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HISTORIAS

7 de marzo de 2021

Dejó su profesión de abogado, emigró a España, casi no consiguió trabajo y decidió volver: “Voy a contar el lado B de los que se van”

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En 2018, Gonzalo Reyes dejó su carrera aspirando a un mejor porvenir en el país europeo.

Pero nada de eso sucedió. Después de un año de buscar empleo, solo pudo conseguir un trabajo temporal como repartidor, un trabajo que apenas pudo conservar un mes y medio. Decidió regresar y asegura que esta experiencia le hizo dar un golpe de timón en su vida

Gonzalo Reyes tiene 44 años y es abogado, una profesión que ejerció durante toda su vida hasta que en 2018 decidió emigrar a España. Luego de un robo que sufrió su pareja -llegando al cómodo departamento que ambos compartían en Vicente López- y al enterarse de que su primer hijo venía en camino, tomaron la decisión. Ambos tienen la doble ciudadanía, así que dejaron sus trabajos y partieron hacia Málaga: la primera ciudad en la que querían vivir y en la que iniciaron una interminable e infructuosa búsqueda laboral. Después, probaron en Oviedo, Sevilla, Cádiz y Benalmádena, entre otros sitios, pero la suerte nunca estuvo de su lado.

“En un principio mi estudio jurídico había florecido porque teníamos muchos clientes, pero no pudimos hacer la rueda de, por ejemplo, sostener mensualmente a dos secretarias. Después de 12 años, me fui alejando de la profesión porque estaba cansado. Al final, trabajé en una escribanía por 6 meses y en noviembre de 2018 mi mujer quedó embarazada. Como los dos tenemos la doble ciudadanía (española y argentina) le propuse irnos y así fue. También, estaba muy cansado del tema político y estaba quemado de muchas cosas de la Argentina. Por eso, quería cambiar. Sabía que mi título de abogado no servía en España, salvo que lo revalidara, pero mi hermana -que vive muy bien en Sevilla desde 2002- me dijo que no tenía sentido, porque allá también hay muchos abogados”, le cuenta Gonzalo Reyes a Infobae.

“Fuimos con ahorros. Primero recorrimos algunas ciudades, hasta que el 23 de marzo de 2018 llegamos a Málaga y el 1 de abril alquilamos un departamento por 650 euros en Benalmádena, donde mi hermana tiene una vivienda. Nos empadronamos porque teníamos ciertos beneficios fiscales y porque además podíamos anotarnos en la oficina laboral”, recuerda.

Fue entonces cuando Gonzalo empezó a buscar trabajo a diario. Incluso, participó de un curso de dos veces por semana en el Ayuntamiento donde le enseñaron cómo hacer un currículum, lo capacitaron en diversos temas de coaching y participó en ejercicios grupales. Todo con el único fin: conseguir un empleo para poder quedarse a vivir junto a su mujer y su hijo.

“Ahí me entero que había gente que estaba buscando trabajo desde hacía 4 o 5 años, pero aclaro que eran exigentes, ya que habían trabajado en oficinas y no querían conformarse con otra cosa. Mi hijo nació en Málaga. Iba a ver a mi hermana a Sevilla y todo el tiempo trataba de encontrar trabajo. Había muchos latinos buscando empleo y, encontrar algo en la Costa del Sol estaba muy complicado al margen de que es muy caro. Gastaba 550 euros en el supermercado sin comprar lujos, pero tampoco sólo arroz”, recuerda.

Cuenta que, además, extrañaba: “Sentía la ausencia de mis amigos, porque es difícil entrar en la sociedad española”.

Y hace cuentas: “Los salarios arrancan en 750 y 800 euros, pero el alquiler del departamento con una habitación arranca en 550 euros. Por eso, mucha gente comparte el alquiler para aminorar los costos y poder quedarse ahí, porque es paradisíaco. También, me encontré con mucha burocracia en cuanto al papeleo y en cuestiones administrativas. Tienen un sistema de salud gratuito pero es deficiente, porque te dan turno para dentro de un mes y medio o dos y la consulta dura cinco minutos. Tuvimos que pagar una prepaga que costaba 150 euros para los tres y de la que no te podías salir antes del año”.

“Salís a la calle y no te van a robar, porque es muy raro que pase, pero no podés aspirar a mejorar tu calidad de vida porque los salarios son bajos. Todos los meses gastamos 2200 euros, o sea, necesitábamos conseguir dos trabajos de 1100, que son difíciles porque les dan prioridad a los españoles, lo cual me parece bien. Hablo de un trabajo de oficina, por ejemplo”, indica.

