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8 de mayo de 2021

Un “gualicho” maldito, un brutal crimen y la inyección letal

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La historia del argentino condenado a pena de muerte en Estados Unidos en 1998

En abril de 1998 Ángel Francisco Breard, nacido en Corrientes y nacionalizado paraguayo, fue ejecutado en Virginia. Así se convirtió en el primer argentino en caminar por el pasillo de la muerte. Estaba acusado de violar y matar a puñaladas a una vecina con quien se cruzó por azar a la salida de un bar. Las irregularidades del juicio, los países que pidieron clemencia y su increíble declaración frente al jurado sobre los motivos que lo impulsaron al atroz asesinato

 

Creía en el gualicho. En el más puro significado indigenista del término. La superstición, el falso misticismo, el oscurantismo se abrió paso en su mente oscurecida desde la infancia por el maltrato y el alcohol. En realidad, toda su vida no fue otra cosa que la antesala de su muerte.

 

Ángel Francisco Breard fue ejecutado hace 23 años por una inyección letal, en la cárcel de Greenville, estado de Virginia, Estados Unidos. Un jurado lo había hallado culpable de haber intentado violar y asesinado luego a Ruth Dickie, de 39 años. Fue el primer argentino, también era paraguayo, en ser ejecutado en Estados Unidos, un dato estadístico que no confiere más privilegio que el del horror.

 

El llamado Caso Breard hasta olvidó ya a su protagonista, casi una sombra en el recuerdo, para ser una controvertida materia de análisis legal: el criminal no tuvo un juicio del todo justo, lo que contradice uno de los derechos fundamentales en los Estados Unidos y echa por tierra esa frase de serie de televisión y de guión de cine que lo garantiza: “Tendrá un juicio justo”.

Las autoridades que detuvieron y enjuiciaron a Breard, de 32 años el día de su muerte, no informaron al consulado paraguayo que tenían un ciudadano de ese país tras las rejas y, luego, sometido a juicio. Tampoco le dijeron a Breard cuáles eran sus derechos: obtener asistencia legal de las autoridades diplomáticas de su país. El vicio de procedimiento sirvió para que Paraguay, con el apoyo de Argentina, México, Brasil y Ecuador, intentaran detener y aplazar la ejecución. Ni Amnesty International, ni la Corte Internacional de Justicia de La Haya, con la que Estados Unidos tiene firmado un convenio que no cumplió, ni diferentes apelaciones de sus abogados, lograron evitar el cumplimiento de una sentencia que fue dictada incluso con el visto bueno, consciente o no, del acusado que nunca negó haber asesinado a Ruth Dickie.

Breard nunca negó su culpa en el crimen e intento de violación de Dickie. Admitió siempre su total responsabilidad. Sólo dijo, a modo de atenuante, que era víctima del gualicho de su ex suegro, el padre de aquella efímera esposa por cuatro meses.

 

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