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6 de diciembre de 2020

Marihuana legal en Jujuy: viaje al interior de la primera finca de cannabis del país

Cómo se trabaja en Cannava, la empresa del Estado jujeño que cultiva la planta y elabora el primer producto para uso medicinal fabricado en Argentina. Infobae recorrió la zona de cultivo y el laboratorio, donde crecen más de 1.000 plantas y trabajan 50 personas

“No es la planta maldita, soy yo un viejo retrógrado que renegó de la marihuana. Pero ahora soy un férreo defensor”. Jorge Orlandi es jujeño, tiene 52 años y como todos los de su generación fue formateado con la idea de que la marihuana es una flor malvada que diseña delincuentes y arruina las vidas de quienes se le acercan.

Creció en los campos de su provincia entre hojas de tabaco y cañas de azúcar. “Cultivé de todo”, sintetiza su currículum. Tiene las manos anchas y sus dedos fuertes certifican su experiencia: son las herramientas vivas de quien sabe labrar la tierra. Las circunstancias de la vida, el poder de lo inexorable, fue lo que, a la fuerza, le cambió su cabeza conservadora: una sobrina con Síndrome de West (un tipo de epilepsia refractaria a los medicamentos tradicionales) y su trabajo actual modificaron la perspectiva personal para siempre. Le pasó lo que les ocurre a muchos.

Orlandi ahora es jefe del campo donde crece el primer cultivo legal de cannabis a escala industrial en Argentina. Bajo el sombrero que lo protege del sol tremendo del mediodía en el valle templado del sur de Jujuy, el hombre se ubica en cuclillas y observa con detenimiento el crecimiento de esta planta ancestral. Ya no hay prejuicios en su mente. Ni cabe el miedo a la ilegalidad.

A unos metros de él y de las plantas hay una custodia de policías fuertemente armados. Los agentes no están ya para acusarlo de manipular una planta prohibida sino para cuidarlo. Los tiempos están cambiando. El hombre lo asume en su propia piel. ”Me cambió la perspectiva. Creo que no es algo malo sino que va a beneficiar a la gente. Mi sobrina necesita de la planta y sus padres tienen que importar el aceite. Es un producto muy caro. Es hora de que esta situación cambie”, le dice a Infobae, vestido con una chomba blanca con el nombre Cannava bordado en verde.

Hace un calor dantesco en diciembre a los pies de los cerros verdes que custodian la finca El Pongo, un pedazo de tierra pública del sur de Jujuy, en un valle abrasado 
Temperatura, humedad, vientos y altura sobre el nivel del mar: la combinación de factores de este ecotono -la transición de la selva de las Yungas al bosque chaqueño- parece ideal para que la planta hembra de cannabis sativa -acostumbrada a adaptarse casi al clima que le toque- se sienta muy a gusto en este ambiente y crezca y florezca fuerte y radiante desde la primavera hasta el otoño.

El Pongo fue donada al Estado jujeño en 1975 por el médico Plinio Zabala. El hombre no tenía hijos y puso como condición para su regalo que la tierra se explote tras su muerte con proyectos agrícolas y un fin noble: parte de lo recaudado debía destinarse al mantenimiento del hospital de Perico, la ciudad más próxima a la estancia.

Las paradojas del tiempo se conjugaron para que, 45 años después de la lectura del testamento de Zabala, sobre esa tierra provechosa donde crecen desde frutillas a tabaco, se cultive por primera vez marihuana de forma legal y a gran escala con el objetivo, justamente, de aliviar el dolor de los enfermos.

Con la nueva reglamentación de la ley de uso medicinal, Argentina se integra de a poco a la cada vez más globalizada reivindicación del uso del cannabis, una práctica ancestral que tiene al menos 5.000 años, con una interrupción injusta durante los últimos 90, cuando fue prohibida y demonizada en todo el mundo y poco después incluida en la lista de sustancias peligrosas elaborada por Naciones Unidas a la par de la heroína, aunque no se conoce un solo caso de muerte por sobredosis de marihuana en la historia de la humanidad.

Cannava, la marca que lleva en su chomba blanca Orlandi, es la empresa pública del Estado de la provincia de Jujuy, que convirtió 35 de las 9.000 hectáreas cedidas por el médico de Perico en el primer espacio de cultivo de cannabis y producción de aceites de uso medicinal legal en todo el país: una nueva normalidad agregada a una costumbre que, bajo la mediasombra de la clandestinidad, ya practicaban en cantidades mínimas y a riesgo de ir a la cárcel cultivadores solidarios, usuarios, organizaciones cannábicas sin fines de lucro y también oportunistas y estafadores a través de las plataformas de venta online.

