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CIENCIA

7 de marzo de 2021

Por qué comparar la eficacia de las vacunas contra el COVID-19 puede ser engañoso, según expertos

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Según resaltaron, “la mejor vacuna COVID-19 para la gran mayoría de las personas es aquella que pueden recibir”

Lo más importante a saber en un contexto pandémico y la idea universal que hay que proteger ante una emergencia sanitaria global es que la mejor vacuna es siempre la que está disponible. En los Estados Unidos, tres vacunas están siendo distribuidas a lo largo y ancho del país: el inoculante de Pfizer/BioNTech, el de Moderna y el de Johnson & Johnson. Las tres son altamente efectivas en lo más importante: prevenir hospitalizaciones y muertes por COVID-19. Pero algunas personas son escépticas en relación a la opción de Johnson & Johnson por tener una cifra menor de eficacia.

Incluso el alcalde de Detroit, ciudad más grande del estado de Míchigan, Mike Duggan, rechazó esta semana 6.200 dosis de la vacuna de Johnson & Johnson. “La de J&J es una opción muy buena, pero Moderna y Pfizer son mejores”, declaró en conferencia de prensa el funcionario y añadió: “Haré todo lo posible para asegurarme que los habitantes de esta ciudad obtengan lo mejor”.

Ahora bien, para los científicos es una forma incorrecta de pensar sobre los inoculantes contra el COVID-19 y juzgar a la opción de Johnson como inferior en base a su menor eficacia reportada es engañoso.

De acuerdo a cifras oficiales recopiladas por la Universidad Johns Hopkins, el coronavirus mató en Norteamérica a 523.238 personas, y los infectados totales rozan los 29 millones. La nación lidera ambos rankings mundiales, tanto de casos confirmados como de fallecidos. A pesar de que los nuevos positivos parecieran estar en un claro descenso, el virus SARS-CoV-2 continúa su rápida propagación y las nuevas variantes se esparcen por el globo, por lo cual crece la preocupación entre los expertos por la inminente prolongación de la pandemia, a pesar de las rápidas o lentas, pero campañas en fin, de vacunación. Es por esto que rechazar dosis de vacunas mientras los suministros son escasos socava la campaña para frenar la pandemia.

Según los datos disponibles, en los ensayos clínicos las vacunas producidas por Pfizer/BioNTech, por Moderna y por Johnson & Johnson redujeron la tasa de mortalidad por el COVID-19 en un 100%, en comparación con los grupos de placebo. A su vez, mantuvieron a todos los que recibieron el antídoto, fuera de los centros hospitalarios. Esto significa que podrían convertir al coronavirus en un problema manejable, en lo que respecta a gestión y manejo de una enfermedad desde la perspectiva de la salud pública.

Para Amesh Adalja, investigador principal del Centro de Seguridad Sanitaria de la prestigiosa Universidad Johns Hopkins, “el objetivo de una vacuna es el de domesticar al SARS-CoV-2, para que se pareciera más a otros virus respiratorios con los que convivimos, por lo cual cuando se mira a las tres vacunas aprobadas en los Estados Unidos, todas son extremadamente buenas en ese punto”.

De todas formas, las vacunas tienen algunas diferencias importantes a destacar. La de Johnson & Johnson es monodosis, requiere una sola dosis, mientras que la de Pfizer y la de Moderna, dos. A su vez, se puede almacenar a temperatura de freezer convencional (2-8°C), a diferencia de la de sus dos competidoras, que exigen temperaturas de ultra frío (-80 a -60°C y -25 a -15°C respectivamente). Además, existe una divergencia en los valores de los inoculantes: Johnson cuesta 10 dólares la dosis, mientras que la de Pfizer más de 20 y la de Moderna entre $25 y 37$ por dosis.

Se trata de ventajas importantes a la hora de hablar de logística en favor de la opción de J&J. Así lo afirmó al medio especializado Vox Saad Omer, director del Instituto de Yale para la Salud Global, “esta opción de inmunización puede aumentar la equidad”, ya que la vacuna de J&J podría llegar a más lugares difíciles de alcanzar.

