Viernes
25 de Julio de 2025
23/09/2024
Fuente: telam
Ramón González vendía estampitas por las calles de Mercedes, en Corrientes, cuando fue secuestrado el 6 de octubre de 2006. Su cadáver mutilado apareció dos días después en un baldío. El descubrimiento de un antropólogo que apuntó a un grupo satánico, el testimonio de la niña que vio cómo lo mataban y la pormenorizada investigación de un periodista que apunta hacia el poder político
>“Parecía el cadáver de una persona fallecida un mes antes, pero el asesinato había ocurrido hacía apenas diez horas. Lo que se encontró fue un esqueleto, y de la cabeza, separada, la calavera. De entrada quisieron dar a entender que era de una persona de la calle cuyo cuerpo fue depredado por perros o roedores, pero el dictamen de los forenses y de los especialistas de la Universidad de La Plata fue categórico: eso fue obra del hombre, no de perros ni roedores”. Corría la segunda quincena de octubre de 2006 cuando uno de los investigadores del asesinato de Ramón Ignacio González, un chico de 11 años que solía vender estampitas cerca de una vieja estación de la localidad correntina de Mercedes, describió con toda crudeza el resultado de la autopsia.
El caso conmocionó al país desde el primer momento, pero la investigación parecía estancada en hipótesis que no cuadraban. En un principio se pensó que el chico, que era utilizado para vender drogas en el pueblo, había sido asesinado por quedarse con algún dinero de sus “empleadores”. También se especuló que había sido víctima de una red de trata y que lo mataron cuando algo salió mal entre el secuestro y su entrega.
Transcurrieron varios meses sin que se pudiera establecer una hipótesis firme que llevara a establecer los motivos del crimen y permitiera descubrir sus perpetradores, hasta que el trabajo de un antropólogo y la declaración de una adolescente de 14 años revelaron que Ramón había sido víctima de un ritual satánico perpetrado por diez personas que, posiblemente, actuaron por orden y con el financiamiento de otras de posición encumbrada cuyos nombres se sospecharon pero nunca pudieron sacarse a la luz.
Fue el antropólogo correntino José Humberto Miceli quien, tres meses después del asesinato de Ramoncito, puso en foco la posibilidad de un crimen ritual. Especializado en ritos guaraníes precolombinos, al sumarse a la investigación y examinar los restos advirtió que el nene tenía estigmas en las manos, que había señales inequívocas de torturas antes de la muerte y que los huesos que habían sido extraídos del cuerpo tenían un significado en una serie de rituales que, en una extraña mezcla, iban desde el umbandismo y las antiguas tradiciones guaraníes hasta el culto de San la Muerte.La justicia ordenó hacer un allanamiento, donde la policía encontró un libro de magia negra. Eso solo no probaba nada, pero en medio del operativo policial, la chica “se quebró” y contó que estaba presente cuando mataron a Ramoncito.
Marianita relató que los participantes de la ceremonia empezaron a tomar vino en copas a las que “les agregaban un líquido rojizo con una jeringa”, y que mientras bebían uno de ellos comenzó a aullar y los demás lo imitaron, y comenzaron a bailar alrededor del Ramoncito, al que después violaron varias veces, le introdujeron un palo en el ano y lo golpearon por turnos. Dijo que primero lo tenían sentado en un sillón de tapizado marrón, pero que después lo acostaron sobre una alfombra gruesa y lo mataron. “Dany (Daniel Alegre, el autor material del asesinato) le dio un golpe fuerte con un cuchillo, pero no se desprendió del todo la cabeza. No sé si ya estaba muerto, pero ya no hablaba. Después lo pusieron arriba de una hostia negra. Y juntaron sangre del cuerpo”, les contó primero a los policías y más tarde a los funcionarios judiciales.En una de las casas allanadas, la policía encontró una lista con nombres de chicos del barrio, al lado de cada uno de los cuales había un precio. El de Ramoncito era el más alto. Eso llevó a pensar que, además de los autores materiales, había otros implicados en la muerte del nene, quizás los que pagaron para su sacrificio en un ritual que serviría a sus fines.
En un momento de su testimonio, Marianita pronunció una frase que reveló otro crimen atroz: “Él por lo menos vivió 11 años... peor el bebé”. Cuando le preguntaron a qué bebé se refería, contó que, antes de matar a Ramoncito, el grupo había sacrificado a un recién nacido. Eso abrió otra línea de investigación que llevó a un caso que estaba sin resolver: el de un bebé muerto que, aproximadamente en la fecha que marcaba la chica, alguien había dejado en la puerta de una abogada de la Defensoría de Menores.Durante el juicio quedó establecido que Ramoncito murió víctima de un ritual con características de prácticas medievales y credos de origen africano del que participaron por lo menos diez personas en el interior de una casa alquilada.
Daniel Alegre, el autor material del crimen, fue el único que logró evadir el primer proceso judicial. Estuvo prófugo durante 4 años, hasta que lo descubrieron en Córdoba trabajando como inspector de tránsito con una identidad falsa. Fue condenado a la pena máxima en julio de 2015.
El asesinato de Ramón Ignacio González fue el primero en ser calificado como “crimen ritual” por la justicia argentina.En 2023, el periodista y docente Leonardo Gentile publicó su libro Satán de los esteros, producto de una investigación de casi diez años sobre el asesinato de Ramoncito, en cuyo transcurso repasó en profundidad todos los documentos judiciales, logró entrevistar a varios de los implicados en el crimen y a la propia Marianita, que vivía bajo una identidad protegida para resguardarla de las amenazas de muerte que seguía recibiendo.Además de reconstruir hasta en los más pequeños detalles el crimen ritual, Gentile se detuvo en las líneas de investigación que apuntaban a la existencia de otros implicados en el asesinato, más allá de sus autores materiales, cuyos nombres siguen siendo desconocidos.
Cuando se están por cumplir 18 años del asesinato ritual de Ramón Ignacio González, los nombres de esos supuestos autores intelectuales del crimen, si es que existieron, continúan protegidos por el hermético silencio de los condenados.
Fuente: telam