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9 de abril de 2021

La dramática situación de los excluidos que reclaman por el IFE

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Hay al menos siete millones de trabajadores informales en la Argentina. Si bajan del transporte público a los no esenciales, muchos podrían perder su fuente de ingreso.

Feriantes, “arbolitos” y vendedores ambulantes son solo algunos de los representantes de una economía donde no hay recibos de sueldo ni aguinaldos. Se trata de los trabajadores informales, que en la Argentina se estiman en al menos un tercio del total. Unas siete millones de personas integran este grupo, y varias de ellas podrían ver su ingreso dificultado por las restricciones a la circulación.

El sector informal se divide entre los “vulnerables”, aquellos que quedan por debajo de la línea de pobreza, que son 3,4 millones, y los “no vulnerables”, aquellos que tienen un empleo que les alcanza para cubrir una canasta básica de alimentos y servicios, que son 3,7 millones, según la consultora Invecq.

Las restricciones a la circulación implican un parate nocturno de 00:00 a 06:00 y la prohibición de circular en transporte público para todos aquellos que no integran alguna de las 78 actividades esenciales. Dentro del grupo de los informales, no todos dependen del tren, del colectivo o del subte para movilizarse.

La informalidad es mucho más visible de lo que parece

La informalidad es mucho más visible de lo que parece: hay mozos, peluqueros y trabajadores de jugueterías que están en una relación informal de trabajo; comúnmente conocida como “estar en negro”. Esos trabajadores pueden estar incluso dentro de las actividades esenciales y, por ende, podrían circular en transporte público. Otra parte podría coordinar con su empleador una ida y vuelta hacia y desde el trabajo con otros medios de transporte, como un taxi.

En la otra punta, y para quienes deben acordar con sus empleadores cómo movilizarse porque no pueden usar transporte público, están los empresarios pymes que se quejan. Aseguran que las restricciones al transporte público les afectan sus arcas porque deben pagar miles de pesos en taxi o remis para cada trabajador. Desde distintas cámaras que representan a los comercios y a las pequeñas y medianas empresas se solicitó asistencia para cubrir esos gastos, pero el Gobierno no la otorgó.

Economía en negro, números en rojo

El sector informal es, por lejos, el que más sintió el parate a la actividad económica en 2020. Según datos de Indec, 670.000 trabajadores de este grupo perdieron su empleo el año pasado. A su vez, es el primero que se recupera cuando vuelve la circulación, porque su ingreso (que en muchos casos es variable) depende en gran parte de la presencialidad. Un ejemplo claro fue lo que sucedió con los arbolitos, los “promotores” del dólar blue, al inicio de la cuarentena: se retiraron de la calle Florida y algunos se pusieron a trabajar en supermercados, sector que por ese entonces demandaba empleo. Luego, esas mismas personas volvieron a su lugar de trabajo habitual.

Otro caso fue el de las empleadas domésticas, un sector donde se estima que la informalidad roza el 75%. En 2020, y con restricciones a la circulación, la Unión de Personal Auxiliar de Casas Particulares estima que se perdieron hasta 350.000 puestos de trabajo, que luego se fueron recuperando de a poco a medida que se fue reactivando la circulación y, con ella, la economía.

Ahora, el personal doméstico solo puede circular en transporte público si pertenece a la categoría “cuidadores”, o si tiene permiso para circular en algunas jurisdicciones, como en la Ciudad o algunos partidos del Conurbano. Es por eso que se teme una nueva ola de despidos en el sector.

El que hacía changas se tuvo que guardar. Al mismo tiempo, el que atendía un local y no tenía una relación formal de trabajo, quizás sufrió el cierre de su lugar de trabajo sin indemnización y sin prohibición de despidos que lo amparara. Más allá de las changas, que se terminan con el fin de la presencialidad y no conocen de teletrabajo, la economía informal se empieza a resentir cuando cae el consumo de la clase media, porque se empieza a cortar una cadena de consumo que da trabajo en pizzerías, jugueterías y locales de ropa en todo el país.

Ese combo fue el que generó una crisis que demandó ayuda asistencial del Estado, que en su forma más directa fue el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE).

El IFE llegó a casi nueve millones de argentinos con tres pagos de $10.000 cada uno y es la herramienta que el Gobierno confirmó hoy que no volverá. La ayuda vendrá por otros canales: mayor asistencia a comedores y refuerzo del programa Repro II, que da asignaciones fijas por empleado de $9.000, $12.000 o $18.000 según la actividad a la que pertenezca la empresa empleadora.

“El empleo informal cayó el triple que el empleo formal: la falta de regulaciones que tiene este mercado y las facilidades que tiene para despedir (costo cero, no hay indemnización) provocaron esta mala performance durante el año de pandemia”, explica Matías Rajnerman, economista jefe de Ecolatina.

Por otro lado, explica el economista, los trabajadores informales, además de más desprotegidos, suelen tener peores remuneraciones que los trabajadores registrados. Por lo tanto, esta mayor caída generó problemas en términos distributivos y es una de las causas, entre otras, del aumento de la pobreza durante el año pasado.

 

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