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HISTORIAS

8 de noviembre de 2021

Confesó diez años después que quemó vivos a sus dos hijos para vengarse de su ex esposa

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José Bretón denunció que había perdido de vista a Ruth y José, sus hijos de seis y dos años, en un parque el 8 de octubre de 2011. Pero, en verdad, estaba mintiendo. Sostuvo su inocencia durante una década. El caso que conmocionó a España, la historia del “monstruo de las Quemadillas” y la razón de su confesión

El sábado 8 de octubre de 2011, en una quinta familiar llamada Las Quemadillas, en las afueras de la ciudad española de Córdoba, alrededor de las cinco de la tarde, José Bretón cometió el delito más abominable que pueda llevar a cabo un ser humano. Mató a sus dos hijos: Ruth de 6 años y José de 2.

En su llamada a emergencias a las 18.41 dijo llorando que los había perdido en el parque.

La búsqueda que comenzó con las autoridades pensando en un secuestro de un pederasta terminó, pocos días después, en la finca de la familia Bretón. En un rincón de la propiedad, en medio de los naranjos, se veían los restos de lo que parecía haber sido una enorme hoguera.

Controlador, maniático y obsesivo

José Bretón nació en Córdoba, España, en 1973, en una familia de clase media. Estudió en un colegio religioso y, más tarde, se enroló en el ejército. Hasta ahí, era un chico como todos. En 1994 fue destinado a Bosnia. La experiencia fue pésima y eso lo llevó a dejar el ejército. Unos meses más tarde conoció a Ruth Ortiz, quien estudiaba veterinaria.

En el año 2002 se casaron y se trasladaron a Almería, primero, y a Huelva, después. En ese lapso de sus vidas nacieron sus dos hijos a los que les pusieron sus mismos nombres: Ruth y José. La primera llegó al mundo el 2 de octubre de 2005 y el segundo, el 10 de septiembre de 2009. Una clásica familia tipo de vida acomodada.

Si bien José tenía un coeficiente intelectual privilegiado, lo cierto es que su psiquis hacía agua por los cuatro costados. Estaba obsesionado con el personaje de Jack Nicholson en la película de terror El Resplandor. Sus manías y sus ideas fijas terminaron agotando a su mujer. Ruth era infeliz. Comenzó terapia y eso la ayudó a pensar que debía divorciarse, la mente de su marido parecía estar enferma.

En su diario personal, José, escribió: “Tengo muchas manías, soy escrupuloso, me molesta todo... que se sorban los mocos, escuchar comer”. También plasmó en esas páginas sus celos. Estaba convencido de que su mujer lo engañaba. Al mismo tiempo, calculaba el costo económico de declarar una guerra matrimonial: “Custodia total, madre. Fines de semana, alternos. Libertad de ver. Ortodoncia, gafas, clases de apoyo, coche mío, ajuar, gastos 70/30. Inventario. Bloquear cuenta. Ruth no existe”. La locura puede escribirse.

La pareja venía trastabillando y, el 15 de septiembre de 2011, Ruth se decidió: le pidió el divorcio. No fue capaz de intuir el infierno que esto desencadenaría.

 

José Bretón terminó con ayuda psiquiátrica. Intentaron seguir con la pareja un poco más, pero la situación se tornó imposible. Desesperado, ante el inminente “abandono”, José probó acercarse a su mujer por última vez: “Los niños y tú sois mi familia y no quiero renunciar a vosotros. Démosles una vida ideal, poder pasear, llevarlos al colegio, viajar, llevarlos al médico. ¿Tanta repelencia te produzco?”, le escribió.

Ella no se dejó conmover.

Planear la peor venganza

Ruth le dijo al psicólogo Francisco Márquez Pérez que sentía que había estado viviendo con “un lobo con piel de cordero”. Le reconoció al profesional que sufría continuo maltrato psíquico y describió a José como un “machista, controlador, celoso y obsesivo”. Ruth había perdido la autoestima, tenía trastornos de la alimentación y del sueño y fue diagnosticada con depresión.

José, por su parte, no podía tolerar que Ruth deseara una vida lejos de él. Matarla no era para él castigo suficiente. Por eso, ideó el peor de los flagelos: Ruth se arrepentiría para siempre y con toda su alma haberlo dejado.

Como ex militar, José se consideraba experto en estrategias. Su plan era asesinar a sus dos hijos y que sus cuerpos no aparecieran jamás, eso sería lo que más haría sufrir a Ruth Ortiz. La pena y la angustia se prolongarían en el tiempo. Lo calculó todo con precisión. Cómo y dónde. Fue metódico.