Cannava fue una idea del gobierno jujeño poco después de la sanción de la ley 27.350 para el uso medicinal de esta planta. La primera reglamentación, de fines de 2017, fue muy cuestionada porque no canalizó la demanda de los enfermos. Sin embargo, el gobierno de Mauricio Macri sí resolvió la idea del equipo de Gerardo Morales y aprobó el proyecto. Se desconoce por qué aceptó el ex Presidente aceptó la idea del jujeño y no, por ejemplo, del intendente radical y médico Martín Randazzo, quien dos años antes antes ya había propuesto que su pueblo, General La Madrid, en la provincia de Buenos Aires, cultive cannabis en su tierra.

La producción de Cannava, al margen de las decisiones políticas que favorecieron su existencia, concentra todo el ciclo de la planta de cannabis en este espacio: desde la germinación de las semillas, el cultivo -tanto a cielo abierto como en invernaderos-, las cámaras de secado de las flores y el laboratorio donde los cogollos de la cannabis sativa L hembra se transforman, mediante un proceso de evaporación, extracción y formulación, en un líquido que sólo conserva las moléculas esenciales de la planta para lograr efectos terapéuticos en los usuarios: el tetrahidrocannabinol (THC), el cannabidiol, también conocido como CBD, y el cannabigerol (CBG) son la Santa Trinidad Química de una planta que tiene mucho todavía por ofrecer al descubrimiento científico.

La empresa estatal que preside Gastón Morales, hijo del gobernador de Jujuy, estrenó días atrás el laboratorio y presentó a la prensa su primer acontecimiento: el ingrediente farmacéutico activo, la solución que -de ser aprobada por ANMAT- se mezclará con aceite de sésamo y se distribuirá en goteros a partir del primer trimestre de 2021 en hospitales públicos y privados y farmacias que los expendarán para el consumo medicinal.

Será el primer producto industrial con cannabinoides fabricado en Argentina, ya que por ahora los usuarios terapéuticos se enfrentan a múltiples odiseas para conseguir el extracto: desde la importación a precios imposibles en dólares -como la sobrina de Orlandi- hasta la búsqueda de cultivadores que los ayuden a empezar un tratamiento, o mismo el autocultivo hogareño y la producción artesanal de estos aceites, avaladas por el Gobierno nacional en la última reglamentación de la ley 27.350, semanas atrás.

El Pongo está dominada por un imponente casco de estancia de arquitectura colonial. A su alrededor se emplazaron nueve invernaderos de los cuales dos están activos con alrededor de mil plantas cada uno, un container de germinación con otros 1.000 plantines y media hectárea con un centenar de plantas sembradas entre sí a distancia social. También, un laboratorio donde media docena de bioquímicos y farmacéuticos trabajan en la fase 2 de la industria: el paso de la flor seca al aceite.

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“Fue una idea que se pensó a partir de la sanción de la ley. Se instalaba un nuevo tema de agenda pública y se discutió hacia adentro del gobierno provincial. Yo era secretario de Asuntos Legales y fue un planteo que hicimos ante dos posibilidades: o la provincia avanzaba en licitaciones internacionales para la compra de productos extranjeros o avanzaba en un proceso de producción local”, explica a Infobae Morales hijo.

El proyecto comenzó con una sociedad mixta entre el Estado provincial y una empresa estadounidense, Green Leaf, que aportó conocimientos prácticos que le dieron los años de legalidad en su país. La “pareja” duró poco. La compañía extranjera presentó quiebra y cortó su aporte financiero pero Morales asegura que lo que los separó fue la forma en que querían llevar adelante el proyecto, y los tiempos.

“Tenemos objetivos sociales y políticos distintos: queremos la capacitación de médicos y asumir el compromiso de abastecer a la población. En este punto hay una coincidencia con el Gobierno de la Nación de Alberto Fernández para el tipo de desarrollo público”, detalló Gastón Morales.


En junio de 2018, Cannava por sugerencia de su por entonces socio extranjero, compró un lote de 15 mil semillas de una sola variedad: la Berry Blossom, una genética diseñada en el estado de Colorado, una zona con un desarrollo evolucionado en el cultivo de cannabis. Sin embargo, el 50% de esa partida se perdió. La versión oficial es que las semillas tenían bajo poder germinativo. No obstante, plantaron 1.500 plantas en los invernaderos y sembraron 170 a cielo abierto en menos de media hectárea de las 35 que planean ocupar en 2021. De allí salieron los primeros 500 kilos de flores de marihuana que se tranformaron en producto de grado médico.

“Vimos que hay un mejor rendimiento en las de exterior que en las de interior. Hicimos un ensayo durante el invierno en una parcela de 10x20, con 300 plantas. El 90% arrojó altos niveles de CBD porque es el objetivo de la elaboración de laboratorio para lo que hasta la reglamentación de noviembre marcaba la ley”, explicó Hernán de Arriba Zerpa, ingeniero agrónomo y director de Cannava.

