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15 de agosto de 2025
Las "palabrotas" se descartaron durante mucho tiempo como un tema de investigación seria porque se suponía que eran simplemente un signo de agresión, dominio débil del lenguaje o incluso poca inteligencia. Los expertos han extraído varios beneficios que esta práctica tiene para las personas, desde aliviar el estrés hasta mejorar en los entrenamientos
Quién no se ha estampillado alguna vez el dedo con la puerta o ha dado con el dedito chiquito al estar descalzos contra una mesa. Automáticamente nos viene a la mente buena parte del santoral y, aunque tratemos de contenernos, terminamos descargando toda nuestra furia sobre quien esté delante, da igual que sean padres, hijos, jefes o auténticos desconocidos. Sin embargo, y según los estudios de la Universidad de Keele, en el Reino Unido, mandarse una buena puteada es sano para nuestra salud mental. Tiene muchos beneficios a nivel psicológico que van desde la mitigación del dolor tras un golpe hasta el hecho de parecer más honesto ante otras personas.
Un artículo publicado en la revista médica Scandinavian Journal of Pain ahonda también en una investigación que lleva años llevando a cabo este centro universitario y que demuestra los beneficios que tienen las puteadas en las personas. No sólo eso, los gestos visuales puede tener el mismo efecto positivo para el cuerpo que el de decir palabrotas.
Beneficios físicos y psicológicos
Decir una "palabrota" después de habernos dado un golpe muy doloroso nos ayuda a manejar el grado de dolor que sufrimos. Eso sucede porque cuando puteamos, estamos enviando un mensaje a la amígdala en el cerebro y la reacción tanto emocional como física que provoca pronunciar esa palabra nos ayuda a recargarnos de energía, muy necesaria en ese preciso momento.
Al soltar una palabra malsonante también estamos liberándonos emocionalmente, lo que ayuda a nuestro cuerpo a aliviar el estrés. Las puteadas salen por nuestra boca procedentes del cerebro, pero todo el cuerpo se involucra en esa acción ya que la frustración o el enfado que tenemos afecta a la totalidad del mismo. Si nos enojamos sin putear, aunque sea al aire, nos estamos conteniendo; pero si las decimos, se da una liberación de emociones y, por lo tanto, una catarsis del estrés que es total.
Las puteadas, las palabras malsonantes, las palabrotas suponen, aproximadamente, el uno por ciento de nuestro lenguaje, una cifra importante. Y aunque se suele asociar con un uso limitado del lenguaje, es todo lo contrario. Un estudio reveló que las personas que pueden decir putear más en un minuto eran también las que tenían un vocabulario más amplio, por lo que nos ayudan a expresarnos mejor. Y, por si fuera poco, también nos ayudan a parecer más honestos. Eso se da porque si otras personas nos escuchan responder sin filtro a una acción espontánea percibirán un grado de autenticidad mayor que aquellos que son más reacios a mostrar públicamente sus sentimientos. Por eso, pareceremos más sinceros con una buena puteada espontánea.
Aunque todas esas razones afectan mayoritariamente al plano psicológico, no podemos pasar por alto los beneficios físicos. Uno de los estudios de la Universidad de Keele demostró que, al hacer deporte, las personas que puteaban habían aumentado su rendimiento deportivo entre un 2 y un 4 por ciento y la fuerza en un 8 por ciento, comparados con quienes no lo hacían. Eso significaba que quienes "sufren en silencio" sólo piensan en el agotamiento del ejercicio, pero al decir palabrotas desviaban la atención y entrenaban mejor.
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