Martes 23 de Abril de 2024

Hoy es Martes 23 de Abril de 2024 y son las 18:02 - ALERTA URBANA ...DE LUNES A VIERNES DE 09 A 13 POR FM GUALAMBA 93.7 MHZ.- LO QUE TENES QUE SABER ESTA EN ALERTA URBANA

  • 25.2º

HISTORIAS

5 de diciembre de 2021

Abusos en la infancia: “Todos mis dibujos eran en blanco y negro. La profesora no entendía por qué no pintaba con colores”

Caru Grossi es ilustradora y cuando tenía cuatro años, fue víctima de violencia sexual por parte de un amigo de sus padres; en el Día para Prevención del Abuso en la Infancia y Adolescencia, compartió cómo fue reconstruir lo que había pasado aquel verano y empezar un camino de sanación que continúa hasta hoy

Cuando iba a la escuela, Caru Grossi dibujaba siempre con un lápiz negro. “¿No lo vas a pintar?”, le preguntaban. Entonces, ella agarraba el mismo lápiz y llenaba los espacios blancos con un fondo gris. “¡Con colores!”, insistía la profesora. La niña se quedaba mirándola como si le hablasen en chino. “Ahí me di cuenta de que no habitaba los colores ni siquiera en el papel, imaginate en la vida”, cuenta hoy Caru, que es ilustradora.


El gris y el negro fueron los colores con los que se identificó, internamente, toda su vida. Hoy, después de un largo camino, entiende los porqués de aquello que a simple vista resultaba incomprensible. Reconstruye aquella tarde de febrero, de mucho calor, en la que en algún momento se quedó a solas con un amigo de sus padres. Era una persona de confianza, con la que compartían asados y encuentros familiares. De golpe, fue como si alguien hubiese arrancado el sol y se hiciera de noche. Tenía cuatro años y el hombre abusó de ella.


Recién a los 20 pudo reconstruir, en terapia, lo que había pasado aquel verano. Después vino contarlo en el círculo más íntimo, luego en voz cada vez más alta. Tuvo que romper con la vergüenza y la culpa que la había acompañado durante tanto tiempo, y que eran enormes. “Te sentís rota. Culpable, de una manera que no la sé explicar. ¿Cómo con cuatro años podés ser culpable de algo así? Pero hay algo de una culpa que si querés es una carga social que traemos, y todas esas emociones ocurriendo dentro de tu cabeza, durante tanto tiempo, te dejan sola”, asegura. Cuando logró hablar, empezaron a aparecer, poco a poco, los colores. Hoy, sus ilustraciones están llenas de vida.

Hace unas semanas, Caru publicó junto a la escritora Magela Demarco, Sola en el Bosque (La Brujita de Papel), un libro que se propone instalar las violencias en la infancia y adolescencia como tema de conversación en las familias. En ningún momento el texto menciona la palabra “abuso”. El mensaje es dado desde la sutileza de lo sugerido. Busca que las niñas y los niños que atraviesan situaciones de violencia puedan romper el silencio y pedir ayuda; y que las personas adultas que intentan protegerlos encuentren herramientas que les permitan abrazar esa develación y darle una respuesta adecuada. Cuenta la historia de una niña para quien su casa, cuando todos se van a trabajar, se transforma en un bosque oscuro y peligroso. Y aparece el lobo, que va mutando de la forma semi humana, a otra completamente animal. Como los agresores en la vida real, que tienen muchas caras: una para la sociedad, otra cuando se quedan puertas adentro con sus víctimas.


Poner en palabras
Cuando ocurrió el abuso, Caru era tan chiquita que no tenía las palabras para nombrarlo. “Sabía que estaba mal, pero no sabía cómo decirlo. Por otro lado, esto había sucedido con una persona de confianza, ¡la queríamos!”, cuenta Caru. Y explica: “Los abusadores son personas muy hábiles para encontrar ‘el momento’, para generar la situación de encuentro en esa pequeña intimidad donde te hacen sentir de alguna manera cómplice, donde vos con cuatro años vas con una inocencia inmensa y sucede. Es un segundo. No hace falta que tengas padres ausentes, ni abandónicos, ni que no miren para que estas cosas te pasen. Mis padres eran muy presentes e igual pasó”.

