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CIENCIA

27 de noviembre de 2021

El enigma Lyme: ¿está en la Argentina la enfermedad que tienen Justin Bieber y otros famosos?

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Hay distintas visiones sobre la existencia o no en el país de esta patología causada por una bacteria transmitida por la garrapata; qué dicen en el ANLIS Malbrán

En los años 70, en Old Lyme, Connecticut, Estados Unidos, un grupo de personas presentó una artritis repentina y severa, articulaciones muy inflamadas, parálisis, erupciones, fatiga. Eran sanas y se enfermaron de repente, como muestra la película Under our skin.

La misteriosa enfermedad siguió rodeada de interrogantes hasta que en 1977 se describieron los primeros casos. Eran por la picadura de la garrapata de patas negras (Ixodes scapularis). Como había surgido en Lyme, recibió ese nombre.

En 1981, Willy Burgdorfer descubrió que era causada por una bacteria transmitida por la garrapata, que fue llamada Borrelia Burgdorferi en su honor. Es una bacteria con reservorios silvestres en ciervos, algunas especies de ratones y aves, entre otros. Las garrapatas los pican y se infectan, y después pican a los humanos y a otros mamíferos, tan cercanos como el perro.

Reconocida por el Centro de Control de Enfermedades (CDC) de los EE.UU. en 1990, la enfermedad de Lyme no deja de crecer en ese país, en México, en Canadá, en Europa y en Asia. Solo en EE.UU., cada año hay 350.000 nuevos casos y el 40% queda con secuelas neurológicas, articulares, cardíacas, crónicas y severas, que no siempre cubren los seguros médicos. Hay famosos con Lyme: Justin Bieber, Thalía, Richard Gere, Alec Baldwin.

Y en la Argentina, ¿existe? Hay al menos tres visiones: la de los pacientes, que aseguran haberse contagiado aquí y vivir un calvario por la falta de diagnóstico y tratamiento; la de los médicos infectólogos, que dicen que no hay circulación local de la enfermedad; y la de las autoridades sanitarias, que desde el ANLIS Malbrán indican que ni la garrapata —el vector— ni la bacteria están en territorio argentino y que no existen casos autóctonos de Lyme.

Entre 2014 y 2019, el Malbrán analizó 31 muestras clínicas con sospecha de Lyme autóctono; algunas con resultados positivos en pruebas realizadas con métodos no validados por la FDA de los EE.UU. “Todas fueron negativas”, indicaron.

 

Un eritema problemático

La picadura de la garrapata que transmite el Lyme no produce dolor pero causa una lesión característica, el eritema migrans. “Si una persona tiene eritema migrans y vive en zona endémica tiene que consultar con el infectólogo, que es lo que recomienda el CDC”, responden desde el Malbrán.

Y precisamente Pablo Rodrigo Pérez, de 49 años, conductor del programa Aguas Arriba de ESPN, fue con un eritema migrans a un dermatólogo en Mendoza, adonde estaba cuando lo picó una garrapata. Al ver la lesión, el médico dijo sin dudar: “Es Lyme, pero no te preocupes porque esta enfermedad no existe en la Argentina (sic)”. Le dio una pomada y le dijo que se le iba a pasar. Poco después, Pablo empezó a sentir cansancio. Estuvo ocho meses sin poder levantarse de la cama.

“Vi infectólogos, neurólogos, psiquiatras —recuerda—. No tenía ni fuerza para grabar un mensaje de WhatsApp. Hasta que encontré un médico que me trató con doxiciclina, un antibiótico, y empecé a estar un poco mejor. Si me la hubiera dado el primer dermatólogo, esto no hubiera progresado a crónico. Los médicos acá tienen una negación, no saben cómo tratarlo. Tengo suerte y me atiendo en México, pero los que no pueden lo viven acá, y dolorosamente.”

 

Tomás Orduna, Jefe del Servicio de Medicina Tropical y Medicina del Viajero del hospital Muñiz, dice que, efectivamente, para los infectólogos argentinos la enfermedad de Lyme no existe aquí. “Y no es por un tema que nos parezca a los infectólogos —asegura—. Nos basamos en estudios de Entomología y de Microbiología y en ninguno se halló la Borrelia Burgdorferi en nuestro país. Y esto lo podríamos hacer extensivo a toda Sudamérica.”