En Sevilla, Gonzalo y su pareja encontraron una búsqueda laboral y se postularon para 25 puestos, pero tenían que competir con unas 5 mil personas. “Había gente que venía estudiando hace 6 o 7 años en escuelas para rendir el examen y ganar ese puesto. Quedamos muy abajo en la lista. Además, la experiencia adquirida en otros países allá vale poco y nada: por ejemplo, uno puede haber tenido toda la vida su propio taller mecánico en Buenos Aires y tener muchísima experiencia, pero a la hora de elegir van a emplear al que trabajó en esa misma actividad, pero en una ciudad española. Yo no tenía problemas para trabajar y, sin embargo, se me hizo re complicado. Es muy frustrante”.

“Cuando estaba allá, un conocido que vive hace varios años me decía que había trabajo, que había tanto que muchas veces lo tenía que rechazar. Me sorprendió y le pregunté cuánto le pagaban. “100 euros, pero voy sumando varios trabajos y llego a 800”, me dijo. Entonces, me di cuenta que hay personas que se conforman con grandes paseos -con montañas y mar-, que solo pueden salir a tomar un café, que van al cine una vez cada tanto y que tienen un auto, pero que no pueden aspirar a más”, dice.

Como la búsqueda laboral seguía complicándose cada vez más, Gonzalo se mudó a Oviedo y alquiló un departamento. Finalmente, en octubre de 2018 encontró empleo como repartidor de Amazon Flex, en Cádiz. Pero necesitaba un auto para llevar las encomiendas y pedidos, así que tuvo que comprarse uno, que consiguió a un precio muy conveniente: 800 euros.

“Empecé a trabajar en octubre y desde las 6 de la mañana tenía que mirar la aplicación esperando que apareciera un bloque de 4 horas, que equivale por ejemplo, a 40 paquetes para repartir. Por hacer eso, me pagaban un poco más de 50 euros, pero era muy inestable, porque había días en los que no conseguía ningún bloque. En enero, directamente no había pedidos y me explicaron que se debía a la famosa ‘cuesta de enero’, porque los españoles gastan mucho hasta Reyes y después de esa semana no gastan más. Así que solo pude tener ese trabajo por un mes y medio”, se lamenta. “Ya había perdido la fuerza para seguir buscando un empleo y mi mujer empezó a estar muy triste. Así que le dije de volver y enseguida le brillaron los ojos de alegría. ‘¡Sí, por favor!’, me respondió”.

El 1 de febrero de 2019, Gonzalo, su pareja y su hijo tomaron el avión de Iberia que los trajo de regreso a la Argentina, pero acordaron que no volverían a vivir en el mismo lugar que antes de partir. Las opciones eran Pinamar, Carlos Paz, San Rafael o Tandil. “Visitamos las tres primeras opciones pero apenas llegamos a Tandil nos agarró la pandemia y pasamos la cuarentena, así que finalmente nos quedamos acá. Ya decidí que no voy a volver a ejercer como abogado. Dejé un currículum en el Correo, me anoté en la carrera de edición de video y sonido -algo que siempre me gustó mucho- y pienso que podría comprarme un drone para filmar los campos. Tengo muchas ganas de empezar a trabajar, pero mientras tanto juego al básquetbol, hago teatro y toco la batería”.

Durante la conversación con Infobae, Gonzalo sigue reflexionando sobre su experiencia en España. “Es muy distinto llegar con un contrato de trabajo o si vas a invertir porque, si lográs superar la burocracia, es un país excelente para vivir por muchos motivos, aunque las tradiciones no tienen nada que ver con las nuestras. Nosotros somos mucho más parecidos a los italianos, en cuanto a la calidez y a que abrimos las puertas. Fuimos en búsqueda de tranquilidad y de un mejor futuro para nuestro hijo, pero decidimos volver y estamos muy contentos. No me arrepiento para nada de haberme ido a España, porque nos trataron muy bien. Son muy hospitalarios si vas de vacaciones pero, cuando te querés quedar a vivir, lo hacés a las tuyas... y a las tuyas no hay posibilidades. No obstante, fue una experiencia espectacular porque profundicé mi interés en dejar mi profesión de abogado y no tuve ningún problema a la hora de ir a llevar un currículum al Correo de Tandil”, aseguró.