Sin embargo, en la empresa pública ya piensan en abrir el juego tal como lo marcan las nuevas reglas acordadas entre el Gobierno nacional y el Consejo Consultivo formado por usuarios, activistas, médicos y abogados ante el Ministerio de Salud de Ginés González García. La nueva reglamentación ya no limita el acceso a pacientes con epilepsia refractaria ni restringe el uso exclusivamente a la molécula CBD.

”Lo de la epilepsia fue una falsa premisa. Estamos trabajando para hacer ensayos clínicos sobre dolor oncológico y VIH y necesitamos más THC”, explicó Gastón Morales, respecto de la molécula que genera psicoactivdad pero que también sirve, como lo indican los testimonios de los usuarios, para mitigar el dolor, bajar las náuseas, generar apetito y calmar espasmos, entre otras virtudes.

Por eso Cannava planea importar 500 mil semillas desde Colombia (se las comprará a la empresa de capitales canadienses Avicana, serán dos o tres variedades con CBD, CBG y “algo más” de THC) y Colorado (a la empresa Trilogene Seeds).

“Esos ensayos están en elaboración y serán para poder verificar la indicación y el uso de derivados finales con porcentajes de CBD y THC más equilibrados. También para quitar la falsa premisa de que el THC no tiene potencia terapéutica”, aclaró Morales junior, quien fue criticado por un amplio sector del activismo cannábico por obtener un permiso para cultivar mientras a los cultivadores hogareños los persigue la ley.

El presidente de Cannava aclaró, al respecto, su posición: “La definición del autocultivo que tomó el gobierno nacional es 100% positiva, es una realidad con la que hace 20 años conviven familias y era necesario que el Estado atienda y dé respuestas concretas. Es muy positivos en términos de salud y no criminalización”.

Jujuy proyecta con Cannava ingresos millonarios en un contexto mundial donde se vislumbra la industria cannábica como una generadora de fuentes de trabajo y de ingresos a las arcas públicas en cantidades suntuosas.

Morales no quiso dar detalles de las estimaciones que hacen para los próximos años. Fuentes relacionadas a la industria consultadas por este medio calcularon que puede haber una ganancia cercana a los 10 millones de dólares anuales una vez que el producto esté listo y en distribución, es decir, a partir del 2021. El hijo del gobernador no validó ni desmintió la cifra, solo aclaró: “Para la provincia serían ingresos genuinos que sí harían una diferencia y que pueden ser reinvertidos en obra pública y en el sistema de salud”.


El futuro de Cannava es expansivo. El gobernador Gerardo Morales ya anunció que el objetivo a corto plazo es conseguir la autorización para crecer a 600 hectáreas de tierra de cultivo (1 hectárea tiene un rinde de entre 1.800 y 2.000 kilos de flores), lo que, según su cálculo, podría generar 2.400 puestos de trabajo. De Arriba adelantó a Infobae que además planean diseñar una semilla 100% jujeña: “Sería la primera cepa argentina oficial”, comentó. La empresa también construye un laboratorio de 600 metros cuadrados donde los científicos elaborarán los aceites a gran escala.

“La sociedad estatal quiere poner al alcance de la población un producto médico de calidad con buenas prácticas”, agregó Morales hijo, que explicó que la ubicación de El Pongo es estratégica para el desarrollo de una industria en expansión que, con proyectos públicos similares, ya está en la carpeta de gobernadores de San Juan, Mendoza, Salta, Corrientes, Misiones y Buenos Aires, entre otras.

Por lo pronto, Cannava firmó un contrato de arrendamiento con la administración de El Pongo por las 35 hectáreas que actualmente usa. “Es un desarrollo gradual, paulatino, que va a depender de que las cosas se den bien. No existe ni existió ni está en planes ni es condición el desplazamiento de ningún productor pequeño”, aclaró Morales, ante críticas que recibió de diversos sectores de la provincia. “El 50% de El Pongo es tierra en desuso”, aclaró.

En su testamento de 1974, Plinio Zabala escribió: “La finca pasará en propiedad al Hospital que lleva el nombre de mi hermano Arturo situado en la ciudad de Perico para que sirva de alivio a los pobres para mitigar sus dolores y muerte”. Seguramente imaginó en su ocaso que la tierra iba a servir décadas más tarde para el cultivo de una planta controversial que, como le escribió a la reina Victoria el científico irlandés William O’Shaughnessy en 1839 tras descubrir el uso masivo y sacramental que se le daba en la India, “alumbra de flores el camino a la muerte”. 
fuente: Infobae.

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