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31 de enero de 2021

La reunión de Perón con diputados Montoneros: en 1974, aceptó recibirlos a pesar de sus críticas y del crimen de Rucci

En enero del 74 el Presidente recibió en Olivos a un grupo de legisladores pertenecientes a la llamada Tendencia Revolucionaria que querían manifestar su disconformidad con el proyecto de modificación del Código Penal

Para poder entender que sucedió y no quedarnos con la “foto” de aquel momento, es necesario revisar el antes y después del encuentro a fin de darle su justo contexto.

Comencemos por recordar que Perón había propiciado que los jóvenes de la corriente llamada Tendencia Revolucionaria, mayoritariamente referenciados con las organizaciones FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) y Montoneros tuvieran su cuota de poder en el nuevo gobierno. Los gobernadores de las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Salta, San Luis, Santa Cruz y Formosa eran hombres con distintos niveles de acuerdos con el sector; el Ministerio del Interior y el de Educación, estuvieron en manos de la Tendencia durante la breve gestión de Héctor J. Cámpora -y el de Educación lo siguió estando bajo Perón-, así como varias universidades nacionales.

Pero, el proyecto de la cúpula de FAR y Montoneros nunca terminó de coincidir con el que Perón había concebido para esa etapa. En mi nota anterior de Infobae, ”El día que Firmenich propuso reemplazar a Perón”, expuse detalladamente esas diferencias. En noviembre del 73, el jefe montonero Mario Eduardo Firmenich expresó ante los cuadros medios de Montoneros: “La contradicción con Perón es insalvable. La solución ideal sería que Perón optara por admitir que la historia va más allá de su proyecto ideológico y que nosotros somos los hijos objetivos del Movimiento Justicialista; y que entonces resignara su proyecto ideológico adecuándose a esa realidad. Perón sabe que nuestra posición ideológica no es la misma que la de él, y de ahí que tiene una contradicción que vaya a saber como la resolverá.”

Perón mantuvo hasta el día de su muerte la “teoría del vaso de agua” que comentó su amigo y colaborador Jorge Antonio, que lo relató así: “Yo le dije: ‘General, cuando usted vuelva al país estos muchachos van a querer mandar’. Y él me dijo: ‘Cuando lleguemos a la Argentina, Jorge -que vamos a llegar, no tenga dudas- si estos muchachos se ponen duros, yo voy a tomar un vaso de agua, un micrófono, les hablaré y les diré que se vayan a su casa tranquilos y me dejen gobernar. Y quédese tranquilo que van a cumplir”.

El día 6 de Septiembre de 1973 Perón se reunió a solas durante dos horas con Quieto y Firmenich, y les encargó organizar una reunión pública con todos los grupos de la JP que tuvo lugar el día 8. Aunque en términos públicos la relación parecía estar encaminada, unos días después, el 25 de septiembre Montoneros asesinó al secretario general de la CGT José Ignacio Rucci.

Según el ex-dirigente montonero Juan Gelman, “lo de Rucci no se hizo para despertar la conciencia de la clase obrera; se hizo en la concepción de tirarle un cadáver a Perón sobre la mesa para que equilibrase su juego político entre la derecha y la izquierda”. Según esta descripción de Gelman, a partir de ese momento, la relación de Montoneros con Perón tomó un tinte casi mafioso. Porque “tirar un cadáver para sentarse a negociar” es una práctica común de la mafia. Sin embargo, Perón los siguió recibiendo en público y en privado. Según testimonia quien hacía de chofer de la conducción montonera, “después de lo de Rucci, yo llevé dos veces a Quieto y Firmenich a Olivos a hablar con Perón”.

Mientras tanto, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) había manifestado desde la asunción de Cámpora su decisión de continuar la lucha armada contra el gobierno constitucional. El ERP se había beneficiado de la liberación de todos sus presos el 25 de mayo de 1973 -los que el mismo día volvieron a tomar las armas- y de la derogación de todas las leyes represivas.

