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POLÍTICA INTERNACIONAL

1 de marzo de 2021

Alberto Fernández se acerca a Joe Biden de la mano de la lucha contra el cambio climático pero se aleja cuando cuestiona a la OEA

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El presidente argentino exhibe una hoja de ruta con su par de Estados Unidos que causa elogios y críticas simultáneas en relación directa a los asuntos bilaterales que trata con sus distintos interlocutores de la Casa Blanca

“Nosotros dos nos vamos a llevar bien, no tengo dudas”, le dijo John Kerry, consejero especial de Joseph Biden para el Cambio Climático, a Alberto Fernández.

-¿Por qué?-, contestó el presidente desde la quinta de Olivos.

-Los dos tocamos la guitarra. Los dos tocamos rock and roll.

La conversación telefónica con Kerry, uno de los políticos más respetados en Washington, fue el epílogo de una primera movida diplomática sobre el Cambio Climático que Alberto Fernández inició a comienzos de febrero. El presidente apoya al Tratado de París y se apalanca sobre la opinión del Papa Francisco para sostener que hay que cuidar y proteger a “la Casa Común”.

Joseph Biden -que designó a Kerry- avala también el Acuerdo de Cambio Climático firmado en la capital de Francia y reconoce a Francisco como un defensor de la ecología para evitar una catástrofe en el medio ambiente. En este aspecto puntual de las relaciones bilaterales hay coincidencias geopolíticas entre los presidentes de Argentina y Estados Unidos.

“Argentina acuerda con los Estados Unidos que el cambio climático es nuestra principal amenaza existencial y el camino que tomemos ahora definirá el destino de las presentes y futuras generaciones. Es por eso que el Cambio Climático en la próxima década es de máxima prioridad para mi administración”, escribió Alberto Fernández a Kerry -con fecha 5 de febrero- para fijar su posición política.

El consejero especial para el Cambio Climático mostró la carta presidencial a Biden, que se sorprendió por su tono y por las iniciativas que presentaba. Alberto Fernández proponía a Kerry crear un Grupo de Líderes Mundiales para tratar la Emergencia Climática y hacía referencia a la necesidad de proteger al denominado “Chaco Americano como un factor esencial para evitar la crisis climática”.

Romina Picolotti, ex secretaria de Medio Ambiente del kirchnerismo, trabajó en una fundación sobre ecología que dirigía Kerry. Hace unas semanas, Picolotti chateó con Alberto Fernández y comentó la posibilidad de un “call” con el consejero especial de Biden. El Presidente derivó este tema a Gustavo Beliz, y el secretario de Asuntos Estratégicos consultó con Jorge Argüello, embajador argentino en Estados Unidos.

Argüello encontró facilidades para cerrar la conversación telefónica entre Alberto Fernández y Kerry. Dialogaron durante treinta minutos y las coincidencias fueron totales: desde el rock and roll a los elogios a Francisco. El Presidente y el consejero de Biden quedaron en contacto y hubo satisfacción mutua en Olivos y Washington.

Pero este ámbito de coincidencia estratégica y geopolítica se transforma en un juego de suma cero cuando Alberto Fernández avanza contra Luis Almagro, secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA).

El presidente tiene diferencias ideológicas y personales con Almagro y está en un juego de desgaste que tiene un límite infranqueable establecido por la realpolitik: el secretario general de la OEA es apoyado por la Casa Blanca, sin importar que el Salón Oval esté ocupado por Donald Trump o Biden.

Alberto Fernández articuló un movimiento de diplomacia secreta con ciertos países de América Latina para evitar la reelección de Almagro, hace pocos días presentó una protesta formal por la designación de María Eugenia Vidal como jefa de la misión electoral de la OEA en los comicios de El Salvador, y durante su última visita a México logró que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) avalara sus cuestionamientos al secretario general.

Con tono neutro, al viejo estilo de la diplomacia estadounidense, Almagro rechazó los cuestionamientos de Alberto Fernández. El jefe de Estado anticipaba esa respuesta de la OEA, y ya prepara un nuevo round contra Almagro y sus principales aliados: pretende que la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), durante estos meses liderada por AMLO, empiece a suceder a la OEA como foro representativo de la región.

Se trata de una apuesta geopolítica sin destino.

México integra el NAFTA -junto a Canadá- y Estados Unidos es su socio clave en el mundo. Es decir: López Obrador no irá en contra de la Casa Blanca para beneficiar a la Casa Rosada, aunque lo pida Alberto Fernández, que es su principal aliado en América Latina.

La ofensiva de Alberto Fernández contra Almagro causa muchísimas dudas en la administración de Biden. No sólo por su contenido ideológico, sino también por su ausencia de sentido práctico en momentos en que la Argentina negocia con el Fondo Monetario Internacional y el Club de París.

La OEA jugó a favor de los Estados Unidos cuando Cuba se presentó como un problema de seguridad, y repitió ese mismo concepto en la Guerra de Malvinas cuando estaba en juego la estabilidad política de Margaret Thatcher, aliada del entonces presidente Ronald Reagan.

Biden y su staff, incluido Kerry, son lineales y no aceptan matices que afecten a la seguridad nacional. Disienten sobre la perpetua ofensiva de Alberto Fernández contra Almagro en la OEA, porque el uruguayo es su aliado para defender la agenda regional de los Estados Unidos por afuera de la administración demócrata.

El Presidente conoce esa perspectiva geopolítica de Biden. Pero ya reiteró en Washington que no cambiará de opinión.

Fuente: Infobae

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