-Le pidió un turno a su psiquiatra, quien lo había tratado años atrás. Fue a la consulta y consiguió que le recetara ansiolíticos y antidepresivos (Orfidal y Motivan). El 29 de septiembre compró los medicamentos.

-El 5 de octubre acopió leña y la llevó a la quinta. Necesitaría mucha para la gran hoguera que tenía pensada.

-Entre el 5 y el 6 del mismo mes, compró gran cantidad de combustible en la ciudad de Huelva y lo guardó en el baúl de su auto.

-El 6 de octubre por la mañana ensayó con sus sobrinos, los hijos de Catalina Bretón y José Ortega, mientras los llevaba al colegio. Los dejó un rato en la plaza. Quería pensar cómo podría ser creíble una desaparición de menores y cómo podían reaccionar ellos al verse solos.

El 7 de octubre fue a buscar a sus hijos a Huelva y, aprovechando que tenía permiso para tenerlos todo el fin de semana, fueron a la ciudad de Córdoba. Primero visitaron a los abuelos paternos. Un poco después, los llevó a la casa de su hermana Catalina. Los dejó jugando con sus primos. Los chicos estaban divertidos. Mientras, él aprovechó y condujo hasta la quinta familiar. Tenía que preparar el escenario y la pira funeraria. Descargó, escondió el combustible y organizó la leña en el lugar escogido.

Luego, regresó a la ciudad y le propuso a sus dos hermanos -Catalina y Rafael Bretón- ir al día siguiente con sus respectivos hijos a un parque infantil llamado la Ciudad de los Niños. Dejó la divertida idea en el aire, sin concretar, era solo una coartada distractiva.

Once peritos y un dictamen

En la primera requisa en la finca familiar los peritos descubrieron los restos de una hoguera. Entre las cenizas ennegrecidas hallaron lo que parecían ser pequeños huesos. Los primeros análisis concluyeron que eran restos animales, de roedores y de un perro. Una negligencia de la antropóloga forense de la Policía Científica, Josefina Lamas.

Mientras esto sucedía, las contradicciones de José Bretón sumadas a las imágenes de las cámaras obtenidas condujeron a su detención. Los primeros exámenes psicológicos no delataron problemas mentales en el detenido. Si hay algo difícil de medir es la demencia de los inteligentes.

Seis meses después de la desaparición de los chicos, los testimonios recabados desnudaron la verdad: José Bretón buscaba una cruel venganza por el divorcio propuesto por Ruth Ortiz. La madre pidió una nueva pericia sobre los restos hallados en la hoguera. El antropólogo Francisco Etxeberria examinó las muestras recolectadas y descubrió pequeñísimos fragmentos óseos humanos. Un tercer análisis del experto José María Bermúdez de Castro, el 27 de agosto de 2012, lo confirmó.

Dos meses después, once antropólogos forenses de la Universidad Complutense de Madrid, afirmaron que, aunque estaban muy deteriorados, los restos efectivamente eran humanos. Esas dos pequeñas vidas habían sido consumidas por las llamas.

A casi un año de los homicidios, el 5 de septiembre de 2012, José Bretón fue acusado de haber asesinado a sus hijos con premeditación y alevosía.

Hablar... al fin

Luego de cumplir un cuarto de la condena, los presos suelen tener posibilidades de solicitar permisos para salidas de la prisión, pero es una condición que hayan reconocido el delito y muestren arrepentimiento. Por eso, algunos creen que el reconocimiento del crimen que hizo, por primera vez, José Bretón el pasado mes de septiembre, es solo una artimaña y que no se ha arrepentido verdaderamente. Solo querría acceder a esos permisos de salida. A diez años del crimen, José Bretón habló. El que tuvo la primicia y lo contó fue el periodista Pedro Simón del diario El Mundo.

Todo ocurrió entre el 12 de mayo y el 31 de julio de 2021, en la cárcel Herrera de la Mancha donde está alojado. Trece presos por horribles crímenes y varios psicólogos, sentados en círculo, participaron en diez sesiones de terapia. Fue así que José Bretón confesó. En la primera sesión se presentó diciendo: “Hola, me llamo José Bretón y estoy aquí por haber asesinado a mis hijos: a mi José y a mi Ruth”. Luego agregó: “Estuve 15 días planeándolo todo, porque quería hacerle daño a ella. Tranquilos, que los niños no sufrieron, yo jamás les haría daño. Lo que yo hice es lo peor que puede hacer un ser humano”. En esto último no miente.

 

 

 

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