“En España, aprendí que hay que valorar lo que uno tiene: me llevé varias amistades pero no daba para estirarlo más, porque queríamos sentirnos como en casa. Allá te encontrás sólo, con un idioma que no tiene el mismo dialecto, con una vida que es mucho más cara que acá... Yo no desaliento a nadie, pero vi que la gente se queda aguantando... porque no quiere volver a una realidad o lo hace por sus conocidos. Cada uno elige. Claro que también veo que hay argentinos que se fueron y que les fue muy bien. Nosotros vivimos otra cosa: no fue un calvario pero tuvimos que volver”, sostiene. “En Tandil, encontramos una mezcla muy linda: los hermosos paisajes de la sierras y el agua, y una sociedad ordenada y tranquila, donde nadie te ningunea”.

Gonzalo insiste en que es importante sacarse las ganas y probar suerte. “Cada uno tiene que hacer su experiencia. En Barcelona, que es lo más parecido a Buenos Aires, hay cualquier cantidad de argentinos que, por ejemplo, pusieron una panadería y les fue mucho mejor que en Andalucía. Pero sacan en limpio entre 1.500 a 1800 euros... Con ese dinero, vas a poder alquilar algo un poquito mejor pero, si querés pagar un crédito hipotecario, vas a vivir 30 años tomándote un cafecito. Si vas a hacer sacrificios, sabiendo los beneficios que tenés, bienvenido sea. Pero la calidad de vida de la Argentina es superior si tenes cierta estabilidad económica. Te lo digo viviendo en Tandil. En Buenos Aires, vas a ir al cine en Recoleta y la vas a pasar bien, pero cuando vuelvas a tu casa no sabés si te vas a encontrar con dos tipos apuntándote. La gran mayoría de los latinos buscan eso en España: escapar de la inseguridad”, expresa.

“Los argentinos que se fueron -incluyendo a mi hermana que se fue en 2002, pero que cuando llegó se encontró con una España muy diferente a la de ahora- se autojustifican todo el tiempo cuando uno les pregunta por qué se fueron de Argentina. Eso es muy común. Te dicen: “Vas a ver que acá todo funciona, que los autos paran en las esquinas”... y después te sacan el tema de la violencia en la Argentina. ‘Eso no mejora más’, te aseguran... pero minimizan los problemas españoles para justificar la decisión que tomaron, reafirmándose todo el tiempo. Hay algo del arraigo que los argentinos tenemos con nuestra tierra y que nunca podemos superarlo. A los argentinos que viven allá eso se les nota muchísimo, a diferencia de lo que ocurre con los habitantes de otros países cuando emigran. Dicen cosas de la boca para afuera, pero sufren horrores por no tener esto: nosotros tenemos oro, que no podemos tocar ni vender. Yo no soy un necio, ni niego que hay un montón de argentinos a los que allá les fue muy bien, pero vi sufrir a mucha gente por una realidad que no es sencilla, ni siquiera para los españoles”, dice mientras continúa enumerando las diferencias que encontró con nuestro país.

“Me compré un auto por 800 euros, sí, pero después tenía que mantenerlo por 300 euros por mes. Tenés esas posibilidades, pero si te querés comprar un modelo mejor tenés que pagar 15 mil euros. Mi hermana se compró su último auto por 17 mil euros y eso allá no es nada raro. Podés acceder a la movilidad, pero no a una mejor calidad de vida. Están muy acostumbrados a las escaleras: hay edificios de 4 pisos sin ascensor y el alquiler de un departamento te sale 900 euros. Entonces, uno se pregunta ¿cómo se hace para pagarlo? Hay un estilo de vida -al que estamos acostumbrados- que allá no lo podés tener y que van a pasar muchos años hasta que lo alcances. Después, lo podrás superar y llegarán los beneficios, como la posibilidad de acceder a un crédito hipotecario”, afirma. “El recibo de sueldo es todo, tanto para alquilar como para comprar una casa. Si van a lavar copas, tarde o temprano van a conseguir trabajo, pero van a hacer algo que podrían hacer acá. Si es por eso que se van, ese mismo trabajo lo pueden hacer en la Argentina, pero insisto en que la calidad de vida -sacando el tema de la inseguridad- es igual o mejor que en España”.

A pesar de su experiencia, Gonzalo no descarta volver a intentarlo más adelante para que su hijo pueda estudiar allá y tener un mejor futuro, pero dice que aún no está preparado para regresar. “Fue una experiencia reveladora, no terminante porque soy consciente que cada uno vive su propia vida y tiene su propia suerte, pero te abre los ojos... Fue una experiencia que cayó en un momento justo de nuestra vida, porque nos hizo muy bien para revalorizar ciertas cosas de la Argentina que, sin ninguna duda, es nuestro lugar en el mundo”, finalizó.

Fuente: Infobae

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