Lilián Testón, coordinadora de Epidemiología y Control de Infecciones de Funcei, recuerda que hace unos 30 años tuvo un paciente pediátrico con eritema migrans en el hospital Ricardo Gutiérrez. El pequeño recibió tratamiento antibiótico y se curó.

“Nunca confirmamos un Lyme, pero este eritema se presenta en el 70% de los casos, y en toda mi carrera lo vi esa única vez —dice la infectóloga—. Si un paciente presenta ese eritema, en primer lugar hay que confirmar que haya viajado a una zona endémica. ¿Y si no viajó? Debería descartarse un Lyme, porque no tenemos circulación vectorial, pero tendría que confirmarse con pruebas, que se hacen en el exterior”.

 

Detecciones de ayer y de hoy

En la Argentina dos estudios —uno de 1988, otro de 1993— confirmaron el hallazgo de anticuerpos contra la Borrelia Burgdorferi en perros y en trabajadores rurales.

Viviana Brihuega, médica veterinaria y directora del Instituto de Patobiología del INTA Castelar, es autora del primero, que detectó anticuerpos contra la bacteria Borrelia burgdorferi en perros callejeros de Rosario. “Fue con Inmunofluorescencia Indirecta (IFI) con un conjugado que vino del Instituto Pasteur de Francia y detectó anticuerpos específicos contra la bacteria en el 40% de los caninos”.

“La leptospirosis y el Lyme son producidas por espiroquetas, bacterias con forma de espiral —dice Néstor Stanchi, doctor en Ciencias Veterinarias y Profesor Titular de Microbiología de la Universidad de La Plata—. En 1988, cuando vine de un viaje al Centro de Referencia de Leptospira de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Hereford, Inglaterra, traje reactivos que me cedió mi colega y, mediante IFI indirecta, encontramos anticuerpos de Borrelia burgdorferi en pobladores rurales de Brandsen. El vector está. Lo que no se aisló, que yo sepa, es la bacteria, algo que se podría hacer con PCR o por cultivo.”


Tomás Orduna afirma que el problema de los estudios que detectaron anticuerpos es que se hicieron con IFI indirecta, que ya está desaconsejada por el CDC y la Infection Diseases Society of America (IDSA). “Tendrían que hacerse por Elisa, a confirmar posteriormente con Western Blot, o bien dos Elisa de distintos fabricantes. Y en la Argentina no tenemos ni Elisa ni Western Blot. Las IFIs positivas son falsos positivos. Es muy importante seguir al CDC y al IDSA y leer a los europeos porque tienen la experiencia que nosotros no.”

Desde el Malbrán, indicaron que se importarán equipos diagnósticos de última generación validados por organismos internacionales para el diagnóstico confirmatorio de casos con antecedentes epidemiológicos y sospecha clínica de enfermedad de Lyme.

De perros y garrapatas

En la Argentina, ¿los perros tienen Lyme?  El médico veterinario considerado el mayor experto local en el tema, Pablo Borrás, que declinó responder y adujo que su respuesta estaba contenida en la declaración que ofreció el ANLIS-Malbrán, donde Borrás trabaja.

Bibiana Brihuega, en tanto, afirma que el nombre correcto para el perro no sería Lyme sino borreliosis, pero que no está confirmado que exista borreliosis clínica en caninos en nuestro país. “Aunque quizá muchas patologías con las que el perro llega a consulta son consecuencia de algo que quizá fue borreliosis: problemas del sistema nervioso, articulaciones, cardíacos” dice.

Santiago Nava, biólogo, coordina el laboratorio de Inmunología y Parasitología del INTA Rafaela y es investigador del Conicet. Dirige el grupo que trabaja con garrapatas que afectan la producción animal o producen zoonosis en el país.

“En la Argentina hay borrelias cercanas a las que causan Lyme en Europa y América del Norte, pero no son las mismas. No se sabe si producen alguna enfermedad en humanos y animales, son de patogenicidad desconocida. Y hay una evidencia más: para que haya transmisión de borrelias, una garrapata del género Ixodes, tiene que picar a una persona. Y acá eso no pasa”, dice Nava.

“Aquí tenemos unas 55 especies de garrapatas y son agresivas para los seres humanos cerca de 10, mayormente del género Amblyomma, que transmiten una enfermedad, la fiebre manchada o rickettsiosis, que en lugares como Salta o Jujuy puede ser mortal. Este sí es un problema serio entre nosotros, al que debería dársele más importancia”, enfatiza.

