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HISTORIAS

13 de marzo de 2022

A 40 años de Malvinas, el emotivo encuentro entre la madre de un héroe y el militar británico que sepultó a su hijo

Geoffrey Cardozo fue el responsable de haberle dado sepultura en 1983 a los argentinos caídos. También a Gabino Ruiz Díaz, quien fue clave en la identificación de los cuerpos en Darwin. Tras intentarlo sin éxito hace unos años, esta semana pudo viajar a Corrientes para fundirse en un cálido abrazo con la mamá del soldado, Elma Pelozo. “Es como mi hijo y esta es su casa”, dijo ella

Lo habían intentado una vez, sin éxito. Geoffrey Cardozo (72), el militar británico y responsable de haberle dado sepultura en 1983 a los argentinos caídos durante la guerra de Malvinas, quiso encontrarse hace un tiempo atrás con Elma Pelozo (82), la madre del héroe Gabino Ruiz Díaz. Él la quería conocer, charlar con ella, darle “un beso de un humano a otro”, tal vez para comenzar a dar el cierre al proceso de identificación de soldados que se inició con el propio Ruiz Díaz. Ella, por su parte, tenía el deseo de agradecerle. “Por todo lo que hizo por los argentinos, no solo por mí”, dice la mujer en diálogo con Infobae.

Geoffrey emprendió viaje a Corrientes en marzo de 2019, pero nunca llegó a destino: un grupo de ex combatientes consideró en aquel entonces que su presencia en la provincia era una ofensa y realizó una manifestación en la ruta camino a la casa de Elma. El clima tenso y el riesgo de que suceda algo grave hizo que se cancelara la reunión a último momento.

Para Elma fue un golpe a la ilusión: “Lloré todo el día, me quedé esperando con la comida lista. Él ya estaba cerquita, en Entre Ríos”, recuerda desde el otro lado del teléfono.

Pasaron tres años de aquella frustrada cita hasta que un día, finalmente, ese tan anhelado encuentro se hizo realidad.
El jueves pasado, Elma recibió a Geoffrey en su casita de adobe y chapa, en Colonia Pando, departamento de San Roque, a 140 kilómetros de la ciudad de Corrientes. Se vieron las caras personalmente por primera vez y se fundieron en un cálido abrazo. Mientras lo hacían, la mujer, en silla de ruedas, con sus piernas amputadas por la diabetes, le repetía una y otra vez al oído: “¡Gracias por venir!”. Él, antes de tomarle sus manos, le soltó: “Esperé tanto”.

La visita se planeó en silencio, casi en secreto. Esta vez no hubo anuncio previo para evitar inconvenientes. Geoffrey llegó a Corrientes acompañado del veterano Julio Aro y del realizador audiovisual Miguel Monforte, presidente y secretario de la Fundación No Me Olvides respectivamente. Fueron en auto desde Buenos Aires. Viajaron de noche y, tras recorrer alrededor de 700 kilómetros, llegaron muy temprano, cerca de las 7. Colonia Pando los recibió con una intensa lluvia. Pero esta vez, nada, ni el mal tiempo, podía arruinar la reunión.
Elma los esperaba junto a su hija Lucía. Pasado el momento inicial de emoción, charlaron durante horas. Entre risas, intercambiaron recuerdos y anécdotas personales. “No tocamos mucho el tema de los ángelitos. Hablamos lo necesario porque sino a mí me hace mal. Conversamos del cementerio, él habló del trabajo que hicieron, recordó a su madre y me mostró fotos”, repasa la mujer. Desayunaron mate y tortas fritas -las favoritas de los invitados- y más tarde almorzaron tallarines. “Yo quería hacer asado. Los correntinos somos de la carne. Pero Julito no quería, decía que era mucha molestia”, cuenta Elma.

La madre del héroe y Geoffrey tienen una larga y especial relación cuya comunicación era hasta hace unos días solo por llamados por teléfono. Ella lo describe como “un hombre sencillo, de buen corazón”, como “un gran señor”. Él la llama “mamá Elba”.


El lazo entre ambos empezó a forjarse por el trabajo que Cardozo hizo “por nuestros chicos”, dice Elma, una caricia al alma que apaciguó su dolor y que la ayudó a sobreponerse de la pérdida.

Gabino Ruiz Díaz nació en Corrientes y lo apodaban “Cambacito”. Murió el 29 de mayo con 19 años, cuando un batallón de paracaidistas británicos atacó su puesto en Goose Green.

