Sabado
21 de Diciembre de 2024
12 de octubre de 2024
Amalia Figueredo de Pietra y Carola Lorenzini surcaron el cielo cuando pocos se animaban. Por el sesgo, a veces misógino del relato histórico, no han sido reconocidas como lo merecen.
El invento de los hermanos Wright, aquel aeroplano que voló por sí solo durante unos segundos el 17 de diciembre de 1903, cambió la historia, iniciando el desarrollo de la aviación y la popularización de los viajes aéreos alrededor del globo terrestre. La Argentina, en esos años en que disputaba el podio de los países avanzados del mundo, no quedó afuera de la carrera aeronáutica, y se recuerdan los nombres de los pioneros como Jorge Newbery, Aarón de Anchorena, Teodoro Fels y Benjamín Matienzo, entre muchos que fundaron la historia de nuestra aviación.
Personajes universales como Antoine de Saint-Exupéry y Charles Lindberg también conforman esa pléyade de hombres que permitieron el sueño de volar, pero la historia ha sido más remisa con las mujeres que lograron pilotar aviones casi simultáneamente a los hombres en los inicios del 1900. La francesa Raymond de Laroche, la italiana Carina Massone Negrone, y la estadounidense Amelie Earhart, que se perdió en el infinito allá por 1937 y que hace poco tiempo fuera encontrado su avión (), son apenas algunas de las heroínas aéreas que contribuyeron al desarrollo de los vuelos tripulados para la humanidad.
La Argentina también tuvo pioneras de la aviación, que por el sesgo a veces misógino del relato histórico, no han sido reconocidas como lo merecen. Fueron también las primeras aviadoras en el continente. Vamos a dedicarnos hoy a esas mujeres extraordinarias.
La primera mujer en pilotear un avión en la América del Sur, Amalia Celia Figueredo, nació en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, el 18 de febrero de 1895, en el seno de la familia formada por Honoria Pereyra y Faustino Figueredo. Eran tiempos de prosperidad económica y de ascenso social, por lo que los padres de Amalia, una vez que se trasladan a Buenos Aires, se esmeran en brindarle una buena educación, que le permite estudiar obstetricia en la facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Al cumplir 19 años se muda al barrio de Villa Lugano, donde se encontraba el primer aeródromo de la ciudad, y allí cambia su destino cuando conoce a Jorge Newbery, quien se convierte en su primer instructor luego de ser el piloto del vuelo de bautismo de Amalia. Fue la vigésima cuarta mujer en volar en avión en el mundo