El 23 de Septiembre Perón es elegido presidente por el 62% de los votos. El ERP había llamado a la abstención, y decía su órgano de prensa, el Estrella Roja: “Las masas, faltas de entusiasmo y en medio de una gran indiferencia, tendrán que participar de una elección donde no se plantea ninguna opción valedera”. Los siete millones trescientos mil votos peronistas no parecieron reflejar la “gran indiferencia y falta entusiasmo” pronosticada.

Según Estrella Roja, de julio a diciembre de 1973, habían realizado 185 acciones militares, en promedio una por día. La mayoría eran actos de propaganda armada, pero también la toma de Sanidad Militar, el “ajusticiamiento” de cinco oficiales de policía, bombas, ametrallamientos a empresas y secuestros.

Al 15 de enero de 1974, se encontraban secuestrados: Víctor Samuelsom, de la ESSO; Yves Boisset, de Peugeot; Charles Heynes, ejecutivo norteamericano; Osmar Cardozo, industrial del Calzado; el armero De Bonis; el coronel Florencio Crespo; José Ludvick, de la fábrica Schcolnik; el gerente de Pepsi Cola, Douglas Roberts; Charles Hayes, de la firma Mckee Tecsa; Nyborg Andersen, del Banco de Londres, y Francisco Ventura, empresario pesquero.

En este clima, Perón envió al Congreso un proyecto de reforma del Código Penal. Se modificaban las penas de algunos delitos. Por ejemplo, para el secuestro, la pena de 3 a 10 años pasaba a ser de 5 a 15; la asociación ilícita: de 1 a 3 años pasaba de 3 a 10 años -actualmente el art 210 bis la fija en 10 a 20 años-; la fabricación de explosivos: de 6 meses a 3 años, pasaba a 3 a 6 años. A modo de comparación, podemos señalar que, en 1974, el Código Penal de Cuba, imponía para estos mismos delitos, penas de 10 a 20 años y según la gravedad del caso hasta la pena de muerte.


El ERP amenazó por carta a los diputados nacionales: “El ERP previene a los señores legisladores que se atrevan a votar esta bárbara y feroz ley, que cometerán un gran crimen contra el pueblo, que los colocará dentro de las filas de los enemigos del pueblo y que, por lo tanto, se los considerará reos de la justicia popular”.

La revista El Descamisado (de Montoneros) titulaba en tapa: “Si los diputados votan las leyes represivas votarán: Leña para el Pueblo”. Adentro se complementaba con una “carta de lectores” que advertía a los diputados: ”Si votan a favor, recuerden que Uds también ya habrán comenzado a tener las manos tintas en sangre de patriotas. Y cuando se hable de sus hijos se dirá ‘es hijo o nieto, de fulano, que puso su voto para que nos repriman’ y veinte generaciones de sus descendientes no alcanzarán para borrar el estigma de la infamia.”

Los diputados nacionales de la JP, cumpliendo órdenes de la cúpula montonera, se opusieron a la sanción de la ley y el día 2 de enero, hicieron fracasar el intento de tratarlo sobre tablas, al no dar quórum. El 7 de enero, los ministros Benito Llambí y Federico Robledo y el Jefe de Policía Miguel Ángel Iñíguez se acercaron al Congreso para dar explicaciones de la ley. El día 9 de enero, radicales y manriquistas, junto a los diputados de la JP, no dieron quórum para una nueva sesión. El día 10 se discutió y votó en el Bloque. A partir de esto, los legisladores piden hablar con Perón, quien aceptó recibirlos el martes 22.

Como si le faltaran argumentos al gobierno, en la noche del sábado 19 de enero, 100 guerrilleros del ERP al mando de Enrique Gorriarán Merlo intentaron tomar la Guarnición Militar de Azul. En las acciones mataron al Coronel Arturo Gay, a su mujer Hilda Caseaux y al conscripto Daniel González. Tres oficiales resultaron heridos y el Coronel Jorge Ibarzábal fue secuestrado. Del lado del ERP, dos guerrilleros fueron heridos, Carrara y Altera. Otros dos, Antelo y Roldan, fueron denunciados como desaparecidos. La magnitud de la acción guerrillera, el saldo en muertos y heridos, y en especial la muerte de la mujer del Coronel Gay, produjeron una enorme conmoción nacional. Hubo una reacción de condena de todos los sectores políticos nacionales contra la acción guerrillera.