“La última vez que lo vi fue el 10 de marzo del ‘82. Se vino para la casa arriba de su tordillo negro para despedirse de los hermanos, hablar con su padre y darme un beso lleno de amor”, recordó la mamá en una entrevista con Infobae, mientras sostenía la única foto que Gabino se sacó en toda su vida. Gastada por los años, con los colores apagados por el paso del tiempo, allí se lo ve, con solo 19 años, posando orgulloso en su uniforme del Regimiento de Infantería 12 de Mercedes, Corrientes, donde le tocó hacer el servicio militar.

El caso de Cambacito es emblemático. Apenas llegado a Malvinas, decidió anotar su número de DNI en una chapita identificatoria dentro de las Islas. Precisamente, ese número 16404614 fue el que permitió corroborar que Ruiz Díaz era el primer “soldado argentino sólo conocido por Dios” identificado.

Elma pudo viajar a Malvinas por primera vez en 1997. En el cementerio de Darwin recorrió las 237 cruces blancas, sin derramar una sola lágrima. Se abrazó a la placa que había llevado, y en la que había grabado su nombre, y caminó entre las tumbas. Ninguna cruz tenía el nombre de su hijo. Ella no pudo, en ese primer viaje, honrar a su hijo en una tumba con nombre. Durante casi cuatro décadas el cuerpo de Gabino Ruíz Díaz, como el de otros 122 caídos, no estaba identificado.

En 2008, Aro creó la fundación No me Olvides, y viajó -junto a José Raschia y José Luis Capurro, ex combatientes- a Londres para reunirse con veteranos ingleses de gran experiencia en la post guerra. El destino quiso que se cruzara con el coronel Cardozo, que oficiaba de traductor y en 1982 había sido enviado a las islas con la difícil tarea de recoger los cuerpos de los campos de batalla y darles honorífica sepultura en el cementerio. El militar británico les entregó su gran informe sobre las sepulturas de los argentinos en Darwin: “Ustedes van a saber qué hacer con esto”.

Las listas mostraban números, ubicaciones en el cementerio, detalles de dónde fueron las batallas y dónde se habían encontrado los muertos. En una columna aparecía un número: 16404614. Era el documento de Gabino.

Así, un largo tiempo después, en 2017, los restos de Gabino fueron identificados gracias al Plan Proyecto Humanitario, luego de un acuerdo entre la Argentina y el Reino Unido. Con el trabajo de la Cruz Roja Internacional y del Equipo Argentino de Antropología Forense se supo finalmente que Gabino descansa en la parcela A, fila 2, tumba 15. Por cuestiones de salud, Elma recién pudo dejar el paraje en Corrientes para volar hasta Darwin y visitar la tumba de su hijo en marzo de 2020. Era lo que más deseaba.

A Elma, dice, ahora le quedaba pendiente conocer a Geoffrey. “Nunca dudé de que tenía que llegar a mi casa, porque yo recibo a todos lo que quieren venir, soy una mamá malvinera y muchos me quieren conocer, y a todos les doy la oportunidad”, comentó tras el emotivo encuentro.

“Nos encontramos en su pequeña y bonita casa de campo. Ella tiene una chica muy linda, simpática, que se llama Lucía y nos ha preparado un almuerzo hermoso. Fue todo muy conmovedor”, describió la reunión el británico a Infobae. Y amplió: “Cuando tuve en mis brazos a Gabino antes de inhumarlo, yo no imaginé que un día iba a encontrarme con su madre, y cuando con mi mano tomó la mano de esta mamá argentina siento algo muy especial, porque he perdido a mi propia madre hace 10 años. Siento una felicidad tranquila y profunda de tener a este personaje en mi corazón para siempre”.

De igual modo, Elma dijo que “fue un día de mucha alegría y emoción”, que disfrutó a pesar de que “estaba desconfiada de que la gente me retara”. Al cabo, se quedó “contenta de que no haya pasado nada”. “Quiero la gente que respete mi decisión, mi deseo”, sostiene.

Geoffrey describió a Corrientes como “un planeta diferente”. Ya había estado en la provincia del Litoral hace seis años: “Pasé una semana en febrero de 2016 cuando vine por primera vez a conocer a algunas madres de los caídos. Corrientes perdió 61 héroes en 1982. Sólo quedan seis madres de esos héroes que hoy siguen vivas”, recordó.

La tarde del jueves, el británico dejó la provincia “con un sentimiento de alivio y de felicidad”. Antes de irse, le dijo a Elma “esta es mi casa y usted es mi madre correntina”. “Entonces es como mi hijo y esta es su casa. Me gustaría que venga cuando quiera”, dice la mujer.

Más allá de que no sabe si volverán a verse las caras otra vez, lo importante, recalca ella, es que pudo cumplir su ansiado deseo de conocerlo: “Tengo más de 80 años; si me tengo que ir, para mí ya es misión cumplida”.

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