Hasta que Caru logró poner en palabras la violencia, pasaron muchos años. Ese recorrido implicó, primero, desempolvar eso que, de forma defensiva, su memoria había ido tapando, pero que se manifestaba en un abanico de síntomas durante su niñez y adolescencia: “Estaba permanentemente a la defensiva: anhelaba el contacto físico, pero le rehuía al mismo tiempo. Ya en preescolar empecé a sentirme distinta. Hace poco encontré un rollo de fotos del verano previo al abuso y mi cara se veía distinta. Había una felicidad que después se esfumó en ese silencio y en esa soledad”.


Hablar, asegura Caru, sana. Es el primer paso de un camino tan arduo como indispensable: el de la reconstrucción personal. “Una vez que hablé, además de aparecer los colores, empecé a recuperar mi identidad, a conectarme con el deseo. Creo que antes me había dedicado a sobrevivir sin saberlo. Hoy siento plenitud y agradecimiento”, dice la ilustradora.

El silencio, en cambio, es como un monstruo que se alimenta con el dolor y la vergüenza que provocan el abuso. Caru era muy chiquita y la violencia que la había atravesado, demasiado grande. A lo que implica empezar a nombrar lo innombrable, Caru lo explica así: “Cuando pude hablar, si bien fue muy doloroso y reviví todo lo que me había pasado, fue el comienzo de quitarle ese poder y ese peso. Dejó de habitarme el abuso y empecé a habitarme yo. Ese fue el comienzo”.


Hay palabras, preguntas y acciones que hieren, que refuerzan el silencio, que protegen a los agresores (”¿estás segura de que no te lo imaginaste?”, “¡pero si es una persona divina, no puede ser!”, por ejemplo). Y otras que abrazan, que contienen, que ayudan a darle voz a las niñas y los niños atravesados por las violencias. Desde su experiencia y a partir de todo lo que Magela y ella investigaron para escribir el libro, que contó con el asesoramiento de los profesionales del Servicio de Salud Mental del Hospital Materno Infantil San Roque de Paraná, Caru subraya: “Lo más importante, cuando hablás, es que del otro lado esté la escucha y que te crean, porque todo el movimiento que vos haces para llegar a poner esa palabra fuera de tu cuerpo, es tan inmenso como lo que sucede adentro. Yo sentía como si dentro mío hubiese un páramo, una tierra devastada llena de miedos, dolores, angustia y soledades. Cuando logré poner la primera palabra, empecé a construir mi mundo interior, el que me merecía, no el que me había tocado”.


En esas primeras palabras, en ese diálogo con una persona empática, que no juzgue, que acompañe y sepa cómo actuar frente a la develación de un abuso, se genera lo que Caru llama “la magia”: “Empieza la sanación”. Cuando la ilustradora mira para atrás y se encuentra con su “yo chiquita”, la abraza. Y concluye: “Fue un trabajo que tuve que hacer de Caru con Caru. De alguna manera sentí que durante muchos años esa niña había quedado ahí, sola, mientras yo me ocupaba de la vida, del trabajo, de estudiar. Hoy, todas las veces que puedo, sigo sanando a esa niña”.

 


📻Seguinos de lunes a viernes de 9 a 13 hs por FM GUALAMBA 93.7 MHZ y a través de la página web
www.fmgualamba.com.ar 

🗣(Compartí con nosotros tus comentarios, denuncias, fotos y videos al WhatsApp 3624100411 / Fijo 362 457-3782

Seguinos y enterate de toda la actualidad en www.alertaurbana.com.ar

COMPARTIR:

Comentarios