 

Pacientes y médicos

Mónica Carugatti, de 67 años, es psicóloga. Recuerda que a los 12 años fue mordida por una garrapata en General Belgrano. Fue diagnosticada con fiebre reumática, lupus, artritis reumatoidea, fatiga crónica, prolapso de válvula mitral. Vivió años y años con cansancio, fiebre, problemas de sueño, infecciones de garganta recurrentes, cólicos renales, dolores articulares, alteraciones intestinales y manifestaciones neurológicas, como por ejemplo ausencias. Después de mucho buscar, recibió el diagnóstico de Lyme de manos del dermatólogo italiano Giusto Trevisan. “El Lyme se negó de entrada, no solo acá sino también en EE.UU.”.

El médico Melchor Rodrigo, de 43 años, es estadounidense nacionalizado argentino y estudió medicina en la Universidad del Salvador; es autor del libro Lo que nadie dice sobre el Lyme, publicado en español e inglés en edición Kindle, y varias veces expositor en congresos internacionales sobre controversias en neurología. Aquí atiende pacientes en forma privada.

“Son muchos, no se sabe cuántos —advierte—. Uno hacía 16 años que creía que tenía esclerosis múltiple. La enfermedad se vuelve crónica. La bacteria queda para siempre, es muy difícil sacarla. Puede causar infartos, arritmia, ACV, neuropatías, parálisis fácil, artritis, pérdida de memoria, síntomas psiquiátricos. Debe haber muchas enfermedades que en realidad son Lyme. A Justin Bieber, por ejemplo, lo diagnosticaron antes como bipolar.”

Natalia Lovaglio tiene 41 años y es docente. “Estuve con un diagnóstico de fibromialgia hasta que llegué al doctor Rodrigo, que me diagnosticó Lyme a los 36 años —dice—. El momento que marcó mi vida fue cuando advertí que hasta mis alumnos se daban cuenta de mis ausencias”.

Durante su tratamiento, Natalia quedó embarazada y tuvo a su bebé. Pudo realizarse los análisis que hoy requiere el CDC para diagnosticar Lyme porque viajó a Panamá y desde ahí hizo llegar muestras de su sangre al laboratorio Igenex de Estados Unidos. “Cuando pedí licencia en mi trabajo, en la Provincia de Buenos Aires, me aceptaron ese certificado.”

“Sé que voy a perder habilidades, es una enfermedad crónica —dice, mientras cuenta que siente un desierto en la garganta, que no se calma tomando agua—. El año pasado gasté 5600 dólares en mi salud. Si la enfermedad se aceptara en la Argentina, tendría mejor calidad de vida.”

Corazón de Lyme

El cardiólogo argentino especialista en electrofisiología Adrián Baranchuk vive en Canadá y se especializa en complicaciones cardíacas de la enfermedad de Lyme, un tema sobre el que es experto mundial, tanto que diseñó un algoritmo para su detección que recomienda el CDC de Estados Unidos.

La enfermedad de Lyme tiene tres etapas —explica—. La aguda, con fiebre, vómitos, decaimiento, como una gripe. La segunda es de diseminación temprana, dura entre 30 y 60 días y puede afectar tres áreas: articular; neurológica y cardíaca, esta última entre el 4 y el 10% de los casos. En la tercera etapa, crónica, está demostrado que se afecta el sistema músculo esquelético y el neurológico. En corazón, hay un signo de interrogación. Hay datos que sugieren fuertemente que causaría insuficiencia cardíaca, como el Chagas, pero estamos trabajando el tema”.

¿La garrapata transmisora del Lyme podría estar en la Argentina sin haber sido identificada? “La respuesta es sí, las garrapatas viajan en los lomos de las aves —asegura—. Pero en un país que tiene 150 años de historia de Chagas y no puede erradicarlo, pretender que se ponga el ojo sobre Lyme es muy difícil. Para los sistemas de salud tiene enorme impacto reconocer una enfermedad, especialmente si se vuelve crónica. Hoy se discute con el long Covid. En EE.UU., en la mayoría de los estados, el Lyme crónico no está reconocido. Sí el agudo y la diseminación temprana, pero el crónico no. Te dicen que tenés fibromialgia o esclerosis múltiple. Estos casos van a la Corte. Es el país que más aportó a la investigación sobre Lyme, pero también ocurre esto.”

 

 

 

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