A la hora de solicitar su aprobación a la FDA (Agencia de Administración de Medicamentos y Alimentos del gobierno de los Estados Unidos) para su vacuna contra el COVID-19, Johnson & Johnson informó que su eficacia general para prevenir los casos del nuevo coronavirus era del 66,1%, una cifra marcadamente menor que las registradas e informadas por Pfizer y Moderna, de alrededor del 95%. Esa diferencia a la hora de hablar de eficacia hizo que algunos norteamericanos comiencen a hablar de una opción que “no está a la altura”.

Ahora bien, los científicos creen que estos números no pueden compararse de manera justa entre sí. Y esto es porque los niveles de eficacia de las vacunas COVID-19 son específicos de los ensayos clínicos a los que fueron sometidas, y esas evaluaciones técnico científicas se llevaron adelante de diferentes maneras.

Además, funcionarios de salud de los Estados Unidos resaltaron que las cifras más importantes, -es decir la prevención de hospitalizaciones y muertes- son consistentes en todos los ámbitos y posiblemente más comparables. Desde que comenzaron a ser distribuidas, los investigadores destacan que las vacunas están haciendo un notable trabajo a la hora de mantener a las personas que contraen la afección con vida.

Por ello Adalja llegó a la conclusión de que “la mejor vacuna COVID-19 para la gran mayoría de las personas es aquella que pueden recibir”, y que “son básicamente intercambiables”.

Los puntos de comparación

Para medir que tan bien funcionan los inoculantes, las farmacéuticas las testean en diversas etapas, y fases, en donde aseguran que sean seguras, buscan la dosis correcta y procuran determinar cuánta protección brindan. Estos ensayos clínicos, están diseñados para probar las vacunas de forma individual, no se piensa en enfrentarlas entre ellas. Es por ello que las comparaciones directas no siempre tienen sentido.

Así lo expresó el mismo Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, sobre la vacuna de J&J, en enero pasado: “Si esto hubiera ocurrido antes del anuncio de otras vacunas con un 94, 95% d e eficacia, uno habría dicho que una eficacia del 66% es un resultado absolutamente espectacular”.

En sus pruebas en Fase III, las vacunas se probaron contra el virus en el mundo real, en personas “de carne y hueso”, y esto implica estar atento a decenas de miles de participantes en cuanto a sus síntomas, que a su vez están divididos en grupos al azar que recibieron el inoculante real y aquellos que recibieron un placebo (el doble ciego aleatorizado).

Además, los resultados de eficacia de Johnson & Johnson incluyeron ensayos en otros países, mientras que los resultados de Moderna y Pfizer / BioNTech fueron principalmente de participantes de EE. UU. J & J descubrió que la eficacia de la vacuna cambiaba según el país en el que se estudiaba. Se descubrió que la vacuna tiene una eficacia general del 72 por ciento después de cuatro semanas para prevenir los síntomas de COVID-19 en los Estados Unidos. Bajo los mismos puntos de referencia en Sudáfrica, donde una variante del coronavirus con mutaciones preocupantes que lo ayudan a escapar de las vacunas se ha extendido ampliamente, la compañía encontró una eficacia del 64 por ciento.

Los investigadores tendrán que averiguar ahora qué tan bien se comportan las vacunas existentes frente a las variantes, mutaciones y nuevas cepas en el mundo real. Si bien los ensayos clínicos de vacunas se realizaron de forma independiente entre sí, “sería necesario que los científicos se coordinaran de aquí en adelante, compartiendo protocolos y agrupando datos para sacar conclusiones más útiles”, advierten los expertos.

“Imagínese lo que sucederá cuando estos estudios generen resultados, cada uno con sus propias poblaciones, criterios de elegibilidad, procedimientos de validación y criterios de valoración clínicos”, alertó Natalie Dean, profesora asistente de bioestadística en la Universidad de Florida, en la revista científica Nature. “Si no queremos que nuestras respuestas finales sean inentendibles, debemos actuar ahora para considerar cómo se pueden comparar y combinar los datos”, recomendó.

Mientras tanto, es importante tener en cuenta que las vacunas son parte de una respuesta integral de gestión de salud pública frente al COVID-19. El distanciamiento social, el lavado de manos, el uso de mascarillas, las pruebas diagnósticas, el rastreo y el aislamiento siguen siendo fundamentales para acelerar el progreso hacia el final de la pandemia.


Fuente: Infobae


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