Por ejemplo, el padre Carlos Mugica, declaró : “Este episodio sirvió para clarificar las aguas. Para distinguir entre la revolución auténtica protagonizada por el pueblo y la aventura pretendidamente revolucionaria, elitista (…) El socialismo dogmático peca de cientificismo. Es aristocratizante: desconfía del pueblo de la capacidad popular. Lo menosprecia.” Ante la pregunta acerca de si estas opiniones no lo alejaban más de la Tendencia Revolucionaria, Mugica respondió: “No es cierto que los curas del Tercer Mundo se alejen de la Tendencia. La formula correcta es que la Tendencia se ha alejado del Pueblo y del General Perón”.


Según dirá tiempo después el jefe del ERP, “Roby” Santucho, uno de los objetivos de la toma del cuartel de Azul era “acelerar las contradicciones entre Montoneros y Perón”, para lograr que Montoneros se sumara a la estrategia de confrontación abierta que venía desarrollando el ERP; objetivo que van a conseguir pocos meses después cuando Montoneros pase a la clandestinidad y actúe en la misma dirección que el ERP.

Perón, atado a su concepto “dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”, pretendió dar una señal aprobando modificaciones al Código Penal, que sabía, no iba a ser el remedio mágico, pero estaba convencido de dar la pelea dentro el marco del Estado de Derecho.

Como su tolerancia era casi infinita, se dispuso a escuchar las quejas de un grupo de diputados respecto al proyecto. Pero, como ya estaba prevenido de las picardías y dobles discursos, montó un escenario con las cámaras de televisión para que el pueblo pudiese escuchar y hacerse su propia opinión. Los diputados presentes fueron: Armando Croatto, Santiago Díaz Ortiz, Diego Muñiz Barreto, Nicolás Giménez, Jorge Glellel, Aníbal Iturrieta, Carlos Kunkel, Juan Ramírez, Enrique Sversek, Juana Romero, Roberto Vidaña y Rodolfo Vittar.

Perón: – “Muy bien, señores, ustedes pidieron hablar conmigo. Los escucho. De qué se trata.”

Los voceros fueron Santiago Díaz Ortiz y Rodolfo Vittar. Puestos ante las cámaras en la situación de tener que confrontar públicamente a Perón, hicieron un discurso reiterativo y confuso. Mencionaron varias veces “queríamos escucharlo a Vd”, “no nos oponemos a la ley”; “solo teníamos necesidad de conversarlo”; “expresar alguna dudas”; “somos soldados del movimiento”; “nuestro aporte no es oponerse”; “coincidimos totalmente con Vd.”; etc, etc.

Perón soportó con paciencia oriental cerca de una hora de diálogo, y les dijo básicamente dos cosas: ”Este asunto lo deben discutir dentro del Bloque. Discutirlo hasta que la mayoría lo decida. Una vez resuelto por éste, no hay más remedio que acatarlo. Para esos se hacen los bloques: para que sea la mayoría la que decida. Y si la mayoría dispone, hay que aceptar o irse. No hay otro término medio. (...) Nadie está obligado a permanecer en una fracción política. El que no está contento, se va. Quien esté en otra tendencia diferente de la peronista lo que debe hacer es irse. En ese aspecto hemos sido muy tolerantes con todo el mundo. Lo que no es lícito, diría, es estar defendiendo otras causas y usar la camiseta peronista.”
 
El General estaba recibiendo y conversando con los diputados que respondían a Quieto y Firmenich. Los mismos que lo condenaban y cuestionaban en sus documentos internos y públicos. Los que le habían “tirado el cadáver de Rucci para apretarlo”. Los que desde la tapa de Noticias y El Descamisado gritaban contra la “Ley Represiva”. Perón tenía mas de un motivo para tratarlos de hipócritas y mentirosos y echarlos a patadas, pero… El Viejo era un Líder que sabía sobreponerse a la pasión y por eso seguía obstinadamente con su teoría de charla, micrófono y vaso de agua.

