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INTERÉS GENERAL

2 de agosto de 2021

¿De qué depende que seamos más o menos inteligentes?

Según los especialistas, el desarrollo de la inteligencia depende de las capacidades genéticas pero también de lo necesarias que estas sean en el entorno en el que nos desarrollamos

Todos entendemos lo que queremos decir por inteligencia, pero explicarla es mucho más difícil, e incluso quienes se dedican a su estudio utilizan conceptos distintos, según reconoció en una entrevista con Europa Press la médico especialista en Pediatría y Neuropediatría, María José Mas Salguero. Pero, ¿cómo ser más inteligentes? ¿Nacemos con ello o debemos potenciarlo?

A su juicio, quizá la definición más aceptada es la de los psicólogos estadounidenses Michael W. Passer y Ronald E. Smith: “Inteligencia es la habilidad para adquirir conocimientos, pensar y razonar con eficacia, y manejarse en el medio de modo adaptativo”.

Se trata, según explicó la también autora del blog de divulgación neuropediatra.org, de una definición operativa de la que se podría decir que tiene tres variables: la capacidad de aprender, los conceptos adquiridos, y el uso que se hace de ellos en cada circunstancia. “La posibilidad de asimilar nuevos conocimientos no es suficiente por sí sola, ya que los saberes varían en cada cultura y la adaptación mejora con la experiencia”, agregó.

¿Cómo la desarrollamos? En concreto, Mas Salguero subrayó que la inteligencia particular de cada uno es el resultado de las capacidades que nos otorga nuestra genética y también de lo necesarias que sean en el entorno en el que nos desarrollamos.

Por ejemplo, dijo que es posible que alguien tenga una capacidad extraordinaria para las matemáticas, pero que nazca en un entorno en el que ni siquiera se conozcan conceptos matemáticos más allá del cálculo aplicado a objetos reales. “En esas circunstancias es improbable que tenga muchas ocasiones de ejercitar su habilidad matemática, pues en su entorno no son necesarias para la supervivencia ni para el día a día, así que ni siquiera sabrá que tiene esa capacidad”, afirmó.

Pero advirtió de que al revés también sucede, ya que una persona con una escasa capacidad cognitiva no alcanzará a desarrollar habilidades que no tiene, pero si se ejercita, podrá alcanzar el máximo de su capacidad.

“La inteligencia no es pues fruto de una circunstancia única, sino del resultado de la concurrencia de múltiples variables que, además, son muy difíciles de aislar, ya que influyen unas en otras por lo que podemos afirmar que la inteligencia es el resultado de la interacción de nuestras capacidades innatas que se desarrollan según las exigencias del entorno y que su finalidad es adaptarse a ese entorno para sobrevivir con eficacia (conseguir un objetivo) y eficiencia (lograrlo con el mínimo esfuerzo)”, sostuvo la neuropediatra.

Parte está en nuestras manos
Asimismo, resaltó que la inteligencia viene determinada por nuestros genes y después nosotros a lo largo de la vida podemos potenciarla: “La genética nos dota del qué, lo que podemos hacer y lo que no; y la experiencia desarrolla el cómo, usar lo que sabemos de forma apropiada en cada momento es muestra de nuestra inteligencia”.

La también autora de los libros La aventura de tu cerebro y El cerebro en su laberinto, de la editorial Next Door Publishers, destaca igualmente que la inteligencia mejora si la ejercitamos, es decir, para ello sostiene que debemos enfrentar nuestras capacidades a nuevos retos para desarrollar nuevas habilidades y entrenarlas una y otra vez hasta que aprendamos a usarlas bien.

“No basta con aprender un nuevo idioma o a tocar un instrumento musical, por ejemplo, sino que para que estas habilidades nos sean útiles debemos practicarlas mucho. En resumen: novedad y práctica, los secretos para mantener nuestra inteligencia despierta y mejorarla”, manifestó.
Preguntada sobre la alimentación y, por ejemplo, el poder de los frutos secos de los que tanto se habla en este sentido, Mas Salguero aclaró que “no hay ninguna prueba que sustente tal afirmación”, “ningún alimento nos hace más inteligentes, ¡ojalá fuera tan sencillo!”.

Eso sí, destacó de que lo que sí puede perjudicar a nuestra inteligencia es una dieta que no nos proporcione los nutrientes adecuados. “Hay que saber que el cerebro consume el 60% de toda la energía diaria que necesitamos para sobrevivir y ese consumo es aún mayor durante la infancia y la adolescencia. Las dietas restrictivas, las que no proporcionan todos los nutrientes para mantener nuestro cuerpo sano, pueden tener consecuencias negativas en nuestra cognición”, explicó.

En cuanto al deporte, que es imprescindible para mantener una vida saludable, la doctora lo calificó igualmente de “esencial” para la cognición, dado que cualquier actividad que hagamos implica movimiento.

“Ser ágil y dominar los movimientos del cuerpo nos vuelve más eficientes (nos resulta más fácil lograr un objetivo) y eficaces (lo haremos con menos esfuerzo). Incluso las actividades más intelectuales mejoran si estamos en forma porque el ejercicio favorece el metabolismo y mejora el consumo energético del cuerpo, además disminuye el estrés y aumenta la sensación de bienestar, de manera que cuando nos sentamos a pensar, podemos concentrarnos mejor en lo que estamos haciendo”, concluyó.

 

 

 

 

 

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