premisa, en especial, cualquier premisa para actuar me parece buenísima. Yo por ejemplo hacía un personaje que era Clara, que cuando la armé con un amigo que me dirigía, Camilo Polotto, la consigna era imitar a Analía Couceyro, una actriz que yo había visto en Almas ardientes, una obra que dirigió Tantanian, y que la primera vez que la vi dije: no puedo creer cómo habla. O sea, me entró por su voz, por su sonido. Yo dije: yo quiero hacer eso. Para mi personaje la consigna era imitar a Analía Couceyro y terminó siendo una señora que se llama Clara. Es un personaje que tengo ahí. Por eso digo que cualquier disparador que habilite el juego está buenísimo.

— Ahora, estaba pensando que mientras Liliana, de Paraguay, nació como una Mercedes Sosa mágica, físicamente y por cómo se mueve tiene bastante también de la Coti de Fabio Alberti (N. de la R: el personaje de “Boluda total”).

— Y por el movimiento, tal vez, ¿no?

— Leí sobre tu admiración por Gasalla, pero eras chico. ¿Qué recordás, qué te gustaba de Gasalla?

— ¿Y cuando aparecían Tortonese o Urdapilleta? ¿Qué entendía de eso un chico pequeño en Puerto Deseado, Santa Cruz? ¿Vos ya actuabas para entonces, ya estabas en la escuela de actuación?

— Esto de lo que hablamos durante mucho tiempo formaba parte del teatro under. ¿Significaba algo eso para vos, esa forma de hacer teatro?

— Entiendo.

— Sé que estudiaste Comunicación en la UBA. ¿Qué buscabas ahí?

— Con la idea de vivir de eso.

— ¿Pensás que hubo cosas que estudiaste, que trabajaste durante esos años y que hoy usás?

— Por ahí fue el lugar donde aprendiste a leer.

— ¿Y qué leían, clásicos?

— Las tragedias griegas, claro.

— También teatro. Siglo de Oro español.

— Y fuiste a verla.

— Te emocionó.

— ¿Y cuándo dijiste “soy actor”?

— Pero cuando te preguntan por tu profesión, ¿qué decís?

— Al mismo tiempo, cuando hacés teatro, estás haciendo de otros. ¿Cómo es hacer de otros?

— Es como vivir otras vidas, ¿no?

— Como reproducir los modos de los otros.

— ¿Y se reían?

— ¿Y en tu casa?

— ¿Y tu relación con el canto? Porque cantás muy bien y diferentes géneros musicales. ¿Desde cuándo cantás y qué te pasa con eso de actuar y cantar al mismo tiempo?

— Y cantabas eso.

— ¿Cantabas “A fuego lento, revoltosa”?

— Todo eso lo hacés con mucha gracia y muchas veces hace reír hasta la carcajada. En Viento blanco, que es una obra más dramática, también sin embargo hay momentos que provocan risa. ¿Necesitás eso, necesitás la risa?

— Marito, el protagonista, está muy solo..

— Y estás solo en escena, también. Sin nadie que te de un pie.

— ¿Cómo cuáles?

— ¿Te dio miedo cuando te lo propusieron?

— ¿O sea, siempre todavía tenés un miedito, una cosita en el estómago antes de salir a escena?

— Estás solo.

— ¿Cómo se logró la composición física de Marito y cuánto de propuesta tuya hubo en eso?

— Debés terminar cansado de hacer eso.

— Decías que muchos te preguntan si no te cansa eso de repetir una letra y que vos decías que no lo sentís como una repetición. Y yo quiero preguntarte cómo hacés para estar representando distintas obras y bien diferentes sin contaminar los personajes. ¿Hay algún truco para eso, cómo es?

— Hablando de Lo que el río hace, hay una escena en la que es imposible no reírse, que es la de la toalla con forma de cisne. ¿Esa escena ya estaba en la obra escrita por las hermanas Marull?

— ¿Estaba tal cual?

Fuente: telam

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