En ese intento por convencerlos, que algunos escucharon y cambiaron de opinión, Perón fundamentó acabadamente por qué estaba pidiendo que votasen las reformas al Código Penal: “Desde hace 7 meses estamos diciendo que queremos la paz, y estos señores, en 7 meses, no se han dado cuenta que están fuera de lugar. ¿Y le parece que hemos esperado poco, con todo lo que ha pasado en estos siete meses de gobierno popular y plebiscitario, donde todos esos señores de las organizaciones terroristas se largan a la calle, culminando en este episodio, atacando a un regimiento? (...) Estamos afrontando una responsabilidad que nos ha dado plebiscitariamente el pueblo argentino. Nosotros no somos dictadores de golpes de Estado. No nos han pegado con saliva. (...) ¿Y nos vamos a dejar matar? Lo mataron al secretario general de la Confederación General del Trabajo, están asesinando alevosamente y nosotros con los brazos cruzados, porque no tenemos ley para reprimirlos. Para nosotros es un problema bien claro. Queremos seguir actuando dentro de la ley y para no salir de ella necesitamos que la ley sea tan fuerte como para impedir esos males.”

Finalizó el diálogo Rodolfo Vittar diciendo: “Queremos señalarle y ratificarle que estamos totalmente junto a Vd. como integrantes del movimiento peronista y junto al pueblo”. Pero tras la reunión, ocho diputados, Rodolfo Vittar, Roberto Vidaña, Anibal Iturrieta, Armando Croatto, Carlos Kunkel, Santiago Diaz Ortiz, Diego Muñiz Barreto y Jorge Glellel, renunciaron a sus bancas.

Uno de los no renunciantes, el diputado Nicolás Giménez recuerda: “Tras el encuentro con Perón los participantes nos reunimos en las oficinas de Callao con Mario Firmenich. La reunión fue muy dura. Había dos posiciones muy claras: la de romper totalmente con Perón renunciando a las bancas de diputados, propuesta por Firmenich; y otra de quedarse para pelear desde adentro. La reunión se rompió, hubo todo tipo de amenazas. Al día siguiente aquellos a favor de romper relaciones con Perón presentaron su renuncia. Los que nos quedamos fuimos el “Carancho” Juan Manuel Ramírez, Roberto Bustos, Enrique Sverseck, Juana Romero, Nilda Garré y yo. Después de esa reunión, entendimos que nos encontrábamos entre dos fuegos: por un lado la derecha y por el otro los ‘muchachos’”.


Perón volvió a recibir varias veces más a distintos dirigentes de JP-Montoneros, incluso el día antes del 1º de mayo, por la organización del acto. Y, hasta el mismo día de su fallecimiento, siguió teniendo líneas de acercamiento con la Tendencia para tratar de contenerlos, si no a todos, a la mayor cantidad posible de cuadros.

Araceli Bellotta reprodujo un diálogo con el que fue delegado de Perón, Juan Manuel Abal Medina, del año 2006: “Después del discurso del 12 de junio de 1974 –sostuvo– el General me pidió si podía hacer un puente con los Montoneros. El le había tomado idea a Firmenich, pero quería hablar con Norma Arrostito y con Fernando Vaca Narvaja. Esto no fue posible porque la salud del General se quebró. Perón siempre quiso mantener la unidad, a pesar de la indignación que le había causado que el 1° de Mayo hubieran insultado a su mujer”.

Juan Carlos Dante Gullo contó que para el 1º de Julio, día del fallecimiento del General, tenía pactada una reunión con el Dr. Balbín a la que habría de asistir Firmenich para establecer un canal de diálogo y acercamiento con Perón. Agrega que para esa fecha él ya tenía abiertas cinco líneas de acercamiento: la de Balbín, la de Duilio Brunello, la de Solano Lima, la del coronel Damasco y la del jefe de la custodia de Perón, el croata Milo Bojetic.

Sin embargo los historiadores de Montoneros siguen denostando la figura de Perón, poniéndose en el lugar de víctimas, diciendo que el General los traicionó, que los echó de la plaza, etcétera. Todo para justificar que ellos y el ERP se alzaron en armas contra el gobierno popular.

Aldo Duzdevich es autor de “Salvados por Francisco” y “La Lealtad-Los Montoneros que se quedaron con Perón”

Fuente: Infobae.

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